Yo creo en el amor hasta el extremo

Queridos hermanos hemos comenzado el solemne triduo pascual, Jueves santo es un día que nos hace entrar en el misterio de la Pascua del Señor, en la primera lectura hemos escuchado la institución de la celebración de la antigua pascua judía como una cena sagrada que se celebró en el ambiente de una Liturgia de familia, ella era la antesala de la liberación del Pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto. Pascua, de hecho, significa paso, es el paso del Señor por su Pueblo, es el paso del Pueblo de la esclavitud a la libertad.

Los cristianos leemos aquellos acontecimientos como una prefiguración de lo que ha sucedido en realidad en el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, Jesús pasa de este mundo al Padre, y por su sacrificio en la Cruz que comienza ya en aquella cena donde se entrega por amor, nosotros nos unimos a Él, pasando de la esclavitud del pecado a la libertad de la vida nueva de hijos de Dios.

El pecado es duro hermanos, esta vida no tiene sabor sin un horizonte ultraterreno ¡Cuántos han querido dejar los vicios de la inmoralidad sexual, sus ánimos orgullosos y llenos de ira, o su aletargamiento perezoso y han experimentado el peso de una atadura que parece nos les permite salir de esa situación! ¡Cuántos no obstante se fatigan en el trabajo, o tras el prestigio de un puesto, o en aras de conseguir poder dominar a otros, sienten que nunca es suficiente! Las miradas cortas de lo que este mundo nos ofrece no colman el vacío que hay en el corazón. ¡Cuántos ante el drama de la enfermedad, la pobreza y la muerte se siente descorazonados y entristecidos!

Queridos hermanos Jesús nos anuncia una vida diferente, una vida dichosa, bienaventurada, una vida eterna. Esta es la Buena Nueva, Él nos salva de esa situación de esclavitud y muerte a través de los acontecimientos que celebramos en estos días. Nos llama a la conversión para que abracemos este nuevo modo de vivir por la fe, para perpetuar esta su obra instituyó la Eucaristía y el sacerdocio, para enseñarnos como vivirla nos dio el mandamiento del amor.

Decía San Beda el venerable que la pascua, «en sentido místico significa que el Señor habría de pasar de este mundo al Padre, y que siguiendo su ejemplo, los fieles, desechados los deseos temporales y la servidumbre de los vicios por el continuo ejercicio de las virtudes, deben pasar a la patria celeste prometida» (In Ioannis Evangelium expositio, ad loc.).

La Eucaristía no es accesoria, nuestra comunión no es algo casual, sino antes bien es algo fundamental en la vida del cristiano, sin ella no tenemos vida. Y es que Jesús no sólo nos dio un ejemplo moral de cómo vivir, sino que nos ha infundido su nueva vida por el bautismo y nos fortalece por su presencia real en el Sacramento de la Eucaristía, te da la nueva vida y te hace capaz de vivirla en estos divinos misterios. La Eucaristía nos reúne como hermanos recordándonos en la asamblea reunida que no vamos solos, tengo compañeros de camino, hermanos en la fe, el cristianismo no es una religión individualista, sino que busca crear comunión de vida entre los que discípulos del Señor.

La eucaristía acrecienta nuestro unión con Cristo, nos separa del pecado, fortalece la caridad que en lo ordinario de la vida se debilita, fomenta la unidad entre los cristianos y abre nuestros ojos ante el pobre y necesitado, es para nosotros prenda de la gloria futura.

El don del sacerdocio solo se entiende bajo esta luz, el Señor llama a unos hombres de entre su Pueblo santo para consagrarlos y hacerse presente a través de las acciones sagradas que ellos realizan, el sacerdote actúa (obra) en la Persona de Cristo Cabeza, nos lo hace presente a pesar de sus flaquezas humanas, el sacerdote nos hace participes de la nueva vida de hijos de Dios por el bautismo incorporándonos en la gran familia de Dios en su santa Iglesia, nos libera de las ataduras del pecado en el sacramento de la reconciliación, nos alimenta con el Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor, nos transmite el don del Espíritu Santo en la Confirmación, nos fortalece en medio del dolor con la santa Unción de los enfermos, bendice la unión del hombre y la mujer para formar una nueva familia en el sacramento del matrimonio, y en la persona del Obispo perpetúa la misión apostólica confiando a otro el sacramento del orden. El sacerdote cura, es decir: “cuida de”, nuestras almas con sus consejos, a veces animándonos a dar más de nosotros mismos y otras veces corrigiéndonos como buen padre “sana y venda la herida” ; intercede por nosotros durante toda la jornada e incluso durante las noches con su oración; bendice nuestras familias, nuestros objetos de devoción, nuestros hogares; nos explica las Escrituras, nos transmite la fe; el sacerdote nos hace presente el amor de Cristo, el sacerdote nos consuela a la hora de la muerte y nos acompaña en nuestro último tránsito hacia el Señor.

Eucaristía y sacerdocio van ligados, pero para aprovechar estos dones hemos de vivir en nosotros el mandamiento del amor, “ámense los unos a los otros como yo los he amado” y ¿cómo nos amó Él? Respuesta: hasta el extremo, hasta dar su vida por nosotros. Y es que queridos hermanos en el sacrificio de la Misa nosotros nos unimos al sacrificio de Cristo en la cruz y muriendo al pecado y la muerte buscamos vivir la vida nueva de los hijos de Dios propagando el bien que Jesús nos ha hecho.

El amor no es otra cosa que procurar el bien para el otro, busco hacer el bien a los demás no porque hayan sido buenos o malos conmigo sino porque Jesús fue bueno conmigo, es más me dio el bien más grande que podía darme alguien, la vida eterna. Y esa vida crece cuando se comparte. Jesús nos ama incondicionalmente y espera de nosotros lo mismo, porque sólo amando encontramos la dicha. El mandamiento del amor nos recuerda que hemos de animarnos, perdonarnos, corregirnos y edificarnos mutuamente. Nos recuerda que no vamos solos en esta pascua que vivimos día a día como camino hacia el cielo. El mandamiento del amor nos interpela y exhorta a caminar en comunión con todo el Pueblo santo de Dios.

Queridos hermanos, en esta noche la Sagrada Liturgia continuará con el lavatorio de los pies, este gesto simbólico nos recuerda que hemos de dejar al lado nuestro orgullo, nuestros recelos, nuestra soberbia, la mundanidad con la que vivimos para recordar que somos hermanos y servidores los unos de los otros, el Papa Francisco lo explicaba de la siguiente manera:

“…no es algo folclórico, no. Pensemos que es un gesto que anuncia cómo debemos ser, unos con otros . En la sociedad vemos cuánta gente se aprovecha de los demás, cuánta gente está acorralada y no puede salir. Cuántas injusticias, cuánta gente sin trabajo, cuánta gente que trabaja y cobra la mitad, cuánta gente que no tiene dinero para comprar medicinas, cuántas familias rotas, tantas cosas malas… Y ninguno de nosotros puede decir: “Yo gracias a Dios no estoy así, ¿sabes?” — “¡Si no estoy así es por la gracia de Dios!”; cada uno de nosotros puede resbalar, cada uno de nosotros… Y así nos quiere Jesús, y por eso quiso lavarnos los pies y decirnos: “He venido a salvaros, a serviros” …durante el lavatorio de los pies pensad: “Jesús me lavó los pies, Jesús me salvó, y ahora tengo esta dificultad”. Pero pasará, el Señor está siempre a tu lado, nunca te deja, nunca. Pensad en esto.” (Homilía del jueves santo de 2023)

Hermanos en el lavatorio de los pies, recordamos nuevamente, yo quiero amar como Jesús, yo también quiero amar hasta el extremo.

IMG: «Lavatorio de los pies» del Giotto