“Cuando acogemos el Espíritu Santo en nuestro corazón y lo dejamos obrar, Cristo mismo se hace presente en nosotros y toma forma en nuestra vida; a través de nosotros, será Él, Cristo mismo, quien reza, perdona, infunde esperanza y consuelo, sirve a los hermanos, se hace cercano a los necesitados y a los últimos, crea comunión, siembra paz. Pensad cuán importante es esto: por medio del Espíritu Santo, Cristo mismo viene a hacer todo esto entre nosotros y por nosotros. Por ello es importante que los niños y los muchachos reciban el sacramento de la Confirmación.” Papa Francisco
Celebración de la Palabra (Ver)
«Al enterarse los Apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaría había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo» (Hch 8,14-17).
“Llegó (Jesús) a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró en la sinagoga el sábado y se levantó para leer. Entonces le entregaron el libro del profeta Isaías y, abriendo el libro, encontró el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha enviado para anunciar la redención a los cautivos y devolver la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para promulgar el año de gracia del Señor. Y enrollando el libro se lo devolvió al ministro y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Y comenzó a decirles: —Hoy se ha cumplido esta Escritura que acaban de oír. (Lc 4, 16-21)
¿Pensemos cómo ven los cristianos en general este sacramento hoy en día? ¿creemos que se le da la importancia debida? ¿Por qué siempre hay más niños para primera comunión que para confirmación? ¿Cómo vemos que se vive la etapa entre estos sacramentos?
Catequesis (Juzgar)
En el itinarario catequético que venimos realizando culminamos hoy la explicación de los sacramentos de Iniciación Cristiana con el Sacramento de la Confirmación. Por este sacramento mediante la imposición de manos del obispo y la unción el Santo Crisma se nos comunica la plenitud del don del Espíritu Santo.
“La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos todavía más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras.” (Catecimo de la Iglesia Católica n. 1316)
El hombre renacido por las aguas del Bautismo se ha unido a Cristo Jesús, es una nueva criatura y ha pasado a ser hijo de Dios, como tal se alimenta con el pan del cielo en la Sagrada Eucaristía y es robustecido con la fuerza del Espíritu con el Sacramento de la Confirmación.
“La participación de la naturaleza divina que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad. Con toda razón han sido escritas las siguientes palabras: Se lava la carne para que se purifique el alma; se unge la carne para que se consagre el alma; se marca la carne para que también sea protegida el alma; se somete la carne a la imposición de la mano para que también el alma sea iluminada por el Espíritu; se alimenta la carne con el cuerpo y sangre de Cristo, para que también el alma se sacie de Dios (Tertuliano)” (Ritual de la Confirmación)
Ya los primeros cristianos vivían esta experiencia de la comunicación del don del Espíritu Santo como lo vemos en los Hechos de los apóstoles, san Pedro impuso las manos sobre algunos bautizados, descendió sobre ellos el Espíritu Santo y empezaron a hablar en diversas lenguas y a profetizar.
«Al enterarse los Apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaría había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo» (Hch 8,14-17). De hecho todo el Nuevo Testamento se ve marcado por la acción de la tercera persona de la Santísima Trinidad, por su obra se encarna el Hijo de Dios en el seno de María, unge a Cristo Jesús en el Bautismo que se realiza en el río Jordán, nos es prometido como el “paráclito” una vez haya partido Jesús a los cielos, es recibido en Pentecostés por los apóstoles, todo el libro de los Hechos nos narra su acción en la comunidad primitiva y su protagonismo en la vida de la Iglesia, así como también su difusión por medio de la imposición de manos.
Los obispos, como sucesores de los Apóstoles, han recibido también este poder y así, ya sea por sí mismos, ya por medio de presbíteros designados legítimamente para este ministerio, comunican el don del Espíritu Santo a los fieles, que en el Bautismo han renacido como hijos de Dios a la vida nueva en Cristo. Si bien en nuestros días la venida del Espíritu Santo no se manifiesta siempre por medio de prodigios extraordinarios, la fe nos enseña que este mismo Espíritu nos es dado de una manera real, aunque invisible. Él es quien infunde en nuestros corazones el amor de Dios; Él es quien nos congrega en un solo cuerpo, pues aunque son muchos los carismas, y las vocaciones, es una e idéntica la fe; Él es quien va haciendo progresar a la Iglesia en unidad y santidad.
El don del Espíritu Santo, como un sello espiritual, completa en los bautizados la semejanza con Cristo y los hace miembros más perfectos de la Iglesia. En efecto, Cristo nuestro Señor fue ungido por el Espíritu Santo en el bautismo que recibió de Juan, y así fue enviado para realizar su obra y encender por toda la tierra el fuego del Espíritu. Los cristianos que ya han sido consagrados a Dios por el Bautismo, reciben ahora la fuerza del Espíritu Santo siendo ungidos con el santo Crisma son marcados en su frente con el signo de la cruz. Por consiguiente, han de dar ante el mundo testimonio de la muerte y resurrección de Cristo.
«…el sacramento de la Confirmación es conferido por la unción del santo crisma en la frente, hecha imponiendo la mano, y con estas palabras: «Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo» (Pablo VI, Const. ap. Divinae consortium naturae).
La unción con óleo en general posee un simbolismo muy antiguo: considerada signo de abundancia, alegría, purificación, agilidad, curación, belleza, santidad y fuerza.
“Todas estas significaciones de la unción con aceite se encuentran en la vida sacramental. La unción antes del Bautismo con el óleo de los catecúmenos significa purificación y fortaleza; la unción de los enfermos expresa curación y consuelo. La unción del santo crisma después del Bautismo, en la Confirmación y en la Ordenación, es el signo de una consagración. Por la Confirmación, los cristianos, es decir, los que son ungidos, participan más plenamente en la misión de Jesucristo y en la plenitud del Espíritu Santo que éste posee, a fin de que toda su vida desprenda «el buen olor de Cristo» (cf 2 Co 2,15).” (Catecimo de la Iglesia Católica n. 1294)
Los cristianos en la confirmación al ser ungidos, son marcados como pertenecientes a Dios, se imprime en ellos el “carácter” sacramental, el cual es como un sello espiritual en nosotros que manifiesta nuestra adhesión al Señor, «el confirmado recibe el poder de confesar la fe de Cristo públicamente, y como en virtud de un cargo (quasi ex officio)» (Santo Tomás de Aquino) es decir lo propio de todo confirmado es ser testigo de Cristo resucitado como los apóstoles en Pentecostés.
“Cristo mismo se declara marcado con el sello de su Padre (cf Jn 6,27). El cristiano también está marcado con un sello: «Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones» (2 Co 1,22; cf Ef 1,13; 4,30). Este sello del Espíritu Santo, marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre, pero indica también la promesa de la protección divina en la gran prueba escatológica (cf Ap 7,2-3; 9,4; Ez 9,4-6)” (Catecimo de la Iglesia Católica n. 1296)
El sacramento de la Confirmación nos introduce en una relación más estrecha con Cristo y su Iglesia por la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas, es como un nuevo Pentecostés de ahí que produzca en nosotros ciertos efectos:
“la Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal:
— nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir «Abbá, Padre» (Rm 8,15).;
— nos une más firmemente a Cristo;
— aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo;
— hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia
— nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz” (Catecimo de la Iglesia Católica n. 1303)
El sacramento de la confirmación no debería ser considerado simplemente como un compromiso a cumplir para poder casarse, ni tampoco sólo como la ratificación de la fe en un joven o adulto que ha llegado a una edad madura, se trata ante todo de un encuentro personal con el Espíritu Santo, la unión cada vez más firme a Cristo y su Iglesia, es no sólo un llamado a vivir una vida más santa sino también la misma gracia que nos habilita para ella.
«Recuerda, pues, que has recibido el signo espiritual, el Espíritu de sabiduría e inteligencia, el Espíritu de consejo y de fortaleza, el Espíritu de conocimiento y de piedad, el Espíritu de temor santo, y guarda lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado con su signo, Cristo Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón la prenda del Espíritu» (San Ambrosio, De mysteriis 7,42).
Edificación espiritual (Actuar)
- ¿Qué aprendí de esta catequesis?
- ¿Cómo fue mi preparación a este sacramento? ¿Recuerdo cuando fue?
- ¿Cómo es mi relación el Espíritu Santo? ¿Clamo a Él a diario?
- ¿Cómo estoy dando testimonio de Cristo?