“Este sacramento nos conduce al corazón del designio de Dios, que es un designio de alianza con su pueblo, con todos nosotros, un designio de comunión. Al inicio del libro del Génesis, el primer libro de la Biblia, como coronación del relato de la creación se dice: «Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó… Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne» (Gn 1, 27; 2, 24). La imagen de Dios es la pareja matrimonial: el hombre y la mujer; no sólo el hombre, no sólo la mujer, sino los dos. Esta es la imagen de Dios: el amor, la alianza de Dios con nosotros está representada en esa alianza entre el hombre y la mujer. Y esto es hermoso. Somos creados para amar, como reflejo de Dios y de su amor. Y en la unión conyugal el hombre y la mujer realizan esta vocación en el signo de la reciprocidad y de la comunión de vida plena y definitiva.” (Papa Francisco)
Celebración de la Palabra (Ver)
“¡Bendito eres, Dios de nuestros padres, y bendito tu nombre por todos los siglos de los siglos! ¡Que los cielos y tu creación entera te bendigan por siempre jamás! Tú creaste a Adán y creaste para él a Eva, su mujer, para que fuera su ayuda y su apoyo. De ambos ha surgido el género humano. Tú dijiste que no era bueno que el hombre estuviera solo: «Hagámosle una ayuda semejante a él». Ahora tomo a esta pariente mía no por causa del placer, sino con rectitud de intención. Ten misericordia de ella y de mí, para que alcancemos juntos la ancianidad. 8Después dijeron juntos: —¡Amén, amén!” (Tb 8, 5-7)
¿Cómo ha sido el ejemplo en mi familia sobre el matrimonio? ¿Qué piensa nuestra sociedad actual sobre él?
Catequesis (Juzgar)
El matrimonio es definido por la Iglesia como una alianza, sociedad y comunidad formados por un hombre y una mujer, en la cual la vida y el amor están llamados a desarrollarse y ser ocasión de santificación para los que la conforman. El matrimonio constituye una vocación, un estado de vida en la Iglesia, aunque proviene del orden natural ha sido sobrenaturalizado por Cristo, y tiene un rol fundamental en la vida de la Iglesia de cara a la edificación del Reino de los cielos. De ahí que el sacramento por el cual se sella la alianza matrimonial sea considerado junto al sacramento del orden como un sacramento de servicio, ya que los cónyuges viviendo su vocación como familia y abriéndose a la vida hacen aumentar el número de los miembros del cuerpo de Cristo.
“»La íntima comunidad de vida y amor conyugal, está fundada por el Creador y provista de leyes propias. […] El mismo Dios […] es el autor del matrimonio» (GS 48,1). La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanente. A pesar de que la dignidad de esta institución no se trasluzca siempre con la misma claridad (cf GS 47,2), existe en todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial. «La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar» (GS 47,1).” Catecismo de la Iglesia Católica n. 1603
La presencia de Jesús en las Bodas de Caná de Galilea no sólo constituyen una epifanía, una manifestación de Jesús como Mesías y Salvador, sino que a su vez ha sido vista en la Iglesia como signo de la bondad del matrimonio el cual Cristo santifica con su presencia, recordemos la Biblia comienza con una pareja Adán y Eva y culmina con otra el Cordero y la Jerusalén celeste, de hecho la Liturgia Matrimonial dice que la unión del hombre y la mujer “establecida desde el principio”…goza de “la única bendición que no fue abolida por el pecado original, ni por el castigo del diluvio” para denotar como en el plan de Dios el matrimonio tiene una santidad tal que convertido en signo de la caridad de Dios consagra el amor humano por medio de Cristo.
La alianza matrimonial es por eso signo del amor entre Dios y su Pueblo, la donación total que marido y mujer hacen mutuamente de sí el uno al otro manifiestan la entrega total que implica el amor entre Cristo y su Iglesia, de modo que las propiedades del matrimonio, a saber, su unidad e indisolubilidad, también transparentan el estrecho vínculo de amor perenne que se establece entre Cristo esposo y la Iglesia esposa, por unidad se entiende el hecho de que un solo hombre se une a una sola mujer y por tanto este vínculo no admite ser compartido, bien lo decía el Señor en el Evangelio “no se puede servir a dos Señores” (Mt 6, 24) esto da origen a la exclusividad que se vive en el matrimonio, con esto se evidencia ese amor particular de elección que Dios tiene hacia su Pueblo.
La indisolubilidad se refiere al hecho que la alianza pactada no se puede romper ya que “lo que Dios unió no lo separa el hombre” (Mt 19, 6) y ésta es signo del amor de Dios que no pasa y que no obstante los pecados de su Pueblo, no rompe su alianza con Él. Hay quienes cuestionan la indisolubilidad matrimonial arguyendo que Jesús también dijo «excepto en el caso de fornicación» (Mt 5, 32) sin embargo esto no se trata de una excepción a la indisolubilidad sino que con el griego “porneia” se hacía referencia a unas uniones incestuosas que se admitían como válidas entre algunos paganos pero no así por la ley mosaica, más aún, basta ver ambos texto juntos para descubrir que el libelo de repudio mosaico era a causa de la dureza de corazón y que en todo caso se prohíbe una nueva unión. Por tanto, el matrimonio es uno para toda la vida, el vínculo solo se disuelve con la muerte del cónyuge.
¿Qué hay de la nulidad matrimonial de la cual algunos han escuchado? No se trata de una disolución del matrimonio y mucho menos válida es la expresión “el divorcio de la Iglesia”, la nulidad matrimonial es una sentencia formal de parte de un Tribunal establecido en la Diócesis por el obispo en el cual, habiendo realizado las investigaciones pertinentes, se “declara” que nunca hubo matrimonio y por tanto la persona es libre de contraerlo. No todo proceso que se realiza en el Tribunal termina en declaración de nulidad. Si se comprueba que el matrimonio fue contraído válidamente los esposos, aunque puedan estar separados por causa grave, no pueden realizar una nueva unión con otra persona.
Otro punto importante para tratar son los fines del matrimonio, a saber, el bien de los esposos y la procreación y educación de los hijos. Cuando hablamos del bien de los esposos recordamos que el matrimonio responde a la vocación al amor de todo ser humano, un amor que sobrenaturalizado por el sacramento se convierte en ocasión de santificación; Y cuando hablamos de los hijos que vienen en el matrimonio no sólo recordamos la multiplicación y preservación de la especie humana, sino ante todo como fruto de la unión entre los esposos estos colaboran con la obra de la creación del Señor y adquieren el deber importantísimo de vivir una paternidad responsable que se concretiza en la educación de los hijos y de un modo especial en la tutela de su educación en la fe.
De ahí el porqué no obstante las dificultades que pueden surgir en la convivencia del día a día entre quienes deciden hacer una vida juntos, la Iglesia invita a ver en el sacramento del matrimonio la bendición del Señor sobre aquellos que buscan vivirlo según su voluntad, encontrando en él una fuente de dicha y santidad, signo y comunicación de la gracia de Dios.
“(Cristo) Viniendo para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando a sí mismos, tomando sobre sí sus cruces (cf Mt 8, 34), los esposos podrán «comprender» (cf Mt 19, 11) el sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta gracia del Matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de toda la vida cristiana.” Catecismo de la Iglesia Católica n. 1615
En la celebración del Matrimonio tenemos que recordar que los ministros son los esposos, ellos son los verdaderos protagonistas, un hombre y una mujer bautizados libres para contraer el sacramento, esto significa que no obran por coacción y que no están impedidos por ninguna ley civil (por ej. Estar casado civilmente con otra persona) o ley eclesiástica (la falta de edad, la consanguinidad o haber hecho voto público y perpetuo de castidad como religioso, etc.).
El acto fundamental del matrimonio es el consentimiento que se define como un “acto humano, por el cual los esposos se dan y reciben mutuamente” (Gaudium et Spes 48, 1), se trata de un acto de la voluntad, libre de violencia o de temor externo. Y se expresa con la una de las diferentes fórmulas establecidas en el Ritual del Matrimonio, la primera y más común es la siguiente:
“El esposo: Yo, N., te recibo a ti, N., como esposa y me entre- go a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.
La esposa: Yo, N., te recibo a ti, N., como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.“
El sacerdote como ministro cualificado recibe el consentimiento en nombre de la Iglesia diciendo: “El Señor confirme con su bondad este consentimiento vuestro que habéis manifestado ante la Iglesia y os otorgue su copiosa bendición. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Bendigamos al Señor.” Durante la celebración el intercambio de anillos y arras, lazo, etc. Son más bien ritos explicativos.
Meditar acerca del Matrimonio cristiano es sumamente amplio, pero no debemos olvidar que todo sacramento ha sido dado por Cristo para la santificación de su Iglesia, por ello siempre animamos a los esposos en primer lugar a siempre cultivar el amor ya que de ese modo adquieren nuevas fuerzas para vivir este itinerario de vida hacia el cielo, y si las dificultades surgen como en cualquier comunidad humana, saber pedir ayuda, el matrimonio fundamento de la familia es un tesoro dado por Dios para la edificación del Reino
Edificación espiritual (Actuar)
¿Qué aprendí en esta catequesis?
¿Cuáles pensamos son los desafíos que los matrimonios experimentan hoy en día?
¿Por qué creemos tantos se “acompañan” y no se casan?
Sucede que hay quienes ven el matrimonio sólo como una celebración y no tanto como un estado de vida en la Iglesia ¿Cómo promover una “cultura vocacional” sobre el matrimonio?
El Salvador se dice que es el país con más baja tasa de natalidad en centroamérica ¿cómo propiciar una visión positiva de la apertura a la vida?
¿Qué desafíos enfrentan las familias hoy en día en la educación cristiana de sus hijos?