Catequesis Pequeñas Comunidades
y Comunidades Eclesiales de Base
Frase: “«¿Cuál es, pues, el ser que va a venir a la existencia rodeado de semejante consideración? Es el hombre, grande y admirable figura viviente, más precioso a los ojos de Dios que la creación entera; es el hombre, para él existen el cielo y la tierra y el mar y la totalidad de la creación, y Dios ha dado tanta importancia a su salvación que no ha perdonado a su Hijo único por él. Porque Dios no ha cesado de hacer todo lo posible para que el hombre subiera hasta él y se sentara a su derecha» (San Juan Crisóstomo)
Celebración de la Palabra (Ver)
“Dijo Dios: —Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza. Que domine sobre los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, sobre todos los animales salvajes y todos los reptiles que se mueven por la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó.” (Gn 1, 26-27)
¿Cuál es la visión que tengo yo del hombre? ¿Cuál es la visión del hombre que tiene nuestra sociedad?
Catequesis (Juzgar)
Punto muy importante es que la creación del hombre culmina la obra de la creación, hacia él se encamina. El hombre ha sido creado para ser señor de las creaturas. El hombre ha de comprenderse no en relación a las criaturas sino al Creador, el misterio del hombre se esclarece en Dios. Siendo Dios espíritu, al semejanza del hombre a Él se entiende en sentido espiritual, el Concilio Vaticano II lo comprende como su “capacidad de interioridad” de hecho dice la Constitución Gaudium et Spes “Por su interioridad (el hombre) es, en efecto, superior al universo entero: a estas profundidades retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cfr 1 R 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino” (Gaudium et Spes n. 14)
En la tradición de la Iglesia también se ha visto como punto de convergencia en la común dignidad fundamental entre todos los hombres, así como su capacidad de relación, nos enseña san Juan Pablo II que “«significa no sólo racionalidad y libertad como propiedades constitutivas de la naturaleza humana, sino además, desde el principio, capacidad de una relación personal con Dios, como “yo” y “tú”, y por consiguiente, capacidad de alianza, que tendrá lugar con la comunicación salvífica de Dios al hombre» (Juan Pablo II, Dominum et Vivificantem, n. 34).
El catecismo de la Iglesia nos dirá que de esto mismo deriva la dignidad personal (de ser persona) del hombre: “Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 357).
Descubrir que hay distinción entre el varón y la mujer no supone, oposición, sino complementariedad, más aún comunión: “«El hecho de que el ser humano, creado como hombre y mujer, sea imagen de Dios, no significa solamente que cada uno de ellos individualmente es imagen de Dios como ser racional y libre; significa además que el hombre y la mujer, creados como “unidad de dos” en su común humanidad, están llamados a vivir una comunión de amor y, de este modo, reflejar en el mundo la comunión de amor que se da en Dios” (San Juan Pablo II, Mulieris Dignitatem)
Sabemos por el segundo relato de la creación esta llamada a la comunión se manifiesta desde un doble perspectiva Dios vio al hombre solo, esto implica que le hacía falta algo para su perfección, no se bastaba, es más la alegría de Adán al ver a Eva manifiesta que ha encontrado aquello que anhelaba. Eva es “ayuda idónea” para Adán, esto no se entiende desde la perspectiva de algo extra o suntuario, sino un apoyo fundamental, es la palabra se traduce por auxilio en el hebreo עֵ֖זֶר “ezel” que Moisés usa en el Éxodo para describir como Dios ha sido su auxilio, el Salmo 33, 20 lo utiliza para describir a Dios “nuestro auxilio y escudo” en el mismo sentido se encuentra en el 70, 89, 115, 121, 124.
Al hablar de la creación del hombre sabemos que él en su totalidad ha sido querido por Dios como ser corporal y espiritual, el cuerpo humano lo es tal precisamente por estar animado por un alma espiritual
“La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la «forma» del cuerpo (cf. Concilio de Vienne, año 1312, DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza.” (Catecismo de la Iglesia Católica n.365 )
El alma es creada directamente por Dios y es inmortal, en ella podemos distinguir unos elementos propios de su naturaleza (naturales) y otros que son don de Dios por acción de la gracia (sobrenaturales). Asimismo, tradicionalmente se ha hablado que en ella se distinguen dos “porciones”, por un lado, una sensible (inferior) y por otro una suprasensible (superior). Para describirlos nos basamos en las definiciones que nos enseña fray Antonio Royo Marín en su obra Teología de la Perfección Cristiana (TPC)
A nivel sensitivo (común al hombre y al animal) encontramos:
Los sentidos externos, que “son aquellos cuyos órganos, colocados en las diferentes partes externas del cuerpo, perciben directamente las propiedades materiales de las cosas exteriores” (TPC, 343), estos son: tacto, gusto, olfato, oído y vista
Los sentidos internos: “son aquellos cuyos órganos no aparecen al exterior del cuerpo y en los que se recogen, conservan, estiman y evocan las sensaciones ya pasadas” (TPC 343-344).
Sentido común: “es la facultad que percibe como nuestros y junta o reúne en uno solo todos los fenómenos ya experimentados sensiblemente en los órganos de los sentidos externos” (TPC 344)
Fantasía o imaginación: “es aquella facultad que conserva, reproduce y compone o divide las imágenes aprehendidas por los sentidos externos” (TPC 344)
Estimativa: “es la facultad por la cual aprehendemos las cosas sensibles en cuanto útiles o nocivas para nosotros…En los hombres, la estimativa recibe una influencia colativa del entendimiento, que la hace mucho más perfecta y penetrante que en los animales (instinto); por eso, en él recibe también los nombres de cogitativa o ratio particularis” (TPC 344)
Memoria sensitiva: “es la facultad orgánica de reconocer lo pasado como pasado, o sea, como ya anteriormente percibido. Sus funciones son conservar el recuerdo de una cosa, reproducirlo o evocarlo (mediante una lenta y penosa reminiscencia, si es preciso) y reconocer esa cosa como ya pasada o ya vista. Se distingue de la imaginación en que esta última conserva y reproduce las imágenes, pero no las reconoce como pasadas y además porque la imaginación puede crear, cosa que escapa en absoluto a la memoria, que se limita al recuerdo de cosas pasadas precisamente en cuanto tales” (TPC 344) Se distingue también de la memoria intelectiva la cual es una facultad que reside en el entendimiento y retiene las especies inteligibles como los conceptos y razonamientos.
Apetito sensitivo: “es aquella facultad orgánica por la cual buscamos el bien en cuanto material y aprehendido por los sentidos. Se distingue genéricamente del apetito racional, o voluntad, que busca el bien en cuanto aprehendido por el entendimiento” (TPC 364-365). También es llamado sensualidad, en cuanto que reconoce sólo como bueno aquello que es grato a los sentidos. Los movimientos del apetito sensitivo dan origen a las pasiones que en su sentido filosófico-antropológico indican “movimiento del apetito nacido de la aprehensión del bien o del mal sensible con cierta conmoción refleja más o menos intensa en el organismo” (TPC 366). El apetito sensitivo se suele entender de dos maneras:
Apetito concupiscible: tiene por objeto el bien deleitable. Los movimientos pasionales que experimenta son: el amor, si se trata del bien simplemente aprehendido; deseo, si se trata del bien futuro (aún ausente pero que habrá de poseerse); gozo, si el bien es poseído al presente; el odio, nace del mal simplemente aprehendido; la aversión o fuga nace ante un mal que habrá que llegar; la tristeza surge ante el mal presente.
Apetito irascible: tiene por objeto el bien arduo. Las pasiones que nacen en él se explican del siguiente modo: ante un bien arduo ausente, si es posible se genera esperanza, si es imposible, desesperación; ante un mal arduo ausente, si es superable se da lugar a la audacia, si es insuperable produce el temor; el mal arduo presente engendra la ira. “La presencia del bien arduo no puede excitar ningún movimiento en el apetito irascible, sino únicamente el gozo en el concupiscible; por eso, el apetito irascible sólo tiene cinco pasiones, y seis el concupiscible” (TPC 367).
A nivel suprasensible o intelectual (común al hombre y al ángel):
El entendimiento: es la facultad del alma por la cual aprehendemos las especies inteligibles, es decir por medio de ella conocemos la verdad de las cosas.
La voluntad: es la facultad del alma por la cual queremos el bien que el entendimiento ha percibido como verdadero.
El hombre antes del pecado original gozaba de un estado de santidad original. “Por la irradiación de esta gracia, todas las dimensiones de la vida del hombre estaban fortalecidas. Mientras permaneciese en la intimidad divina, el hombre no debía ni morir (cf. Gn 2,17; 3,19) ni sufrir (cf. Gn 3,16). La armonía interior de la persona humana, la armonía entre el hombre y la mujer (cf. Gn 2,25), y, por último, la armonía entre la primera pareja y toda la creación constituía el estado llamado «justicia original».” (Catecismo de la Iglesia n. 376) Es decir el hombre era pleno dueño de sí sin estar sometido a la esclavitud de su sentidos, sed inmoderada de bienes terrenos o el afán autoafirmación.
El pecado original vino a alterar esta armonía, sembrada la desconfianza en Dios, el hombre se aparta de su amistad y entra en la desobediencia, comienzan Adán y Eva tener miedo del Señor, se ocultan y se pervierte su visión de Él.
“Es un pecado que será transmitido por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales. Por eso, el pecado original es llamado «pecado» de manera análoga: es un pecado «contraído», «no cometido», un estado y no un acto.
Aunque propio de cada uno (cf. ibíd., DS 1513), el pecado original no tiene, en ningún descendiente de Adán, un carácter de falta personal. Es la privación de la santidad y de la justicia originales, pero la naturaleza humana no está totalmente corrompida: está herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al imperio de la muerte e inclinada al pecado (esta inclinación al mal es llamada «concupiscencia»). El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al combate espiritual.” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 404-405)
La realidad del pecado implica para el hombre una dura servidumbre, esta tendencia al mal supone un combate que se ha de librar por la auténtica libertad y vida del hombre. Es aquí donde la Buena Nueva de la salvación se muestra en su esplendor, lo que es imposible para los hombres es posible para Dios, el Hijo del Altísimo se encarnó en el vientre purísimo de santa María virgen para nuestra salvación y liberación de este estado de esclavitud, esto lo hizo por su Pasión, Muerte y Resurrección. Movidos por la fe los cristianos hemos recibido el santo Bautismo, hemos sido purificados del pecado original y se nos concedió la nueva vida de hijos de Dios. En su santa Iglesia, el mismo Señor, nos proporcionan los divinos auxilios que necesitamos para salir triunfantes en el combate espiritual.
Edificación espiritual (Actuar)
¿Qué aprendí de esta catequesis?
Ser creados por Dios significa que todo ser humano es bueno por naturaleza ¿qué significa esto para mí?
¿Cómo ha sido mi relación hombres y mujeres? ¿He sabido descubrir el llamado a la comunión?
¿Cómo cuido de la salud de mi cuerpo y alma?
¿Qué pienso al saber ahora que la vida divina por la gracia fluye en mí?
Dios no nos abandonó al pecado original ni tampoco al pecado personal, Cristo nos ha redimido, ¿cómo aprovecho las ocasiones para reconciliarme con Él?