Queridos hermanos, esta noche santa en la que celebramos la llamada “madre de todas las vigilias” nos reunimos como Iglesia para celebrar la victoria de nuestro Señor Jesucristo sobre el pecado y la muerte, nos reunimos para proclamar que el Hijo de Dios ha resucitado y verdaderamente resucitado, nos reunimos para renovar las promesas de nuestro bautismo y nuestro compromiso a una vida santa, nos reunimos para recordar que el fruto del amor hasta el extremo con el que nos amó el que se inmoló en el madero de la cruz es la vida, y la Vida Eterna.
En esta noche al escuchar el pregón pascual, los textos de la Liturgia de la Palabra y las oraciones que eleva el sacerdote en nuestro nombre al Padre eterno, nuestro corazón se estremece al recordar que la muerte no tiene la última palabra, que Cristo vivo nos quiere vivos, la gracia que se nos dio un día en el santo Bautismo nos llama a producir frutos de amor, ella produce en nuestro interior un anhelo de cielo, un anhelo de una vida que va más allá del tiempo y del espacio terreno en que nos encontramos hoy, ella evoca en nuestro interior un llamado a la eternidad.
Hoy contemplamos al Resucitado que nos ama y nos llama a vivir su misma vida de hijos, una vida dichosa en la que el bien se hace, se expande y se disfruta; recuerdo hace un tiempo escuchar a un obispo español decir, que es muy triste hacer el bien y no disfrutarlo, y que esa es la ceguera del espíritu que produce la soberbia del hijo mayor en la parábola del hijo pródigo, sucede a menudo que vamos luchando por vivir según la voluntad de Dios, nos involucramos en los actos de piedad popular de semana santa, las flores de mayo, los rosarios del Sagrado Corazón, la devoción al Divino Niño, nos metemos hasta en una comunidad o en un movimiento, estamos viniéndonos a confesar periódicamente y venimos a Misa sin falta, de verdad nos empeñamos en apartarnos del pecado y hacer el bien…pero cuando vemos que alguien que no nos simpatiza humanamente hablando se convierte y comienza a colaborar o cuando vemos que a los que viven alejados o incluso como enemigos de la Iglesia les va bien aunque algunos de ellos “se porten mal” (como se dice habitualmente) comenzamos a sentir envidia del prójimo…repito hacemos el bien y no lo disfrutamos.
La lógica del Evangelio nos hace entrar en otras categorías, no hace recordar que hemos de encontrar alegría en ver que un hermano se involucre en las cosas de la Iglesia, nos debería llevar a reflexionar de que no se trata tampoco del mucho hacer cosas sino vivir toda nuestra participación en la vida parroquial cada vez más intensa a través de la comunidad y del movimiento como una experiencia de encuentro y configuración con Cristo Jesús, aquí soy un discípulo que quiere aprender a vivir del Maestro y como el Maestro.
Tantos se acercan buscando ayudar a “servir” creemos que hemos de “hacer” mucho, cuando se trata en primer lugar de trabajar nuestro “ser” nuestra “identidad” de Cristianos, asumir cada vez más la filiación divina de la que Jesús me ha hecho partícipe por el bautismo, ¿qué significa esta palabra “filiación divina”? “filius” en latín significa “hijo”, hemos sido hechos hijos adoptivos de Dios al unirnos a su Hijo Unigénito por el sacramento del Bautismo. Este es el gran don que celebramos hoy, gracias a este don podemos participar de la vida nueva de Cristo Resucitado.
Al morir a nosotros mismos en la lucha contra el pecado, cuando vamos renunciado en el día a día a las obras de satanás y no nos dejamos seducir por el mundo, el demonio y la carne, cuando vamos viviendo cada vez más virtuosamente, cuando recibimos con mayor devoción los sacramentos y cultivamos la vida de oración, cuando nos unimos cada vez más íntimamente a Cristo en su santa Iglesia a través de los diferentes procesos pastorales que nos ayudan a esto, entonces su Amor misericordioso va trasformando nuestra miseria, la fuerza de su amor que se dio hasta el extremo produce Vida y vida eterna.
Esta nueva vida se vive en la comunidad cristiana, en la santa Iglesia de Dios, les repito lo que les decía ya en jueves santo, aunque el asentimiento de la fe es personal, la fe en Jesucristo es eclesial, sea por que la Iglesia es la que me transmite la fe y me da la gracia que es la vida nueva de los hijos de Dios; sea porque en ella se desarrolla la fe y por tanto toda la vida espiritual (que es vida en el Espíritu Santo), sea porque en ella Jesús me envía a comunicar a otros esa fe cumpliendo el mandato: “Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto les he mandado.” (Mt 28, 19-20).
En esta noche santa recordamos esta gran verdad, no puedo vivir la vida eterna que Cristo me comunica si no estoy bien enraizado en la Iglesia, no se trata sólo de estar en un listado o tener unas tradiciones populares comunes, se trata de ir más allá, a pesar de nuestras debilidades humanas hemos de saber que el Señor nos quiere caminando en comunión, hoy quiero invitar a los que quizás se han alejado física o espiritualmente de la Iglesia a volver, quiero invitar al que se ha ido entibiando o “desanimando” (como decimos) a darse con mayor entrega al Señor, quiero invitar al que ya ha comenzado a perseverar a aspirar a una mayor enraizamiento en el Señor a través de su santa Iglesia. Las comunidades, movimientos y grupos de la parroquia son medios que nos ayudan a vivir esta dimensión, son hombres y mujeres de carne y hueso, con virtudes y luchas como todos, que en medio de sus debilidades ha elegido estos medio para poder vivir según la voluntad de Dios, a veces hay días buenos otra veces días malos, pero han querido dar el paso recordando lo que dice el Papa Francisco que caminando sólo puede que parezca que se va más rápido, pero caminando con otros se llega más lejos…y cuando el horizonte es la eternidad entonces se vuelve más importante hacerlo.
No nos quedemos como espectadores o como me dijeron por ahí en estos días “católicos de balcón” que ven pasar la procesión que va detrás del Señor y de la Virgen, pero no van detrás de ellos, hermanos tomemos la vida de fe en serio, empeñémonos con mayor fervor por acoger el don del amor hasta el extremo que Jesús nos hecho, abracemos con mayor empeño la novedad de la vida de la gracia que nos ha dado en el bautismo, te repito el fruto del amor hasta el extremo es la vida.
Hoy 15 hermanos nuestros habrán de nacer de nuevo por las aguas del bautismo, cumpliremos la misión que Cristo ha dado a su Iglesia, estos hermanos serán liberados del pecado original, todos los pecados personales que hayan podido cometer les quedarán perdonados, hoy nacerán a la vida nueva de los hijos de Dios, luego de esto nosotros también renovaremos nuestras promesas bautismales y diremos nuevamente ¡que creemos en el amor hasta el extremo!, ¡que creemos en la vida eterna!, ¡que creemos en Jesucristo que ha resucitado!. hermanos bendigamos y alabemos al Señor que ha sido tan bueno con nosotros y continuemos nuestra celebración con fe y devoción.