En el marco del año de la oración, dedicaremos las Asambleas de líderes a reflexionar sobre el tema, con el fin de prepararnos adecuadamente para el Jubileo de 2025. El propósito de toda formación es el estudio en pos del conocimiento de la verdad, pero no de una verdad fría que se reduce únicamente al mundo de las ideas. ¡Queremos encontrarnos con Cristo Verdad, quien nos revela al Padre y nos brinda la vida eterna!
Al hablar sobre la Sagrada Liturgia como Escuela de Oración recordamos que el mismo Jesús celebraba las liturgias familiares de la antigüedad hebrea, lo vemos subiendo a Jerusalén en los peregrinajes junto a sus padres desde niño e incluso celebrando la pascua con sus discípulos en la Última Cena, las palabras que evoca son palabras rituales a la hora de bendecir el pan y el vino, aunque en Él tienen un nuevo significado. Asimismo notamos como en la multiplicación de los panes en los Evangelios así como en la aparición del resucitado a los discípulos de Emaús se evocan gestos y palabras utilizados en aquellos momentos.
“Tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los dio a los discípulos y los discípulos a la gente.” (Mt 14, 19)
“Jesús tomó los panes y, después de dar gracias, los repartió a los que estaban sentados, e igualmente les dio cuantos peces quisieron. Cuando quedaron saciados, les dijo a sus discípulos: —Recojan los trozos que han sobrado para que no se pierda nada.” (Jn 6, 11-12)
Y cuando estaban juntos a la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció de su presencia.” (Lc 23, 30-31)
La celebración del culto público (Sagrada Liturgia) en la Iglesia ha sido la oración por excelencia, la Evangelización y Catequesis apuntan de un modo especial a la celebración de la Sagrada Eucaristía y se prolonga en la Liturgia de las Horas. Unidos a Cristo Sumo y Eterno sacerdote, los cristianos ofrecemos el sacrificio agradable al Padre, de ahí nos viene la vida por ellos se nos enseña que:
«La liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza» (Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium 10)
“La liturgia es también participación en la oración de Cristo, dirigida al Padre en el Espíritu Santo. En ella toda oración cristiana encuentra su fuente y su término. Por la liturgia el hombre interior es enraizado y fundado (cf Ef 3,16-17) en «el gran amor con que el Padre nos amó» (Ef 2,4) en su Hijo Amado. Es la misma «maravilla de Dios» que es vivida e interiorizada por toda oración, «en todo tiempo, en el Espíritu» (Ef 6,18).” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1073)
Muchos hoy en día meditan en su oración personal con las lecturas del día tomadas a partir del leccionario para la Misa, esto es una gran dicha, entrar en diálogo con Dios a partir de las Sagradas Escrituras volviendo a la “Lectio Divina”, nos dedicaremos de un modo especial a este tema en septiembre (mes de la Biblia) pero hoy de un modo particular también queremos llamar la atención en otros aspectos de nuestras celebraciones que nos pueden nutrir.
En la celebración de la Sagrada Liturgia nos encontramos una escuela de oración también porque en los gestos y palabras que se realizan y dicen en nuestras celebraciones tienen también un valor pedagógico. Así por ejemplo, en la santa Misa observamos diferentes posturas, estar de pie, sentados, arrodillados, etc. las cuales también podemos adoptar en nuestra oración personal. Las palabras que se encuentran en las oraciones que se dicen (y que muchas veces pasamos por alto) nos pueden educar de un modo especial porque en ellas también descubrimos los tesoros de nuestra fe, oramos conforme a lo que creemos.
Existe hoy en día una tendencia a valorar la celebración de la Eucaristía en razón de la homilía pronunciada, pero no hemos olvidar que la celebración es ante todo oración, el propósito de la homilía es disponernos mejor a vivir la acción sagrada que se está realizando. La santa Misa no tiene como fin principal escuchar un mensaje bonito sino adorar al Señor, dar gracias por sus beneficios, expiar por nuestros pecados y suplicar por nuestras necesidades.
Siendo la oración por excelencia, en los textos de las oraciones litúrgica encontramos una gran escuela de cómo dirigirnos a Dios y cómo meditar su obra salvadora, ellos tienen una gran riqueza doctrinal y un valor pedagógico maravilloso. A partir de ellas podemos entrar en un diálogo íntimo con Dios. Los cantos, los himnos, las secuencias, las oraciones, los prefacios de la Misa arrojan una gran luz sobre las verdades de nuestra fe.
Veamos la Oración colecta de este domingo:
- “Dios de eterna misericordia…” comenzamos reconociendo y alabando a Dios en uno de sus atributos divinos, Él es el misericordioso,
- “que reanimas la fe” descubrimos como Él es la fuente de nuestra fe, y como le da vigor y fuerza
- “de este pueblo a ti consagrado” nos recuerda nuestra dignidad, más aún nuestra identidad, somos suyos ¿podría vivir de cualquier modo sabiendo esto?
- “con la celebración anual de las fiestas pascuales” estamos en día de alegría, días que recurren anualmente y que nos fortalecen
- “aumenta los dones de tu gracia” hacemos una súplica concreta, humildemente nos reconocemos necesitado de Él
- “para que todos comprendamos mejor: la excelencia del bautismo que nos ha purificado” la pascua es fiesta bautismal, que nos ha librado del pecado (original y personal) gozamos de una nueva amistad con Él
- “la grandeza del Espíritu que nos ha regenerado” confesamos como hemso naido de los alto a la vida de hijos de Dios
- “y el precio de la sangre que nos ha redimido” la causa de todo esto ha sido el sacrificio en la Cruz
En esta primera parte alabamos a Dios y hacemos una petición concreta. Luego prosigue como toda conclusión en la cual nos dirigimos al Padre en el nombre de Jesús y en el amor del Espíritu Santo. Decimos:
- “por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos”.
Si vamos sopesando cada palabra de la colecta descubrimos lo que el sacerdote ha pedido para nosotros a Dios en la celebración, e interiorizamos esa súplica haciéndola nuestra, considerando como para cada uno de nosotros el bautismo supone un cambio de vida, la fuerza del Espíritu Santo habita en nosotros aún en medio del trajín de cada día y como todo ha sucedido por el sacrificio de Cristo que me amó hasta el extremo a pesar de cómo he sido de miserable muchas veces con sus múltiples invitaciones a gozar de la vida eterna, la pascua me recuerda que soy un hijo amado, que hay modo diferente de vivir, que es posible gozarlo si vivo en comunión con Él en medio de mis luchas y que ahí me quiere conducir, a la amistad plena que supone la vida eterna.
“En el Rito Romano, las oraciones son concisas pero ricas de significado: se pueden hacer tantas meditaciones hermosas sobre estas oraciones. ¡Muy hermosas! Volver a meditar los textos, incluso fuera de la misa puede ayudarnos a aprender cómo dirigirnos a Dios, qué pedir, qué palabras usar. Que la liturgia pueda convertirse para todos nosotros en una verdadera escuela de oración.” (Papa francisco 10 de enero de 2018)
Otro ejemplo importante también son los prefacios, aquella oración que comienza cuando se dice “El Señor esté con ustedes”… “levantemos el corazón”…etc. Benedicto XVI por ejemplo decía de esta expresión:
“…elevemos nuestro corazón fuera del enredo de nuestras preocupaciones, de nuestros deseos, de nuestras angustias, de nuestra distracción. Nuestro corazón, el interior de nosotros mismos, debe abrirse dócilmente a la Palabra de Dios y recogerse en la oración de la Iglesia, para recibir su orientación hacia Dios de las palabras mismas que escucha y dice. La mirada del corazón debe dirigirse al Señor, que está en medio de nosotros: es una disposición fundamental. Cuando vivimos la liturgia con esta actitud de fondo, nuestro corazón está como apartado de la fuerza de gravedad, que lo atrae hacia abajo, y se eleva interiormente hacia lo alto, hacia la verdad, hacia el amor, hacia Dios” (Benedicto XVI, 26 de septiembre de 2012)
Luego se recoge nuevamente la estructura de alabanza y agradecimiento a Dios por su inmensa bondad “en verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar…”
Posteriormente se le aclama en la fiesta particular que se celebra por ejemplo veamos un pedacito del prefacio I de Pascua:
- “Él es el verdadero Cordero que quito el pecado del mundo” es decir ya no son los sacrificios de animales del antiguo testamento a los que acudimos, sino que aquellos era un signo anticipado de lo que Jesús haría, Él es quien de verdad a quitado el peso que había sobre nosotros, nos ha reconciliado con el Padre
- “Muriendo destruyó nuestra muerte” decía un canto por ahí “la muerte fue implotada” es decir, vencida desde dentro, asumió nuestra condición mortal y ahí venció al enemigo.
- “resucitando restauró la vida” palabras preciosas que nos recuerdan que el amor del Señor ha sido tal que nos ha dado el don de la vida y vida eterna, participamos de su misma vida de Dios.
La Sagrada Liturgia nos hace entrar en la contemplación del Señor nos enseña a tratar con Él, si meditáramos constantemente las oraciones y los textos de la Escritura que se usan descubriríamos una fuente maravillosa de la cual beber para orar, más aún viviríamos mejor nuestras celebraciones, podríamos hacer el ensayo de conseguir de esos misalitos trimestrales que traen las oraciones y las lecturas, prepararnos personalmente para la santa Misa dominical meditando sobre los textos que se usaran, y cuando efectivamente se proclamen nuestro corazón estará mejor dispuesto para vivirlos. Alimentar la oración personal y disponernos mejor a la oración comunitaria en la celebración dominical son dos grandes frutos que podemos sacar de aprender a orar entrando en el espíritu de la Liturgia.
“sólo celebramos y vivimos bien la liturgia si permanecemos en actitud orante, no si queremos «hacer algo», hacernos ver o actuar, sino si orientamos nuestro corazón a Dios y estamos en actitud de oración uniéndonos al misterio de Cristo y a su coloquio de Hijo con el Padre. Dios mismo nos enseña a rezar, afirma san Pablo (cf. Rm 8, 26). Él mismo nos ha dado las palabras adecuadas para dirigirnos a él, palabras que encontramos en el Salterio, en las grandes oraciones de las sagrada liturgia y en la misma celebración eucarística. Pidamos al Señor ser cada día más conscientes del hecho de que la liturgia es acción de Dios y del hombre; oración que brota del Espíritu Santo y de nosotros, totalmente dirigida al Padre, en unión con el Hijo de Dios hecho hombre” Benedicto XVI, 26 de septiembre de 2012
Oramos cuando celebramos la Sagrada Liturgia, y la Iglesia nos enseña a entregar en diálogo íntimo corazón a corazón con el Señor a través de sus palabras, como un hijo que aprende gestos y palabras de sus padres, así también los cristianos aprendemos de nuestra madre Iglesia como tratar con la Trinidad santísima. El sacerdocio común de los bautizados que se ejerce por la salvación del mundo ofreciendo al Padre eterno continuos sacrificios espirituales se realiza a través de la unión con Cristo que se realiza en la oración personal o también los momentos de oración comunitaria, nos ponemos en la brecha para pedir por nuestros familiares y amigos, conocidos y desconocidos, rogamos por la conversión de los pecadores y por las necesidades del mundo entero. Luego en la celebración de la Santa Misa de un modo particular colocamos esos sacrificios en la patena para que el ministro del Señor los una al de único y definitivo sacrificio de Cristo en la Cruz. Y sus efecto se prolongan en aquel que misionero en el mundo busca reorientar todas las realidades creadas hacia Dios.
“La misión de Cristo y del Espíritu Santo que, en la liturgia sacramental de la Iglesia, anuncia, actualiza y comunica el Misterio de la salvación, se continúa en el corazón que ora. Los Padres espirituales comparan a veces el corazón a un altar. La oración interioriza y asimila la liturgia durante y después de la misma. Incluso cuando la oración se vive “en lo secreto” (Mt 6, 6), siempre es oración de la Iglesia, comunión con la Trinidad Santísima” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2655)
En el año de la oración hagámonos el propósito de buscar interiorizar cada vez más las celebraciones en las que participamos, de modo que podamos hacer de la Sagrada Liturgia una auténtica escuela de oración, donde aprendamos a tratar al Señor.