4. Dios creador y mundo angélico

Catequesis Pequeñas Comunidades y Comunidades Eclesiales de Base

Frase: “La verdad fundamental que nos revelan los relatos del Génesis es que el mundo no es un conjunto de fuerzas entre sí contrastantes, sino que tiene su origen y su estabilidad en el Logos, en la Razón eterna de Dios, que sigue sosteniendo el universo. Hay un designio sobre el mundo que nace de esta Razón, del Espíritu creador. Creer que en la base de todo exista esto, ilumina cualquier aspecto de la existencia y da la valentía para afrontar con confianza y esperanza la aventura de la vida. Por lo tanto, la Escritura nos dice que el origen del ser, del mundo, nuestro origen no es lo irracional y la necesidad, sino la razón y el amor y la libertad.” Benedicto XVI

1.    Celebración de la Palabra (Ver)

“En el principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gn 1, 1ss- leer completo cap. 1 y 2)

¿Qué es lo que más me llama la atención del relato de la creación? ¿Por qué?

2.    Catequesis (Juzgar)

Luego de afirmar nuestra fe en Dios Uno y Trino, lo confesamos creador de cielos y tierra, esto significa que todo lo que existe procede de Él y todo se dirige a hacia Él. “La creación es el fundamento de «todos los designios salvíficos de Dios», «el comienzo de la historia de la salvación» que culmina en Cristo. Inversamente, el Misterio de Cristo es la luz decisiva sobre el Misterio de la creación; revela el fin en vista del cual, «al principio, Dios creó el cielo y la tierra» (Gn 1,1): desde el principio Dios preveía la gloria de la nueva creación en Cristo (cf. Rm 8,18-23).” (Catecismo de la Iglesia Católica n.280)

El hombre, el universo entero, no es producto de la casualidad, sino que es obra de Dios, de su voluntad amorosa. “Creemos que Dios creó el mundo según su sabiduría (cf. Sb 9,9). Este no es producto de una necesidad cualquiera, de un destino ciego o del azar. Creemos que procede de la voluntad libre de Dios que ha querido hacer participar a las criaturas de su ser, de su sabiduría y de su bondad” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 295). Dios crea a partir de la nada (ex nihilo), es decir sin recurrir a algo preexistente, el mundo creado por Él es ordenado y bueno como atestigua el Génesis que siempre dice “y vio Dios que era bueno”, Él trasciende la creación y está presente en ella, asimismo no se desentiende de sus creaturas sino que las conserva en el ser, les da el obrar y las lleva a su término. Por ello dirá el apóstol “en Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 28)

“La creación tiene su bondad y su perfección propias, pero no salió plenamente acabada de las manos del Creador. Fue creada «en estado de vía» (in statu viae) hacia una perfección última todavía por alcanzar, a la que Dios la destinó. Llamamos divina providencia a las disposiciones por las que Dios conduce la obra de su creación hacia esta perfección” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 302)

Dios ha creado todo cuando existe para su mayor gloria por eso decimos que “La gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación y esta comunicación de su bondad para las cuales el mundo ha sido creado. Hacer de nosotros «hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia» (Ef 1,5-6): «Porque la gloria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre es la visión de Dios: si ya la revelación de Dios por la creación procuró la vida a todos los seres que viven en la tierra, cuánto más la manifestación del Padre por el Verbo procurará la vida a los que ven a Dios» (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 4,20,7). El fin último de la creación es que Dios , «Creador de todos los seres, sea por fin «todo en todas las cosas» (1 Co 15,28), procurando al mismo tiempo su gloria y nuestra felicidad» (AG 2).” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 294)

Luego de afirmar que Dios es creador, profesamos que es creador todo lo visible e invisible. ¿a qué nos referimos con lo invisible? De un modo particular al mundo angélico. Muchos interpretan el texto del génesis en el cual se crea la luz antes del sol como el momento de la creación de los ángeles. Un ángel es un espíritu como lo es Dios, es decir, un ser con inteligencia y voluntad, pero sin cuerpo, sin dependencia alguna de la materia. “En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf Dn 10, 9-12).” (Catecismo de la Iglesia Católica n.330)

En la historia de la humanidad siempre se ha tenido la noción de unas criaturas puramente espirituales a lo largo de las diferentes religiones y culturas, “La existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.” (Catecismo de la Iglesia Católica n.328)

La palabra ángel significa mensajero, así que su nombre designa su oficio, están al servicio de Dios San Agustín dice respecto a ellos: El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel» (Enarratio in Psalmum, 103, 1, 15). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan «constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 18, 10), son «agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra» (Sal 103, 20).” (Catecismo de la Iglesia Católica n.329)

“Desde la creación y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal, protegen a Lot, salvan a Agar y a su hijo, detienen la mano de Abraham, la ley es comunicada por su ministerio, conducen el pueblo de Dios, anuncian nacimientos y vocaciones, asisten a los profetas, por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el de Jesús.” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 332)

Cristo Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, es el centro del mundo angélico, por eso enseña el catecismo que: “De la Encarnación a la Ascensión, (toda la vida de Jesús) está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles…Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: «Gloria a Dios…. Protegen la infancia de Jesús -cuando hablan en sueños a san José-, sirven a Jesús en el desierto -luego que ha sido tentado por el enemigo-, lo reconfortan en la agonía (del Getsemaní), cuando El habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos (como confesó ante Pilatos)…” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 333) Anuncian la Resurrección de Cristo y también se nos revela en los Evangelios que estarán presentes en la segunda venida del Señor y como testigos de su juicio.

Los ángeles están presentes en la vida de la Iglesia, de hecho, en la Sagrada Liturgia nosotros nos asociamos con ellos, nos unimos a sus voces, para adorar junto a ellos al Señor cantando el himno “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios del universo…” y están presentes de un modo especial en la vida de cada persona, a ellos se les llama ángeles custodios “Desde su comienzo a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. «Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida» (S. Basilio, Eun. 3, 1). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 336)

También podemos maravillarnos del testimonio de los santos sobre los ángeles pensemos en santa Gemma Galgani que tenía una gran familiaridad con su ángel de la guardia o san Pío de Pietrelcina que incluso aprendió de su angel custodio el francés.

La revelación también nos habla de los ángeles caídos o demonios, su existencia real y sobre ello nos dice la Iglesia que siendo seres libre y dada la perfección de su entendimiento el rechazo que hacen de Dios es radical e irrevocable, su influencia en la vida del mundo es tan real como su existencia.

392 La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2 P 2,4). Esta «caída» consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: «Seréis como dioses» (Gn 3,5). El diablo es «pecador desde el principio» (1 Jn 3,8), «padre de la mentira» (Jn 8,44).

393 Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser perdonado. «No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte» (San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, 2,4: PG 94, 877C).

394 La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama «homicida desde el principio» (Jn 8,44) y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre (cf. Mt4,1-11). «El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo» (1 Jn 3,8). La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios.”

Recordemos que, aunque hay fenómenos extraordinarios como el caso de posesiones o vejaciones que el demonio puede provocar, su oficio principal no es ése, sino el de tentar. Considerémoslo del siguiente modo, si una mala compañía puede sugerir una noche de despilfarro, de perversión o incluso llevarnos a cosas tan superficiales como los chismes y las groserías, cuánto más podrá un ser de naturaleza angélica que es mucho más inteligente que un ser humano. De ahí que la primera carta Pedro dice “Sean sobrios y vigilen, porque su adversario, el diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quién devorar.” (1 Pe 5, 8) ahora bien, esto no debe hacernos perder la paz recordemos “…el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños —de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física—en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero «nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» (Rm 8,28).” (Catecismo de la Iglesia Católica n.395)

Frente a mucha mal información y desinformación que hay sobre los ángeles recordemos que nombres de ángeles sólo conocemos tres dados por la Sagrada Escritura: Gabriel, Rafael, y Miguel. Sobre su oficio hemos dejado claro en la catequesis que son mensajeros y servidores de Dios. La tradición de la Iglesia y la Sagrada Escritura por medio del apóstol san Pablo nos hablan de los “coros angélicos”, los santos Padres (aquellos monjes, sacerdotes y obispos de la antigüedad cristiana que con sus reflexiones proporcionaron doctrina decisiva en la fe y cuya proximidad histórica a Cristo y sus apóstoles les da una gran credibilidad), hicieron numerosas reflexiones, sobre esto les comparto como anexo un escrito de san Gregorio Magno al respecto.

En la tradición de la Iglesia existe una gran devoción por los ángeles, pero hemos de estar atentos a corrientes de pensamiento que haciendo una mezcla de diferentes religiones busca tratar el mundo angélico como algo manipulable y que alienta una curiosidad malsana sobre el tema. Como hemos de abordar nuestra relación nuestro ángel custodio podríamos encontrarlo en una antigua oración: “Ángel de Dios, que eres mi custodio, pues la bondad divina me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, defiéndeme y gobiérname.”

3.    Edificación espiritual (Actuar)

¿Qué aprendí de esta catequesis?

¿Qué significa para mi el saber que no soy producto de la casualidad sino del amor de Dios?

¿Qué implicaciones tiene en mi vida la doctrina de la Divina Providencia? (El saber que he sido creado en camino de perfección)

¿Qué conocía yo sobre los ángeles? ¿Había escuchado cosas fuera de la fe?

¿Cómo cultivo mi relación con mi ángel custodio?

ANEXO

De las Homilías de san Gregorio Magno, Papa, sobre los Evangelios 34, 7-10

“Son nueve los coros de los ángeles. Por testimonio de la Escritura sabemos que hay ciertamente ángeles, arcángeles, virtudes, potestades, principados, dominaciones, tronos, querubines y serafines. 

La existencia de ángeles y arcángeles está atestiguada en casi todas las páginas de la Sagrada Escritura. De los querubines y serafines hablan con frecuencia los libros de los Profetas. Y San Pablo menciona otros cuatro coros cuando, escribiendo a los de Éfeso, dice: sobre todos los principados, y potestades, y virtudes, y dominaciones (Ef I, 21). Y otra vez, escribiendo a los Colosenses, afirma: ora sean tronos, dominaciones principados o potestades (Col 1, 16) (…). Así pues, juntos los tronos a aquellos otros cuatro de que habló a los Efesios—esto es, a los principados, potestades, virtudes y dominaciones—, son cinco los coros de que el Apóstol hace particular mención. Si a éstos se añaden los ángeles, arcángeles, querubines y serafines, se comprueba que son nueve los coros de los ángeles (…). 

La voz ángel es nombre del oficio, no de la naturaleza, pues, aunque los santos espíritus de la patria celeste sean todos espirituales, sin embargo no a todos se les puede llamar ángeles. Solamente son ángeles (que significa mensajero) cuando por ellos se anuncian algunas cosas. De ahí que afirme el salmista: hace ángeles suyos a los espíritus (Sal 103, 4); como si claramente dijera que Dios, cuando quiere, hace también ángeles, mensajeros, a los espíritus celestiales que siempre tiene consigo. 

Los que anuncian cosas de menor monta se llaman simplemente ángeles, y los que manifiestan las más importantes, arcángeles. De ahí que a María no se le manda un ángel cualquiera, sino el arcángel San Gabriel pues era justo que para esto viniese un ángel de los más encumbrados, a anunciar la mejor de las nuevas. Por esta razón, los arcángeles gozan de nombres particulares, a fin de que—por medio de los hombres—se dé a conocer su gran poderío (…). 

Miguel significa ¿quién como Dios?; Gabriel, la fortaleza de Dios; y Rafael, la medicina de Dios. Cuantas veces se realiza algo que exige un poder maravilloso, es enviado San Miguel, para que por la obra y por el nombre se muestre que nadie puede hacer lo que hace Dios. Por eso, a aquel antiguo enemigo que aspiró, en su soberbia, a ser semejante a Dios, diciendo: escalaré el cielo; sobre las estrellas de Dios levantaré mi trono; me sentaré sobre el monte del testamento, al lado del septentrión; sobrepujaré la altura de las nubes y seré semejante al Altísimo (Is 14, 13-14); al fin del mundo, para que perezca en el definitivo suplicio, será dejado en su propio poder y habrá de pelear con el Arcángel San Miguel, como afirma San Juan: se trabó una batalla con el arcángel San Miguel (Ap 12, 7). De este modo, aquél que se erigió, soberbio, e intentó ser semejante a Dios, aprenderá—derrotado por San Miguel—que nadie debe alzarse altaneramente con la pretensión de asemejarse a Dios. 

A María es enviado San Gabriel, que se llama la fortaleza de Dios, porque venía a anunciar a Aquél que se dignó aparecer humilde para pelear contra las potestades infernales. De Él dice el salmista: levantad, ¡oh príncipes!, vuestras puertas, y elevaos vosotras, ¡oh puertas de la eternidad!, y entrará el Rey de la gloria… (Sal 23, 7). Y también: el Señor de los ejércitos, ése es el Rey de la gloria (ibid. 10). Luego el Señor de los ejércitos y fuerte en las batallas, que venía a guerrear contra los poderes espirituales, debía ser anunciado por la fortaleza de Dios. 

Asimismo, Rafael significa, como hemos dicho, la medicina de Dios; porque cuando, haciendo oficio de médico, tocó los ojos de Tobías, hizo desaparecer las tinieblas de su ceguera. Luego es justo que se llamara medicina de Dios. Y ya que nos hemos entretenido interpretando los nombres de los ángeles, resta que expongamos brevemente el significado de los ministerios angélicos. 

Llámense virtudes aquellos espíritus por medio de quienes se obran más frecuentemente los prodigios y milagros, y potestades los que, entre los de su orden, han recibido mayor poder para tener sometidos los poderes adversos [los demonios], a quienes reprimen para que no tienten cuanto pueden a las almas de los hombres. Reciben el nombre de principados los que dirigen a los demás espíritus buenos, ordenándoles cuanto deben hacer; éstos son los que presiden en el cumplimiento de las divinas disposiciones. 

Se llaman dominaciones los que superan en poder incluso a los principados, porque presidir es estar al frente, pero dominar es tener sujetos a los demás. De manera que las milicias angélicas que sobresalen por su extraordinario poder, en cuanto tienen sujetos a su obediencia a los demás, se llaman dominaciones. 

Se denominan tronos aquellos ángeles en los que Dios omnipotente preside el cumplimiento de sus decretos. Como en nuestra lengua llamamos tronos a los asientos, reciben el nombre de tronos de Dios los que están tan llenos de la gracia divina, que en ellos se asienta Dios y por medio de ellos decreta sus disposiciones. 

Los querubines son llamados también plenitud de ciencia; y estos excelsos ejércitos de ángeles son denominados querubines porque, cuanto más de cerca contemplan la claridad de Dios, tanto más repletos están de una ciencia ás perfecta; y así, en cuanto es posible a unas criaturas, saben más perfectamente todas las cosas en cuanto que, por su dignidad, ven de modo más claro al Creador. 

En fin, se denominan serafines aquellos ejércitos de ángeles que, por su particular proximidad al Creador, arden en un amor incomparable. Serafines son los ardientes e inflamados, quienes—estando tan cerca de Dios, que entre ellos y Dios no hay ningún otro espíritu—arden tanto más cuanto más próximo le ven. Ciertamente su amor es llama, pues cuanto más sutilmente ven la claridad de Dios, tanto más se inflaman en su amor.”