“La oración no se reduce al brote espontáneo de un impulso interior: para orar es necesario querer orar. No basta sólo con saber lo que las Escrituras revelan sobre la oración: es necesario también aprender a orar. Pues bien, por una transmisión viva (la sagrada Tradición), el Espíritu Santo, en la «Iglesia creyente y orante» (DV 8), enseña a orar a los hijos de Dios.” (Catecismo n. 2650)
Estas palabras del catecismo resultan muy elocuentes porque nos recuerda que la oración no es sólo un acto que se realiza cuando “me nace” o “me siento motivado” sino ante todo es un ejercicio voluntario en el cual nos adentramos en la contemplación y reflexión creyente de los misterios de la fe. ¿Cuáles son las fuentes de donde podemos beber para encontrarnos con el Señor en la oración? La Palabra de Dios, la Sagrada Liturgia, las virtudes teologales, y el “hoy” que vivimos sea que lo llevemos a la oración o que llevemos la oración a esos pequeños instantes de cada día.
El lenguaje de la oración en sus palabras, melodías, gestos, iconografía va mediado por el contexto cultural, histórico y social que vive la Iglesia en los diferentes lugares donde se peregrina y en los cuáles el Magisterio discierne la fidelidad a la Tradición de la fe. La oración cristiana es profundamente Trinitaria, sea porque se dirija al Padre por medio del Hijo, sea porque clame el Santo Nombre de Jesús para invocarle como hace los cristianos orientales con la oración del corazón (“Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí que soy un pecador”) sea que clame al Espíritu Santo, el Maestro interior para que nos mueve interiormente en la oración y particularmente ante los o terminar acontecimientos importantes “Ven Espíritu Santo”
La oración va hecha en la comunión de la Iglesia con la santa Madre de Dios, ella nos muestra el Camino, es signo que nos lleva al Señor.
“A partir de esta cooperación singular de María a la acción del Espíritu Santo, las Iglesias han desarrollado la oración a la santa Madre de Dios, centrándola sobre la persona de Cristo manifestada en sus misterios. En los innumerables himnos y antífonas que expresan esta oración, se alternan habitualmente dos movimientos: uno “engrandece” al Señor por las “maravillas” que ha hecho en su humilde esclava, y por medio de ella, en todos los seres humanos (cf. Lc 1, 46-55); el segundo confía a la Madre de Jesús las súplicas y alabanzas de los hijos de Dios, ya que ella conoce ahora la humanidad que en ella ha sido desposada por el Hijo de Dios.” (Catecismo n. 2675)
María es denominada por el catecismo la “orante perfecta” (n. 2679) y en el Ave María hemos encontrado en la Iglesia esta expresión privilegiada del doble movimiento de alabanza al Señor y de súplica de su intercesión. No hemos de dudar que podemos orar con María y podemos orar también a ella.
Junto a nuestra Buena Madre, también encontramos numerosos testigos que nos invitan a la oración, existen santos que de un modo particular se han caracterizado por esta enseñanza, así como una vez en el cielos nos auxilian con su intercesión, entorno a ello se han desarrollado diferentes espiritualidades que de algún modo recogen el carisma personal de aquellos para ser transmitidos a sus discípulos, como Elías que participaba de su espíritu a Eliseo (2 Re 2, 9) “las diferentes espiritualidades cristianas participan de la tradición viva de la oración y son guías indispensables para los fieles. En su rica diversidad, reflejan la pura y única Luz del Espíritu Santo” (Catecismo n. 2684)
La Iglesia nos recuerda la importancia que tienen sus miembros como servidores de la oración, es decir como aquellos que han de enseñar los caminos del encuentro con Dios a sus hijos, a saber, la familia cristiana, los ministros ordenados, los religiosos y la catequesis de niños, jóvenes y adultos, así como los llamados Grupos de Oración. En este caminar es muy importante también notar como el Espíritu Santo suscita entre los fieles dones de sabiduría, fe y discernimiento para ayudar a los demás en las vías de la oración.
“Por eso, el alma que quiere avanzar en la perfección, según el consejo de san Juan de la Cruz, debe “mirar en cuyas manos se pone, porque cual fuere el maestro tal será el discípulo, y cual el padre, tal el hijo”. Y añade que el director: “además de ser sabio y discreto, ha de ser experimentado. […] Si no hay experiencia de lo que es puro y verdadero espíritu, no atinará a encaminar el alma en él, cuando Dios se lo da, ni aun lo entenderá” (Llama de amor viva, segunda redacción, estrofa 3, declaración, 30).” (Catecismo n. 2690)
También a la hora de tratar este tema, se responde a la pregunta ¿dónde orar? De un modo particular sabemos que contamos con el Templo, casa de Dios, también la capilla de Adoración, o el recurso a santuarios y monasterios, incluso asociarse a peregrinajes puede ser una ocasión para tiempos fuertes, , pero en casa también puede tenerse un “rincón para la oración” hay quienes dedican una habitación a modo de oratorio, o puede ser literalmente un altar con imágenes de santos en un lugar determinado que les permita reunirse para recogerse un momento en oración, para una familia puede ser lugar para la oración en común.
Para la reflexión:
- ¿Qué aprendí de esta catequesis?
- ¿Hago oración incluso cuando no me siento motivado?
- ¿Cómo es mi oración con y a la Madre de Dios?
- ¿Hay algún santo que me haya animado de algún modo a la oración?
- ¿Dónde he aprendido a orar?
- ¿Hay algún espacio en mi casa o habitación que dedique para la oración?
Ejercicio espiritual:
1) Durante la semana haz durante 15 minutos la oración del corazón: en un lugar silencioso (puede ser la Capilla de Adoración), de rodillas o sentado (como estés más cómodo), cierra los ojos y simplemente di en tu mente “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí que soy un pecador”. Aunque vinieran distracciones o cualquier pensamiento, vuelve a la frase. Puede inhalar mientras dices “Jesús” exhalas “Hijo de David” inhalas “ten compasión de mí” exhalas “que soy un pecador”. Si no estas acostumbrado a orar con la mente, y necesitas vocalizar un poco puedes hacerlo en el Templo en horas que esté solo o en tu casa. El ejercicio es continuo y no te detengas hasta que haya pasado el tiempo, el ritmo de la respiración lo único que pretende es no hacer el ejercicio de prisa. Al terminar entonces considera ¿qué tipo de pensamientos solían venir a tu cabeza? ¿qué emociones experimentabas? ¿cómo te ayudaba este ejercicio?
2) Durante la semana un día reza el rosario de la siguiente manera, primero que nada, aparta un tiempo prudencial 20min -30min
- Recógete en silencio, respira tranquilamente, calma tus ímpetus.
- Considera en tu imaginación, como si estuvieras ahí el misterio que estás por meditar, imagínate el sol y el calor del día, quizás el frío de la noche, a quienes están a tu lado, las palabras y ejemplos de Jesús, etc.
- Luego pregúntate ¿y esto a mi vida que me dice hoy? Pudiera ser que al ver a María que visita a Isabel te sientes invitado a auxiliar a alguien en particular, o que ver a Jesús que ora en la cruz por sus perseguidores tú también te sientas invitado a perdonar a alguien
- Por último, trae a tu mente una intención por la cual rezarás, y entonces pronuncia los Padrenuestros y avemarías, despacio, consciente de las palabras que dices, no es sólo es terminar luego es pensar a quien estás dirigiendo cada palabra
3) Prepara un lugar donde hacer oración en tu casa o en tu cuarto, quizás una esquinita o rinconcito, ahí pon un crucifijo, la imagen de un santo, todo muy ordenado y cuidado, ahí donde tú puedes leer la Biblia. Si se trata de una familia entera ¿cómo podemos preparar un lugar para la oración en común? Ahí en torno al cual por ejemplo en octubre se propondrán rezar el rosario en familia todos los días.