XX – Sacramentales y la Liturgia de las Horas

“Debe ser grande la virtud del agua bendita. Para mí es particular y muy conocida consolación que siente mi alma cuando lo tomo. Es cierto que lo muy ordinario es sentir una recreación que no sabría yo darla a entender, como un deleite interior que toda el alma me conforta. Esto no es antojo, ni cosa que me ha acaecido sola una vez, sino muy muchas, y mirado con gran advertencia. Digamos como si uno estuviese con mucha calor y sed y bebiese un jarro de agua fría, que parece todo él sintió el refrigerio. Considero yo qué gran cosa es todo lo que está ordenado por la Iglesia, y regálame mucho ver que tengan tanta fuerza aquellas palabras, que así la pongan en el agua, para que sea tan grande la diferencia que hace a lo que no es bendito.” Santa Teresa de Jesús

Celebración de la Palabra (Ver)

“Les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier cosa que quieran pedir, mi Padre que está en los cielos se lo concederá. Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mt 18, 18-20)

¿Qué valor tienen en nuestra familia los crucifijos, las imágenes, el agua bendita etc? ¿Cómo se vive en nuestras familias las procesiones, rosarios u otros rezos de piedad popular? ¿Conocemos que es la Liturgia de las Horas?

Catequesis (Juzgar)

Los sacramentos dijimos al comenzar este segundo bloque de catequesis sobre la “celebración de la fe” son signos sensibles instituidos por Cristo que causan la acción de la gracia. Ahora bien dentro de la vida de la Iglesia, en virtud de la autoridad que el mismo Señor le ha delegado, también encontramos los así llamados “sacramentales” estos son: “Estos son signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida”  (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1667)

Los sacramentales miran a la santificación de la Iglesia en sus diferentes ministerios, estados de vida, circunstancias de la vida o las cosas al uso de los hombres. De ordinario se componen de una oración acompañada del algún signo determinado. Ellos nos confieren la gracia del Espíritu Santo pero por la oración de la Iglesia disponen a recibirla y a cooperar con ella.

Entre los sacramentales están en primer punto las bendiciones, la cual es siempre una alabanza a Dios y oración para alcanzar sus dones, cuando estas bendiciones tienen un alcance permanente tiene como efecto “consagrar” personas a Dios y reservar para el uso litúrgico objetos y lugares.

“Entre las que están destinadas a personas —que no se han de confundir con la ordenación sacramental— figuran la bendición del abad o de la abadesa de un monasterio, la consagración de vírgenes y de viudas, el rito de la profesión religiosa y las bendiciones para ciertos ministerios de la Iglesia (lectores, acólitos, catequistas, etc.). Como ejemplo de las que se refieren a objetos, se puede señalar la dedicación o bendición de una iglesia o de un altar, la bendición de los santos óleos, de los vasos y ornamentos sagrados, de las campanas, etc.” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1672)

También entre los sacramentales tenemos lo exorcismos los cuales ocurren cuando “la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona u objeto sea protegido contra la asechanzas del Maligno y sustraída de su dominio” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1673) Existe una forma simple de exorcismo como la que se utiliza en los bautismos, pero el llamado “exorcismo solemne” sólo puede ser practicado por un sacerdote con permiso del obispo.

Entre los sacramentales más frecuentes tenemos el uso devoto del agua bendita que nos recuerda el bautismo, nos purifica, y nos previene de las asechanzas del enemigo, o también la bendición sacerdotal. Así como otros actos de piedad popular con la recitación del Santo Rosario, procesiones, peregrinajes, etc. a los cuales la Iglesia asocia numerosas gracias como las indulgencias.

Antes de terminar este apartado hablemos por un momento de la Liturgia de las Horas conocida también como el Oficio Divino. Esta constituye la oración oficial de la Iglesia que a largo del día busca santificar la jornada a través de la recitación de los salmos y supone una continuación de la Sagrada Liturgia celebrada en la santa Misa. Tiene su plena manifestación en los monjes y monjas de clausara que entre el trabajo y la oración desenvuelven su vida ordinaria. Los ministros ordenados y diversas comunidades religiosas se obligan a participar en esta oración constante de la Iglesia, pero ello no significa que sólo ellos lo puedan hacer, de hecho, todos los miembros de la Iglesia están invitados a unirse a esta oración. La Conferencia Episcopal de los Obispo de Estados Unidos nos dan una maravillosa descripción de este aspecto de la vida de la Iglesia:

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La Liturgia de las Horas, también conocida como Oficio divino o la obra de Dios (opus Dei), es la oración diaria de la Iglesia, que marca las horas de cada día y santifica el día con oración. Las Horas son un diálogo meditativo sobre el misterio de Cristo, que usa Escritura y oración. A veces el diálogo es entre la Iglesia o el alma individual y Dios; a veces es un diálogo entre los miembros de la Iglesia y a veces es incluso entre la Iglesia y el mundo. El Oficio divino es «verdaderamente la voz de la Esposa misma dirigida al Esposo. Es la propia oración que Cristo junto con su Cuerpo dirige al Padre»  (Sacrosanctum Concilium, n. 84). El diálogo siempre se lleva en presencia de Dios y utilizando las palabras y la sabiduría de Dios. Cada una de las cinco horas canónicas incluye selecciones de los Salmos que culminan en una proclamación de la Escritura. Las dos horas más importantes (o bisagra) son la Oración de la Mañana y la Oración de la Tarde (Laudes y Vísperas). Cada una de ellas incluye un cántico del Evangelio: el Cántico de Zacarías tomado de Lucas 1, 68-79 para la Oración de la Mañana (conocido como Benedictus), y el cántico de María, tomado de Lucas 1, 46-55 para la Oración de la Tarde (conocido como Magnificat). El cántico del Evangelio funciona como un tipo de extensión meditativa de la proclamación de la Escritura a la luz del evento de Cristo. Las Oraciones de la Mañana y la Tarde también incluyen intercesiones que surgen de la proclamación de la Escritura del mismo modo en que los Salmos la preparan.

En las Horas, se ejercita el sacerdocio real de los bautizados y este sacrificio de alabanza se conecta así al sacrificio de la Eucaristía, ambos a la vez preparando y surgiendo de la Misa».

Los himnos y letanías de la Liturgia de las Horas integran la oración de los salmos en el tiempo de la Iglesia, expresando el simbolismo de la hora del día, la estación litúrgica o la fiesta que se celebra. Es más, la lectura de la Palabra de Dios en cada hora (y las consecutivas respuestas o troparia) y las lecturas de los Padres de la Iglesia y los maestros espirituales en ciertas horas, revelan más profundamente el misterio que se celebra, ayudan a comprender los salmos y preparan para la oración en silencio» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1177).

Las cinco Horas del Oficio Divino son:

Oficio de lectura

«El Oficio de lectura se orienta a ofrecer al pueblo de Dios, y principalmente a quienes se han entregado al Señor con una consagración especial, una más abundante meditación de la palabra de Dios y de las mejores páginas de los autores espirituales. Pues si bien es verdad que en la misa de cada día se lee ahora una más rica serie de lecturas bíblicas, no puede negarse que el tesoro de la revelación y de la tradición contenido en el Oficio de lectura es un gran provecho espiritual» (Principios y Normas Generales de la Liturgia de las Horas [PNGLH], n. 55).

Oración de la Mañana — Laudes

«Las Laudes matutinas están dirigidas y ordenadas a santificar la mañana, como salta a la vista en muchos de sus elementos. San Basilio expresa muy bien este carácter matinal con las siguientes palabras: ‘Al comenzar el día, oremos para que los primeros impulsos de la mente y del corazón sean para Dios, y no nos preocupemos de cosa alguna antes de habernos llenado de gozo con el pensamiento de Dios, según está escrito: «Me acordé del Señor y me llené de gozo» (Sal 77 [76], 4), ni empleemos nuestro cuerpo en el trabajo antes de poner por obra lo que fue dicho: «A ti te suplico, Señor, por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa y me quedo aguardando»‘ (Sal 5, 4-5; S. Basilio el Grande, Regulæ fusius tractatæ, resp. 37, 3: PG 31, 1014).

«Esta Hora, que se celebra con la primera luz del día, trae, además, a la memoria el recuerdo de la resurrección del Señor Jesús, que es la luz verdadera que ilumina a todos los hombres (cf. Jn 1, 9) y ‘el sol de justicia’ (Mal 3, 20), ‘que nace de lo alto’ (Lc 1, 78). AsI se comprende bien la advertencia de san Cipriano: ‘Se hará oración por la mañana para celebrar la resurrección del Señor con la oración matutina’ (S. Cipriano, De oratione dominica, 35: PL 4, 1015)» (PNGLH, n. 38).

Oración del Día — Tercia, Sexta, Nona

(se puede hacer a media mañana, mediodía, o media tarde)

«Conforme a una tradición muy antigua de la Iglesia, los cristianos acostumbraron a orar por devoción privada en determinados momentos del día, incluso en medio del trabajo, a imitación de la Iglesia apóstolica; esta tradición, andando el tiempo, cristalizó de diversas maneras en celebraciones litúrgicas.

«Tanto en Oriente como en Occidente se ha mantenido la costumbre litúrgica de rezar Tercia, Sexta y Nona, principalmente porque se unía a estas Horas el recuerdo de los acontecimientos de la pasión del Señor y de la primera propagación del Evangelio» (PNGLH, nn. 74-75).

Oración de la Tarde — Vísperas

«Se celebran las Vísperas por la tarde, cuando atardece y el día va de caída, ‘en acción de gracias por cuanto se nos ha otorgado en la jornada y por cuanto hemos logrado realizar con acierto’ (S. Basilio el Grande, Regulæ fusius tractatæ, resp. 37, 3: PG 31, 1015). También hacemos memoria de la rendición por medio de la oración que elevamos ‘como el incienso en presencia del Señor’, y en la cual ‘el alzar de nuestras manos’ es ‘como ofrenda de la tarde’ (cf. Sal 141 [140], 2). Lo cual ‘puede aplicarse también con mayor sentido sagrado a aquella verdadera ofrenda de la tarde que el divino Redentor instituyó precisamente en la tarde en santos misterios de la Iglesia, y que ofreció al Padre en la tarde del día siguiente, que representa la cumbre de los siglos, alzando sus manos por la salvación del mundo’ (Casiano, De institutione cœnobiorum, lib. 3, cap. 3: PL 49, 124. 125). Y para orientarnos con la esperanza hacia la luz que no conoce ocaso, ‘oramos y suplicamos para que la luz retorne siempre a nosotros, pedimos que venga Cristo a otorgarnos el don de la luz eterna’ (S. Cipriano, De oratione dominica, 35: PL 4, 560). Precisamente en esta Hora concuerdan nuestras voces con las de las Iglesias orientales, al invocar a la ‘luz gozosa de la santa gloria del eterno Padre, Jesucristo bendito; llegados a la puesta del sol, viendo la luz encendida en la tarde, cantamos a Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo…'» (PNGLH, n. 39).

Oración de la Noche — Completas

«Las Completas son la última oración del día, que se ha de hacer antes del descanso nocturno, aunque haya pasado ya la media noche» (PNGLH, n. 84). Los salmos elegidos para la oración de la Noche son de plena confianza en el Señor.”

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Con esta breve descripción de que son los sacramentales y la Liturgia de las Horas terminamos nuestro apartado acerca de la celebración de la fe, el ministerio de santifación de la Iglesia se ejercita de modo especial a través de los sacramentos y se prolonga a través de estos últimos elementos que hemos tratado. La fe que profesamos viene celebrada, el siguiente paso será en las próximas catequesis adentrarnos la vida nueva en Cristo Jesús, es decir, en la formación de la vivencia de la fe.

Edificación espiritual (Actuar)

¿Qué aprendí de esta catequesis?

¿Qué sacramentales suelo frecuentar?

¿Qué devociones o actos de piedad popular ha frecuentado mi familia? ¿Conocía ya sobre la Liturgia de las Horas?

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