“Misión en el año de la oración: Preparándonos al año jubilar 2025”

Tiempo de Cuaresma es un tiempo de conversión, es tiempo de arrepentimiento por los pecados cometidos, tiempo de penitencia, tiempo de volver a nuestro Padre Dios que nos espera, que quiere salir a nuestro encuentro, que quiere llevarnos a gozar de la vida eterna. Es un tiempo de recordar aquel principio básico de la moral: “Haz el bien y evita el mal”. Es un tiempo en el que la Iglesia nos invita a retomar las palabras de Jesús en el Sermón de la Montaña y vivir el ayuno, la oración y la limosna.

En esta formación misionera y de cara al anuncio de la santa Cuaresma que comenzará con el Miércoles de Ceniza este próximo 14 de febrero quiero invitarles a que consideremos para nuestra vivencia de este tiempo y del anuncio a los hermanos que encontraremos por el camino, el contexto en el que se desarrollará de modo particular la cuaresma de este año: el año Jubilar que se avecina.

El santo Padre, nos ha invitado a prepararnos al Jubileo del 2025 llamado “Peregrinos de la esperanza” con un año dedicado a la oración, su objetivo es que sea “…un año dedicado a redescubrir el gran valor y la absoluta necesidad de la oración en la vida personal, en la vida de la Iglesia y en el mundo” (Papa Francisco 21/01/2024)

¡Cuánta necesidad hay de recobrar el sentido de la auténtica oración! en ella el hombre descubre a Dios mismo que sale a su encuentro, se une a Él y medita sobre las verdades eternas, sobre su vida, sobre la realidad en la que vive, suplica, agradece y adora.

El fundamento de nuestra oración es en el fondo nuestra identidad de cristianos, somos hijos de Dios. “Jesús es el maestro también de nuestra oración, más aún, él es nuestro apoyo activo y fraterno al dirigirnos al Padre. Verdaderamente, como sintetiza un título del Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, «la oración es plenamente revelada y realizada en Jesús»” (Benedicto XVI, 30 de noviembre de 2011)

Jesús predicaba ciertamente, san Mateo nos presenta 5 grandes discursos del Señor; Jesús hacia el bien son muchos los milagros que nos narra san Lucas; pero no olvidemos que Jesús tamibén oraba intensamente, y no era poco el tiempo que dedicaba a este ejercicio. Si somos sus discípulos, si estamos llamados a ser por gracia lo que Él es por naturaleza ¿será acaso menos el tiempo y la atención que dediquemos a orar?

1.     VER

Al ver nuestra realidad descubrimos que se vive un fuerte secularismo, cada vez más se saca a Dios de la vida de la sociedad. Hay un predominio del aparecer sobre el ser, de la imagen trucada sobre la realidad factual, del consumismo materialista sobre un fin trascendente, de la conexión digital sobre el trato realmente humano en todas sus dimensiones (físico-afectivo-espiritual-social). Somos testigos de cómo el racionalismo busca anular la fe y el emotivismo que termina anulando la razón. Se prima lo instantáneo y desechable sobre lo durable, la dispersión sobre la atención, lo superficial sobre lo profundo, hemos llegado hasta la cancelación del tiempo para aquello que no produce dinero ni gratificación sensible inmediata.

Vemos que la mediocridad se vuelve la regla de todo esfuerzo: muchos niños en las escuelas viven bajo el lema “basta que pase la materia”; se apunta a lo sumo a sacar el bachillerato y y de ahí “hay que trabajar porque hay que comer” pero no hay sueños, ni aspiraciones de ideales más altos y nobles.

Los que van a la universidad lo hacen para tener un cartón (título) para conseguir un empleo pero ¿dónde quedo el amor por la ciencia, el cultivo del arte y la pasión por la reflexión? ¿Donde quedo el sueño de un familia o la vocación a la vida sacerdotal o religiosa? La mediocridad que se ve también en el hecho de que pocos están dispuestos a asumir liderazgos o compromisos estables.

Crecen las enfermedades emocionales, los pensamientos suicidas, tendencias a la depresión y a la ansiedad, asimismo vemos como las heridas afectivas se traducen en la inmoralidad sexual de tantos jóvenes y adultos (frecuenten o no la parroquia).Gente que se acompaña para sacar adelante un niño que viene de “sorpresa” pero que nunca ideó un proyecto de vida juntos.

La Mediocridad se evidencia también en el estado de muchos de hogares que viven en desorden y suciedad, con tal que haya un espacio donde caer para ver televisión o dormir. Mediocridad que se manifiesta bajo el eslogan “es mejor pedir perdón que pedir permiso” y optamos conscientemente por obrar mal (por pequeño que sea) y así comenzamos a viciar nuestras intenciones y se cae prontamente en desgracias atroces.

Hay una ausencia de una vida en el Espíritu que marque el itinerario del Reino de los Cielos. Impera el dominio de la inseguridad en sí mismo y en los demás, revelándose como una sociedad mediocre es una sociedad sin esperanza. Se reduce la espiritualidad al emotivismo, y nos cuesta dar por ello realmente pasos firmes que manifiesta la auténtica conversión del corazón y en actitudes y comportamientos concretos.

2.     Juzgar

Frente a esta realidad la oración es uno de los medios que nos pueden ayudar a recuperar nuestro horizonte en el camino como peregrinos hacia el cielo, “peregrinos de la esperanza” como ha titulado el Papa al año Jubilar. Recordemos algunos puntos que la Iglesia nos enseña cuando habla sobre la oración.

El Catecismo nos dice que la oración es  “una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo” (n.2564) es un “es estar habitualmente en presencia de Dios, tres veces Santo, y en comunión con Él. Esta comunión de vida es posible siempre porque, mediante el Bautismo, nos hemos convertido en un mismo ser con Cristo (cf Rm 6, 5)” (n. 2565). Están fundamental para el cristiano que se nos insiste en que “La oración es la vida del corazón nuevo. Debe animarnos en todo momento. Nosotros, sin embargo, olvidamos al que es nuestra Vida y nuestro Todo. Por eso, los Padres espirituales, en la tradición del Deuteronomio y de los profetas, insisten en la oración como un «recuerdo de Dios», un frecuente despertar la «memoria del corazón»: «Es necesario acordarse de Dios más a menudo que de respirar» (San Gregorio Nacianceno, Oratio 27 [teológica 1], 4). Pero no se puede orar «en todo tiempo» si no se ora, con particular dedicación, en algunos momentos: son los tiempos fuertes de la oración cristiana, en intensidad y en duración.” (n. 2697)

El Santo Padre anhela fervientemente que este año marque una auténtica preparación para una renovación de la vida de oración en los cristianos de cara a las gracias que se nos darán en el Jubileo del 2025, escribiendo al dicasterio encargado del Dicasterio para Evangelización del Jubileo dijo:

«Me alegra pensar que el año 2024, que precede al acontecimiento del Jubileo, pueda dedicarse a una gran “sinfonía” de oración; ante todo,

  1. para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo.
  2. Oración para agradecer a Dios los múltiples dones de su amor por nosotros y alabar su obra en la creación, que nos compromete a respetarla y a actuar de forma concreta y responsable para salvaguardarla.
  3. Oración como voz “de un solo corazón y una sola alma” (cf. Hch 4,32) que se traduce en ser solidarios y en compartir el pan de cada día.
  4. Oración que permite a cada hombre y mujer de este mundo dirigirse al único Dios, para expresarle lo que tienen en el secreto del corazón.
  5. Oración como vía maestra hacia la santidad, que nos lleva a vivir la contemplación en la acción. En definitiva, un año intenso de oración, en el que los corazones se puedan abrir para recibir la abundancia de la gracia, haciendo del “Padre Nuestro”, la oración que Jesús nos enseñó, el programa de vida de cada uno de sus discípulos» (Conferencia de Prensa 21 de enero 2024)

La oración requiere la humildad del hombre que se abre a la trascendencia, que se abre a Dios, que se abre la grandeza de lo auténticamente humano que en Cristo Jesús ha sido redimido y por la fuerza del Espíritu ha sido santificado.

Ella nos puede hacer pasar de la imagen, del avatar, del personaje del mundo digital al ser concreto, humano y realmente presente actual; del emotivismo o racionalismo al hombre que vive de la fe que ilumina la razón; del hombre individualista que es un agregado más de la masa al hijo miembro de la gran familia de Dios y parte del Cuerpo Místico de Cristo.

Nos hace ser conscientes de la excelencia que supone la santidad, tanto en el orden natural como el sobrenatural, caminamos no por nuestras solas fuerzas sino por la gracia de Dios que habita en nosotros, de tal modo que nuestra vida se convierta en una liturgia de adoración a la Santísima Trinidad.

Es en la oración que aprendemos a conocer la voluntad de Dios, que recuperamos la confianza en su Providencia, que alcanzamos las gracias que Él ha dispuesto se nos concedan por esa vía, que nos disponemos a aprovechar las gracias que se nos dan en los sacramentos, que discernimos los caminos por los cuales nos conduce a una vida santa, que renovamos las fuerzas para lanzarnos en el buen combate de la fe, se renueva nuestra esperanza y se revigoriza el ardor de la caridad.

3.     Actuar.

El año de la oración no propone tanto una fórmula particular o simplemente leer docuemntos (aunque habrá material seguramente) sino sobre todo realizar el ejercicio de la oración.

Algunos consejos:

  • Siempre buscar vivir bien la santa Misa, nos se nos olvide que es la oración por excelencia.
  • A nivel personal: reservar un tiempo, lugar y hora específico para hacer oración silenciosa ante el Señor (les recomiendo ante un crucifijo o mejor aún ante Jesús sacramentado) auxiliándose a la Sagrada Escritura. Podrían también leer textos sobre la oración por ejemplo las Catequesis que Papa Francisco dedicó a ella, la IV parte del Catecismo, un libro de espiritualidad como “La imitación de Cristo”.
  • A nivel familiar: retomar el rosario en familia (con hora y lugar concretos)
  • A nivel comunitario: poner atención a los tiempos que dedicamos a la oración y asumir los momentos en que se proclama y reflexiona en grupos la palabra también como un momento orante.
  • A nivel parroquial: buscar participar activamente de los viacrucis de Cuaresma y otras actividades de piedad popular. E invitar en la gran misión de anuncio a participar de la vida parroquial.

Conclusión.

Para terminar, hagamos memoria de unas palabras de Benedicto XVI:
“Escuchar, meditar, callar ante el Señor que habla es un arte, que se aprende practicándolo con constancia. Ciertamente, la oración es un don, que pide, sin embargo, ser acogido; es obra de Dios, pero exige compromiso y continuidad de nuestra parte; sobre todo son importantes la continuidad y la constancia.

Precisamente la experiencia ejemplar de Jesús muestra que su oración, animada por la paternidad de Dios y por la comunión del Espíritu, se fue profundizando en un prolongado y fiel ejercicio, hasta el Huerto de los Olivos y la cruz. Los cristianos hoy están llamados a ser testigos de oración, precisamente porque nuestro mundo está a menudo cerrado al horizonte divino y a la esperanza que lleva al encuentro con Dios.

En la amistad profunda con Jesús y viviendo en él y con él la relación filial con el Padre, a través de nuestra oración fiel y constante, podemos abrir ventanas hacia el cielo de Dios. Es más, al recorrer el camino de la oración, sin respeto humano, podemos ayudar a otros a recorrer ese camino: también para la oración cristiana es verdad que, caminando, se abren caminos.

Queridos hermanos y hermanas, eduquémonos en una relación intensa con Dios, en una oración que no sea esporádica, sino constante, llena de confianza, capaz de iluminar nuestra vida, como nos enseña Jesús. Y pidámosle a él poder comunicar a las personas que nos rodean, a quienes encontramos en nuestro camino, la alegría del encuentro con el Señor, luz para nuestra vida” (Benedicto XVI, 30 de noviembre de 2011)