“Jesús, en efecto, enseñó a sus discípulos a tener su misma predilección por los enfermos y por quienes sufren y les transmitió la capacidad y la tarea de seguir dispensando en su nombre y según su corazón alivio y paz, a través de la gracia especial de ese sacramento. Esto, sin embargo, no nos debe hacer caer en la búsqueda obsesiva del milagro o en la presunción de poder obtener siempre y de todos modos la curación. Sino que es la seguridad de la cercanía de Jesús al enfermo y también al anciano, porque cada anciano, cada persona de más de 65 años, puede recibir este sacramento, mediante el cual es Jesús mismo quien se acerca a nosotros.” Papa Francisco
Celebración de la Palabra (Ver)
“Entonces un doctor de la Ley se levantó y dijo para tentarle: —Maestro, ¿qué puedo hacer para heredar la vida eterna? Él le contestó: —¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees tú? Y éste le respondió: —Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: —Has respondido bien: haz esto y vivirás. Pero él, queriendo justificarse, le dijo a Jesús: —¿Y quién es mi prójimo? Entonces Jesús, tomando la palabra, dijo: —Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos salteadores que, después de haberle despojado, lo cubrieron de heridas y se marcharon, dejándolo medio muerto. Bajaba casualmente por el mismo camino un sacerdote y, al verlo, pasó de largo. Igualmente, un levita llegó cerca de aquel lugar y, al verlo, también pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje se llegó hasta él y, al verlo, se llenó de compasión. Se acercó y le vendó las heridas echando en ellas aceite y vino. Lo montó en su propia cabalgadura, lo condujo a la posada y él mismo lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: «Cuida de él, y lo que gastes de más te lo daré a mi vuelta». ¿Cuál de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los salteadores? Él le dijo: —El que tuvo misericordia con él. —Pues anda —le dijo Jesús—, y haz tú lo mismo.” (Lc 10, 25-37)
“Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados” (St 5,14-15)
¿Cómo vemos en nuestra sociedad a los enfermos? ¿cómo vemos la enfermedad? ¿creemos todavía en los auxilios espirituales?
Catequesis (Juzgar)
Continuamos con nuestra profundización sobre los llamados sacramentos de curación, en esta ocasión hablaremos sobre la santa Unción, con la cual se dan a lo enfermos en peligro grave los auxilios espirituales necesarios para su condición.
«Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros , toda la Iglesia entera encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir, así, al bien del Pueblo de Dios» (LG 11).
«Esta unción santa de los enfermos fue instituida por Cristo nuestro Señor como un sacramento del Nuevo Testamento, verdadero y propiamente dicho, insinuado por Marcos (cf Mc 6,13), y recomendado a los fieles y promulgado por Santiago, apóstol y hermano del Señor» (Concilio de Trento: DS 1695, cf St 5, 14-15).
La enfermedad en sí misma se presenta ante el hombre como uno de los dramas más fuertes que aquejan su condición mortal, le redescubre su finitud, su impotencia y su debilidad, por esto mismo al reconocer su limitación también es habitualmente ocasión para abrirse a la acción de la gracia, el hombre necesitado de ayuda se da cuenta que no puede sólo, de ahí que se ocasión de un retorno a Dios.
El fundamento de este sacramento tiene su raíz última en la relación de Cristo con los enfermos, las curaciones milagrosas que realizaba son uno de los grandes signos de la llegada los tiempos mesiánicos, más aún su profunda compasión revela a los hombres el amor misericordioso de Dios. Puesto que la redención obrada por Cristo en el madero de la cruz también supone el rescate del hombre de esta condición, recordemos que la enfermedad ha sido una consecuencia del pecado original, el hombre en su condición preternatural era impasible, sin embargo Jesús no sólo recupera la inocencia moral del hombre por la justificación, sino que también la resurrección futura nos sitúa ante uno horizonte donde la enfermedad no existirá más. Si bien mientras vamos como peregrinos hasta que llegue aquel día, la esperanza no defrauda.
De igual modo sabemos que Cristo no ha curado a todos los enfermos que entraron en relación con Él, pero por su predicación y su pasión nos mostró como el sufrimiento mientras vamos por esta vida puede tener un sentido, a eso le llamamos el carácter redentor del sufrimiento. Asociados a su pasión en la cruz también desde nuestros dolores podemos colaborar a la salvación de la humanidad entera ofreciendo un sacrificio espiritual.
“Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus miserias: «El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades» (Mt 8,17; cf Is 53,4). No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal (cf Is 53,4-6) y quitó el «pecado del mundo» (Jn 1,29), del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión redentora.” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1505)
Esto no significa que hemos de ignorar el dolor o no hacer nada, el mismo Cristo que da un sentido redentor al sufrimiento también dio a sus apóstoles con el mandato misionero la tarea de “sanar a los enfermos”, esto se entiende en sentido espiritual combatiendo el mal moral pero también implica el carisma particular que tienen algunos de poder implorar la curación de los enfermos y no sólo eso desde ahí tenemos también el fundamento de lo que hoy llamamos “promoción humana” y que busca el auxilio de aquellos que pasan necesidad a causa de su enfermedad, de ahí el surgimiento de tantas instituciones religiosas que se dedican a la atención de los que padecen en este campo.
“»¡Sanad a los enfermos!» (Mt 10,8). La Iglesia ha recibido esta tarea del Señor e intenta realizarla tanto mediante los cuidados que proporciona a los enfermos, como por la oración de intercesión con la que los acompaña. Cree en la presencia vivificante de Cristo, médico de las almas y de los cuerpos. Esta presencia actúa particularmente a través de los sacramentos, y de manera especial por la Eucaristía, pan que da la vida eterna (cf Jn 6,54.58) y cuya conexión con la salud corporal insinúa san Pablo (cf 1 Co 11,30).
No obstante, la Iglesia apostólica tuvo un rito propio en favor de los enfermos, atestiguado por Santiago: «Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados» (St 5,14-15). La Tradición ha reconocido en este rito uno de los siete sacramentos de la Iglesia (cf DS 216; 1324-1325; 1695-1696; 1716-1717).” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1509-1510)
Este sacramento es administrado por la unción con el óleo de los enfermos, aceite consagrado con el cual se busca comunicar la gracia de Dios para auxiliar al enfermo. Se ungen la frente y las manos del enfermo mientras se dice «Por esta santa unción, y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad” Este sacramento no es sólo para los que están a punto de morir sino también para todo aquel que comienza a estar en peligro grave de muerte sea por enfermedad o por vejez. También puede administrarse a los que serán operados con tal de que la causa de la intervención quirúrgica sea una enfermedad grave. “Ha de darse la santa Unción a los niños, a condición de que comprendan el significado del sacramento” (Ritual de la Unción de los enfermos n.12) también “Ha de darse la santa Unción a aquellos enfermos que, aun habiendo perdido el uso de los sentidos y el conocimiento, cuando estaban en posesión de sus facultades lo hayan pedido al menos de manera implícita” (Ritual de la Unición de los enfermo n. 10)
La santa unción tiene diferentes efectos en la vida de la persona:
“La gracia especial del sacramento de la Unción de los enfermos tiene como efectos:
— la unión del enfermo a la Pasión de Cristo, para su bien y el de toda la Iglesia;
— el consuelo, la paz y el ánimo para soportar cristianamente los sufrimientos de la enfermedad o de la vejez;
— el perdón de los pecados si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de la penitencia;
— el restablecimiento de la salud corporal, si conviene a la salud espiritual;
— la preparación para el paso a la vida eterna.” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1532)
Edificación espiritual (Actuar)
¿Qué aprendí de esta catequesis?
¿Cómo soy yo para tratar con el tema de la enfermedad? ¿tengo algún enfermo o un anciano de edad muy avanzada en casa?
¿Reconozco el valor redentor del sufrimiento? ¿cómo lo vivo?
¿Alguna vez he tenido la experiencia de recibir la santa unción de los enfermos?
¿Sé que hay una pastoral en la parroquia dedicada a esto? ¿me gustaría unirme?