“La novedad de Jesús consiste, esencialmente, en el hecho que él mismo «llena» los mandamientos con el amor de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo que habita en él. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu Santo, que nos hace capaces de vivir el amor divino. Por eso todo precepto se convierte en verdadero como exigencia de amor, y todos se reúnen en un único mandamiento: ama a Dios con todo el corazón y ama al prójimo como a ti mismo.” (Benedicto XVI)
Celebración de la Palabra (Ver)
“Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, comenzó a preguntar a sus discípulos: —¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos respondieron: —Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o alguno de los profetas. Él les dijo: —Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Respondió Simón Pedro: —Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Jesús le respondió: —Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan, porque no te ha revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos.” (Mt 16, 13-19)
¿Qué dice el mundo sobre Jesús? ¿qué dicen mis familiares y amigos? ¿qué digo yo?
Catequesis (juzgar)
Hemos visto en las catequesis anteriores quién es Dios, el misterio de la Santísima Trinidad, los atributos divinos, Dios Padre, la creación y el hombre. Hasta aquí podríamos decir hemos visto la primera parte del Credo. Ahora vamos a la segunda.
El hombre luego de la caída con el pecado original experimentó en sí la fuerza de la herida que dejó en él, a esto le llamamos la concupiscencia, a lo largo de los siglos y las culturas el hombre ha sufrido esta inclinación hacia el mal, pero el Señor no lo abandonó al pecado y la muerte sino que llamó a un hombre llamado Abraham a quien se le manifestaría y prometería una tierra y una descendencia, de él se formó un Pueblo al cual haría el don de la Ley y los profetas todo para prepararlo a la llegada del Salvador Cristo Jesús. A esta historia la conocemos como la historia de la salvación, y de ella nos habla de un modo especial la Sagrada Escritura hagamos un recorrido sintético.
En primer lugar se consideran los orígenes de todo cuanto existe con el relato de la creación y los orígenes de la humanidad y de cómo entro el pecado en el mundo. Dios no abandona al hombre y llama a Abraham con quien comenzará propiamente la historia de salvación del mundo, él será el padre Isaac, quien a su vez será el padre de Jacob y este de las doce tribus de Israel, más tarde uno de sus hijos, José el soñador, será instrumento para preservar a su familia de la hambruna cuando bajan a Egipto (Génesis), luego de 400 años ahí un faraón que no conoció a José comienza a dar una dura esclavitud a los israelitas y el Señor suscita de entre ellos a Moisés, quien guiará al pueblo al desierto rumbo a la tierra prometida a travesando en seco el mar rojo. Por medio de Moisés el Señor hará una alianza en el monte Sinaí con el Pueblo elegido (Exódo, Levítido, Números y Deuteronomio).
Más tarde luego de 40 años Israel finalmente atraviesa el desierto y guíado por Josué, sucesor de Moisés cruzarán el río Jordán y entrarán en la tierra prometida. Serán gobernados durante ciertos períodos de tiempo por jueces (Josué, Jueces y Ruth) hasta la instauración de la monarquía, el primer rey será Saúl quien es escogido por Dios el se corromperá dejándose llevar por la rebeldía y la envidia. El segundo rey será David, del cual dijo el Señor “he ahí un hombre según mi corazón” quien no obstante la debilidad humana buscará volverse al Señor, durante su reinado finalmente los israelitas conquistan todo el territorio que el Señor les había prometido. Su hijo Salomón le sucederá en el trono, famoso por su sabiduría contruirá también el primer Templo del Señor, hacia el final de sus días se corromperá seducido por sus mujeres y dejará como heredero a su hijo Roboam.
Roboam mal aconsejado es ocasión de la división del Reino en dos, el Reino del Norte (Israel) que agrupará a 10 tribus regidas por Jeroboam y el Reino del Sur (Judá) que agrupará a dos tribus regidas por el heredero de Salomón. Ambos reinos vivirán la sucesión de reyes buenos y reyes malos, cada vez que se alejan del plan de la Ley el Señor le suscita profetas que les invitarán a la conversión.
Finalmente el Reino del Norte caerá a manos del imperio Asirio en el 720 y más tarde el de Judá en el 587. El pueblo sufrirá el exilio en Babilonia, tiempo de purificación y vuelta al Señor (1 y 2 Sam, 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas). Mas tarde, bajo el reinado del emperador Ciro, los israelitas podrán volver a sus tierras, y reconstruirán la ciudad de Jerusalén y el Templo (Esdras y Nehemías), durante este período sufrirán las invasiones persas y griegas, donde se destaca la dinastía de los reyes asmoneos (1 y 2 Macabeos), época donde hubo muchos mártires que dieron su vida por ser fieles a la Ley del Señor.
Antes de continuar con la historia un breve paréntesis: Hay algunos textos que son más que libros que más que históricos nos hablan de la vida del Pueblo de Israel en el Exilio, tales como Tobías, Judith y Ester. Otros transmiten la sabiduría que el Pueblo adquirió en su relación con el Señor Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés (Qohelet), Cantar de los cantares, Sabiduría, Sirácides (Eclesiástico).
Y también encontramos en el antiguo testamento otros textos que recogen la predicación de los profetas que el Señor envió a su Pueblo: los llamados profetas mayores Isaías, Jeremías (Lamentaciones y Baruc), Daniel y Ezequiel, y los profetas menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.
Continuamos con la historia.
Más tarde llegará el imperio romano, en cuya época, llegada la plenitud de los tiempos se encarnará el Verbo de Dios en el seno de María santísima, y nacerá nuestro Salvador y Redentor, Jesucristo. Él es el centro de toda la historia de la salvación, la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Verbo de Dios que asumió nuestra condición humana, por eso decimos que en Jesucristo hay dos naturalezas la humana y divina, el Verbo de Dios asume un cuerpo y un alma humanos reales.
El Concilio de Calcedonia en el siglo V declaró frente a muchos errores en que cayeron algunos cristianos que «hay que confesar a un solo y mismo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo: perfecto en la divinidad y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre, compuesto de alma racional y de cuerpo; consubstancial con el Padre según la divinidad, y consubstancial con nosotros según la humanidad; «en todo semejante a nosotros, menos en el pecado» (Hb 4, 15); nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad y, por nosotros y nuestra salvación, nacido en estos últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la humanidad».
El Señor, durante los tres últimos años de su vida predicará e invitará a la conversión, en medio de signos y prodigios anunciará la buena nueva de la salvación, y se nos revelerá como el Hijo de Dios que venido para dar su vida por la salvación del mundo.
Tal y como lo dijo llegado el período de la pascua, será acusado por su mismo pueblo, y ajusticiado ante las autoridades romanas, en medio de calumnias, insultos y azotes, será obligado a cargar con el madero subiendo el monte Calvario en donde recibirá muerte de Cruz, misterio que contemplamos en viernes santo; será posteriormente sepultado y descenderá a “los infiernos” cuando el Credo hace esta afirmación recuerda no el infierno-condenación sino el estado en el que se encontraban aquellos que había muerto antes de la llegada de Cristo, Él libera a los justos y les hace entrar en el cielo (misterio que se contempla el sábado santo); y al tercer día, según las Escrituras, resucitará de entre los muertos (misterio que contemplamos en el Domingo de Resurrección o Pascua). Se apareció a sus discípulos encomendándoles de ir por todo el mundo anunciando sus enseñanzas y bautizando a todos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Luego de 40 días subió al cielo sentándose a la derecha del Padre para interceder por nosotros y prometiendo que un día regresaría, y dijo a sus discípulos que aguardarán el envío del Espíritu Santo (Evangelios).
Cincuenta días después de la Pascua, llegada la fiesta judía de Pentecostés, mientras los apóstoles se encontraban reunidos en oración un ráfaga de viento irrumpió el recinto y lenguas como de fuego se posaron sobre ellos. A partir de entonces los apóstoles fueron por todo el mundo anunciando la buena nueva de salvación. Fundaron comunidades de cristianos en los lugares que visitaban y acogían el mensaje de Jesucristo en medio de alegría y persecuciones. Un perseguidor de modo especial luego de una aparición de Jesús camino de Damasco fue movido a la conversión, y abandonando su antigua vía se convirtió en uno de los grandes anunciadores de la Buena Nueva, era Pablo de Tarso (Hechos).
Los apóstoles, columnas de la Iglesia, transmitieron lo que el Señor había dicho y hecho en primer lugar de forma oral o a través de cartas (paulinas, joanicas y católicas+apocalipsis), más tarde esto daría lugar a diferentes textos que los discípulos vendrían a redactar, y que irían formando los escritos que darían lugar a los textos que los sucesores de los apóstoles transmitirían a las comunidades cristianas como divinamente inspiradas y que constituirán Nuevo Testamento que junto con el Antiguo pasarían a constituir la Biblia.
La misión salvadora del Señor es continuada por su Iglesia quien animada por el Espíritu Santo la perpetúa a lo largo de los siglos hasta la segunda venida del Señor, mientras tanto todo cristiano ha de irse configurando con Cristo, es decir viviendo en sí mismo la vida del Señor y proclamando la Buena Nueva de la salvación, vida de santidad y misión son inseparables. Por el Bautismo nosotros participamos de la vida de Cristo, y renacemos a la vida nueva de los hijos de Dios, somos hechos hijos en el Hijo, se dice literalmente somos “deiformes”, a esa particiapción en la vida divina que gozamos al estar unidos a Jesucristo le llamamos gracia santificante. Por eso decimos que estamos llamados a ser por gracia lo Cristo es por naturaleza, por esta unión con Cristo es que todo aquel que quiera vivir como Él ha de ser misionero. De ahí que todos los bautizados somos discípulos misioneros.
Edificación espiritual (Actuar)
- ¿Qué aprendí de esta Catequesis?
- ¿Conocía la historia de la salvación?
- ¿Cómo ha sido mi conocimiento de Jesús hasta hoy? ¿Qué estoy dispuesto a hacer para mejorar? (Oración y formación siempre van de la mano)
- ¿Soy consciente de mi llamado a ser discípulo misionero?