XIX Domingo Tiempo Ordinario – Ciclo A
«Estos son los fuertes en la Iglesia. Atended, escuchad, entended, obrad. Porque no hay que tratar aquí con los fuertes, para que sean débiles, sino con los débiles para que sean fuertes. A muchos les impide ser fuertes su presunción de firmeza. Nadie logra de Dios la firmeza, sino quien en sí mismo reconoce su flaqueza… Contemplad el siglo como un mar, lo que cae bajo tus pies. Si amas al siglo, te engullirá. Sabe devorar a sus amadores, no soportarlos. Pero, cuando tu corazón fluctúa invoca la divinidad de Cristo… Dí: «¡Señor, perezco, sálvame!». Dí: «perezco», para que no perezcas. Porque solo te libra de la carne quien murió por ti en la carne» San Agustín
1. Celebración de la Palabra
• 1R 19, 9a. 11-13a. Permanece de pie en el monte ante el Señor.
• Sal 84. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
• Rm 9, 1-5. Desearía ser un proscrito por el bien de mis hermanos.
• Mt 14, 22-33. Mándame ir a ti sobre el agua.
La primera lectura nos presenta a Elías que sube a la montaña al encuentro con Dios. El salmo 84 canta a los beneficios de Dios sobre su Pueblo. En la segunda lectura vemos a san Pablo que anhela la conversión del Pueblo judío. Y en el Evangelio contemplamos a Pedro caminando sobre las aguas.
¿Qué aguas siento tambalear a menudo bajo mis pies?
2. Catequesis
Elías en el Horeb y los apóstoles en la barca, se ven expuestos a la violencia de las fuerzas de la naturaleza: el huracán, el fuego, el terremoto, la tormenta, el vaivén de las olas, la oscuridad de la noche, etc. En medio de toda esa situación tumultuosa y contraria cualquiera siente temor, sin embargo ha sido Dios mismo que ha permitido que hagan aquella experiencia, fue el Señor que mandó a Elías al monte, fue Jesús quien envió a los discípulos en la barca al lago.
Elías se percata de la brisa suave, los apóstoles contemplan a Jesús que avanza caminando por la aguas, en medio de la tribulación surge un hecho insólito, la atención cambia y se posa en este elemento que se mueve y se presenta con toda tranquilidad y sosiego.
Es entonces que vemos que Elías se pone de pie en el monte y que Pedro se pone de pie sobre el agua, y ambos escuchan la voz del Señor que habla. Por un momento todo lo demás pasa a un segundo plano, el hombre se abre a la presencia de Dios.
Sin embargo en el relato del Evangelio vemos un matiz diferente, vemos al hombre que se distrae, vuelve a poner su mirada en la tormenta y se comienza a hundir. Sabemos cuando la mirada se aparta de Cristo, la vida parece que se nos va, en esos momentos vemos como la fe se pone a prueba.
La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí abajo. Entonces veremos a Dios «cara a cara» (1Co 13, 12), «tal cual es» (1Jn 3, 2). La fe es pues ya el comienzo de la vida eterna:
Mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como el reflejo en un espejo, es como si poseyéramos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nos asegura que gozaremos un día ( S. Basilio, Spir. 15, 36; cf. S. Tomás de A., s. th. 2 – 2, 4, 1).
“Ahora, sin embargo, «caminamos en la fe y no en la visión» (2Co 5, 7), y conocemos a Dios «como en un espejo, de una manera confusa, … imperfecta» (1Co 13, 12). Luminosa por aquel en quien cree, la fe es vivida con frecuencia en la oscuridad. La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación.” (Catecismo n. 164)
De hecho el Señor se les hizo presente en la hora más oscura “la cuarta vigilia de la noche” dice el texto (una noche tenía 4 vigilias) es la hora más difícil, Pedro en su aflicción grita “Señor Sálvame” y Jesús extiende su mano. Subieron ambos a la barca y el viento amainó dice la Escritura. Jesús se presenta como Señor del cosmos, todo lo creado se encuentra sometido a Él.
Un corazón inquieto no encuentra sosiego en la multiplicidad de estímulos sino sólo en la contemplación, basta observar la multitud de “entretenimientos” a los que habitualmente nos exponemos con la intención de distraernos cuando hay un problema que nos atiene resolver y que de momento nos agobia, en un inicio aquello podría parecer que nos da un alivio sin embargo las cosas no han cambiado, la tormenta continúa azotar y ya no sólo golpea la casa sino que se empeora por el desorden que hay dentro de ella.
Cómo dicen en caso de emergencia lo primero que hay que hacer es mantener la calma, y esto lo hacemos no distrayendo nuestra atención sino concentrándola sobre un punto en específico, puede que un problema requiera una serie de pasos para poderse resolver, pero sólo podemos trabajar una cosa a la vez, para descubrirla es preciso concentrarse.
Ahora bien, en el día a día el cristiano debe enfrentar numerosas situaciones contrarias que le podrían hacer apartarse del camino que le conduce a su fin último, puede encontrar diferentes oposiciones la vivencia de su vocación altísima a una vida de santidad, habitualmente hablamos por ello del combate espiritual, que no es otra cosa sino la correspondencia de nuestra libertad a la gracia que se nos ha dado en el bautismo, ahí es donde nosotros buscamos no sólo evitar el pecado sino sobre todo buscamos procurar el bien en toda situación a través de una vida virtuosa, una vida cuyo fuente, móvil y fin es el amor de Dios.
En medio de este combate para no dejarnos llevar por la distracción que podrían presentarnos las tribulaciones que encontramos en el camino hemos de aprender a poner la mirada en el Señor que se manifiesta aún en medio de esa situación, de ahí que en la vida espiritual se nos invite constantemente a ejercitarnos en el recogimiento interior.
Por él buscamos reunir toda nuestra atención en un sólo lugar, en un sólo tema, buscamos poner nuestros pensamientos, afectos, intenciones en una sola persona, Cristo Jesús, así a través de la oración silenciosa, mientras meditamos en su palabra y ejemplo de vida, es que buscamos descubrir los principios que nos guiarán a vivir en plenitud nuestra vocación al amor en medio de lo concreto de nuestra vida.
El contexto actual en el que parece siempre un momento de crisis, como los discípulos a veces nos parece que nos encontramos sumergidos en la hora más oscura, parece que nos encontramos envueltos en la incertidumbre de cuándo terminarán las situaciones duras, nos sentimos a merced de las crisis de salud como olas golpea la barca por un lado, la crisis económica se presenta como los vientos huracanados que golpean por el otro, crisis emocionales en el estrés, ansiedad, ataques de pánico, depresiones, etc; crisis familiares papá y mamá que viven trabajando y no atienden la educación de sus hijos, o hijos que a turnos ven a sus padres, hermanos que son separados, niños y jovenes criados por los abuelos; crisis morales gente que vive haciendo el mal cayendo en el pecado y que siente que ya no puede hacer el bien (así soy se resignan); crisis espirituales Dios no pinta en la vida pero se busca un modo de vivir la trascendencia en la brujería, espiritismo, piedad popular mal entendida, prácticas esotéricas y suspersticiones; como los apóstoles que eran presa del temor también nosotros experimentamos vientos y golpes de olas.
La crisis se dice que marcan momentos de paso en la vida, un paso se puede dar para adelante o para atrás, todo dependerá del modo en que la enfrentemos, si nuestra mirada está puesta en Cristo, ciertamente aquello será una ocasión para que como los apóstoles y el profeta nosotros también podamos contemplar la gloria de Dios. Si sentimos que no podemos más y que nos hundimos hagamos nuestra la oración de san Pedro “Señor, sálvame” y sujeta la mano del Señor que sale a tu encuentro. Por ello en esos momentos de crisis, no debemos descuidar la oración y la vida de recogimiento interior, serenidad, tratar una cosa a la vez y confiar en el Señor. Aquel hizo subir a Elías al Horeb lo sostuvo en pie, Aquel que envió los discípulos en la barca, los hizo llegar al otro lado, ¿acaso no hará lo mismo el Señor con nosotros si nos ponemos en su manos?
“Entonces es cuando debemos volvernos hacia los testigos de la fe: Abraham, que creyó, «esperando contra toda esperanza» (Rm 4, 18); la Virgen María que, en «la peregrinación de la fe» (LG 58), llegó hasta la «noche de la fe» (Juan Pablo II, R Mat 18) participando en el sufrimiento de su Hijo y en la noche de su sepulcro; y tantos otros testigos de la fe: «También nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe» (Hb 12, 1-2).” (Catecismo n. 165) Decía el Beato Pier Giorgio Frassati “El porvenir está en las manos de Dios y mejor que esto no podrían andar las cosas”
3. Edificación Espiritual
¿Cómo vivo habitualmente los momentos de crisis?
¿Se nota en mi vida que confío en el Señor? O ¿qué cosas hacen tambalear mi fe?
¿Cómo busco profundizar mi fe en el Señor?
¿Se descubrir a Dios en el silencio?
¿ Los discípulos supieron reconocer al Señor, así se postraron ante Él y lo proclamaron el
Hijo de Dios, en mi caso, ¿quién es Jesús para mí?4