“Luz y Adoración”

Epifanía del Señor 2024

“Yo quisiera aquí hacer una pregunta, pero cada uno se la responde adentro. ¿Cómo rezo yo? ¿Como un loro, bla, bla, bla, bla, bla? ¿O durmiendo la siesta delante del sagrario porque no sé cómo hablar con el Señor? ¿Rezo? ¿Cómo rezo? Sólo en la adoración, sólo ante el Señor se recuperan el gusto y la pasión por la evangelización. Y curiosamente, la oración de adoración la hemos perdido. La hemos perdido, y todos: sacerdotes, obispos, consagradas, consagrados, laicos, tienen que recuperarla. Es estar en silencio, delante del Señor. La Madre Teresa (de Calcuta), metida en tantas cosas de la vida, nunca dejó la adoración. Aún en los momentos en que su fe tambaleaba y se preguntaba si era todo verdad o no. El momento de la oscuridad, que también lo pasó Teresita de Jesús. Entonces, en la oración se supera la tentación de llevar adelante una pastoral de la nostalgia y de los lamentos.” (Papa Francisco)

1.    Celebración de la Palabra

Is 60, 1-6. La gloria del Señor alborea sobre ti
Sal 7. Que te adore, Señor, todos los pueblos
Ef 3, 2-3. 5-6. También los paganos participan de la misma herencia que nosotros
+Mt 2, 1-12. Hemos venido de Oriente para adorar al rey de los judíos

Los magos dejaron sus tierras para venir a adorar al Señor ¿cómo estoy poniéndome en camino en este inicio de año para hacer de Cristo el centro de mi vida?

2.    Catequesis

La Epifanía del Señor es un punto de inflexión dentro del tiempo de navidad, con esta solemnidad la Iglesia nos enseña como en aquellos magos venidos del oriente se encuentran representadas todas las naciones de la tierra, las profecías de la antigüedad se ven cumplidas puesto que en estos personajes misteriosos que vienen a presentar su homenaje al niño nacido en Belén se manifiesta la vuelta a Dios de todos los hombres.

La Epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo. Con el bautismo de Jesús en el Jordán y las bodas de Caná (cf. Solemnidad de la Epifanía del Señor, Antífona del «Magnificat» en II Vísperas, LH), la Epifanía celebra la adoración de Jesús por unos «magos» venidos de Oriente (Mt 2, 1) En estos «magos», representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación. La llegada de los magos a Jerusalén para «rendir homenaje al rey de los Judíos» (Mt 2, 2) muestra que buscan en Israel, a la luz mesiánica de la estrella de David (cf. Nm 24, 17; Ap 22, 16) al que será el rey de las naciones (cf. Nm 24, 17-19). Su venida significa que los gentiles no pueden descubrir a Jesús y adorarle como Hijo de Dios y Salvador del mundo sino volviéndose hacia los judíos (cf. Jn 4, 22) y recibiendo de ellos su promesa mesiánica tal como está contenida en el Antiguo Testamento (cf. Mt 2, 4-6). La Epifanía manifiesta que «la multitud de los gentiles entra en la familia de los patriarcas»(San León Magno, Sermones, 23: PL 54, 224B ) y adquiere la  israelitica dignitas (la dignidad israelítica) (Vigilia pascual, Oración después de la tercera lectura: Misal Romano).” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 528)

La palabra Epifanía significa “manifestación”, podríamos decir que esta es la primera revelación que Dios hace de su entrada en la historia, pero también veremos algo similar en el Bautismo del Señor y en las Bodas de Caná, que también son manifestaciones de Jesús que se revela como Dios verdadero.

Esta manifestación se da a través de un proceso de iluminación, las tinieblas han sido vistas en la vida de fe siempre como un símbolo de confusión o ignorancia, y por tanto Cristo que se presenta como la luz de Dios para la humanidad, disipa la tiniebla, y en cuanto suprema Verdad nos manifiesta a Dios y la voluntad de Dios para la humanidad, llegar a ser hijos en el Hijo, más aún en Cristo Jesús se revela el fin último de toda la creación.

“ En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó en plenitud. “Lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14), él es la “luz del mundo” (Jn 8, 12), la Verdad (cf Jn 14, 6). El que cree en él, no permanece en las tinieblas (cf Jn 12, 46). El discípulo de Jesús, “permanece en su palabra”, para conocer “la verdad que hace libre” (cf Jn 8, 31-32) y que santifica (cf Jn 17, 17). Seguir a Jesús es vivir del “Espíritu de verdad” (Jn 14, 17) que el Padre envía en su nombre (cf Jn14, 26) y que conduce “a la verdad completa” (Jn 16, 13). Jesús enseña a sus discípulos el amor incondicional de la verdad: «Sea vuestro lenguaje: “sí, sí”; “no, no”» (Mt 5, 37).” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2466)

Cristo Verdad, que se nos manifiesta ya en el niño nacido en Belén, nos revela no sólo un conjunto de conocimientos a tener por ciertos, si no un nuevo modo de vivir que se nos participa por la gracia de Dios y que da un nuevo tono a todo el modo de pensar, sentir y actuar del hombre. Dice un antiguo principio filosófico que “el obrar sigue al ser”, es decir obramos conforme a lo que somos, y por las aguas del bautismo, que se llama también “iluminación”, somos nuevas creaturas, hijos de Dios por adopción, Cristo nos ha iluminado y es su luz, la que llevamos en misión a todos los lugares donde nos movemos.

Dios se nos hizo cercano, nos ha maravillado en las acciones que ha llevado a cabo en este Niño y no podemos sino acercarnos como los magos venidos del oriente y adorarlo. De hecho, este es el otro aspecto que recordamos en esta solemnidad, la importancia de la adoración en la vida del cristiano. El Papa Francisco nos lo ha recordado con insistencia en su pontificado:

“La adoración es un gesto de amor que cambia la vida. Es actuar como los Magos: es traer oro al Señor, para decirle que nada es más precioso que Él; es ofrecerle incienso, para decirle que sólo con Él puede elevarse nuestra vida; es presentarle mirra, con la que se ungían los cuerpos heridos y destrozados, para pedirle a Jesús que socorra a nuestro prójimo que está marginado y sufriendo, porque allí está Él.” (Homilía de 06 de enero de 2024)

La adoración nos hace salir de nuestro egoísmo, nos libera del yo, para contemplarlo a Él, nos hace volver la mirada hacia lo que realmente es importante, por ella abandonamos nuestros prejuicios, nuestros resentimientos, nuestros apegos desordenados a las criaturas, y liberamos el corazón para que se una a Él y entonces buscamos ver la realidad desde su perspectiva, incluso buscamos verlo a Él en esa realidad como Señor de todo cuanto existe, su luz disipa nuevamente las tinieblas. La adoración se vive en esa oración silenciosa y quieta, diálogo corazón a Corazón, que se es un simplemente estar ante su presencia. Su Santidad enciende nuestro mundo interior y nos hace interpelarnos sobre nuestro modo de vivir y anhelar como verdadera felicidad una vida como la suya, vida que sólo es posible por la acción de su gracia.

“La adoración es el primer acto de la virtud de la religión. Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso. “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto” (Lc 4, 8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6, 13).

Adorar a Dios es reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la “nada de la criatura”, que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magníficat, confesando con gratitud que Él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo (cf Lc 1, 46-49). La adoración del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo.” (Catecismo de la Iglesia Católica 2096-2097)

3.    Edificación espiritual

¿De qué modos la luz de Cristo ilumina mi vida, la de mi familia y la de mi comunidad?

¿En qué lugares desearía que su luz iluminará de un modo particular en mi vida?

¿Suelo frecuentar la Capilla del Santísimo para la adoración?

¿De qué otros modos le muestro al Señor en mi vida que Él tiene el primer lugar a parte de las visitas al Santísimo?

IMG: «Epifanía» de Fernando Gallego