VIII – Nació de santa María Virgen

Catequesis Pequeñas Comunidades y Comunidades Eclesiales de Base

Frase: “Se afirma que María «conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2, 19); en griego el término es symballon. Podríamos decir que ella «mantenía unidos», «reunía» en su corazón todos los acontecimientos que le estaban sucediendo; situaba cada elemento, cada palabra, cada hecho, dentro del todo y lo confrontaba, lo conservaba, reconociendo que todo proviene de la voluntad de Dios. María no se detiene en una primera comprensión superficial de lo que acontece en su vida, sino que sabe mirar en profundidad, se deja interpelar por los acontecimientos, los elabora, los discierne, y adquiere aquella comprensión que sólo la fe puede garantizar. Es la humildad profunda de la fe obediente de María, que acoge en sí también aquello que no comprende del obrar de Dios, dejando que sea Dios quien le abra la mente y el corazón.” (Benedicto XVI, 19 de diciembre de 2012)

1.    Celebración de la Palabra (Ver)

“En el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David. La virgen se llamaba María. Y entró donde ella estaba y le dijo: —Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba qué podía significar este saludo. Y el ángel le dijo: —No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin. María le dijo al ángel: —¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón? Respondió el ángel y le dijo: —El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo será llamado Hijo de Dios. Y ahí tienes a Isabel, tu pariente, que en su ancianidad ha concebido también un hijo, y la que llamaban estéril está ya en el sexto mes, 37porque para Dios no hay nada imposible. Dijo entonces María: —He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia.” (Lc 1, 26-38)

¿Qué conocemos sobre María?

2.    Catequesis (Juzgar)

“Lo que la fe católica cree acerca de María se funda en lo que cree acerca de Cristo, pero lo que enseña sobre María ilumina a su vez la fe en Cristo.” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 487)

Al hablar del Misterio de Jesucristo el Catecismo de la Iglesia también dedica un apartado a su santísima Madre ¿quién es María?

A partir de la Sagrada Escritura descubrimos que era una joven de Nazaret, la tradición de la Iglesia nos dice que sus padres tenían por nombre Joaquín y Ana, su infancia la habría pasado como una joven dedicada al Templo de Jerusalén, más tarde el Evangelio nos la presenta desposada con un artesano de nombre José, cuando aún no habían ido a habitar juntos un ángel del Señor se le aparece y le anuncia que ha sido elegida para ser la madre del Hijo del Altísimo, desde su libertad ella acoge la palabra que les es dada y por obra del Espíritu Santo concibe en su seno a nuestro Señor Jesucristo.

La vemos muy presente en la infancia de Jesús, luego de su nacimiento ella es una referencia que se da a los magos para descubrir al Rey que ha nacido en Belén, posteriormente sabemos huye con su esposo para escapar al asesinato de los niños que había planeado Herodes. Más tarde la vemos presentando la ofrenda de los pobres para el rescate del niño y su purificación, en este sentido sabemos la Sagrada Familia de Nazareth se nos presenta como observante de la Ley del Señor. El Evangelio de Lucas cierra el período de la infancia de Jesús con un peregrinaje que realizan al Templo en el cual María y José pierden de vista a Jesús para luego hallarlo entre los doctores, el evangelista nos dice que el Niño regresó con ellos y les vivía sujeto.

Los sinópticos nos presentarán a María que sale al encuentro de Jesús en su ministerio público y sabemos por san Juan que por su intercesión se realizará el primer signo que manifiesta la divinidad de Jesús, este signo se realizó en las bodas. También nos presenta a María al pie de la Cruz durante la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestra a María como signo y vínculo de comunión entre los apóstoles que reunidos en oración aguardan la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.

La Teología actual nos invita también a descubrir a María prefigurada en diversos escritos del Antiguo Testamento, de este modo se afirma como Dios ha ido preparando en su plan Divino de Salvación la colaboración del genero humano desde el sí libre de la Santísima Virgen.

“A lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión de María fue preparada por la misión de algunas santas mujeres. Al principio de todo está Eva: a pesar de su desobediencia, recibe la promesa de una descendencia que será vencedora del Maligno (cf. Gn 3, 15) y la de ser la madre de todos los vivientes (cf. Gn 3, 20). En virtud de esta promesa, Sara concibe un hijo a pesar de su edad avanzada (cf. Gn 18, 10-14; 21,1-2). Contra toda expectativa humana, Dios escoge lo que era tenido por impotente y débil (cf. 1 Co 1, 27) para mostrar la fidelidad a su promesa: Ana, la madre de Samuel (cf. 1 S 1), Débora, Rut, Judit, y Ester, y muchas otras mujeres. María «sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, que esperan de él con confianza la salvación y la acogen. Finalmente, con ella, excelsa Hija de Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de salvación» (LG55).” (Catecismo de la Iglesia n. 489)

También realizamos hoy en día una lectura eclesiológica de la figura de María a la luz del Nuevo Testamento. De hecho el Concilio Vaticano II incluye un apartado dedicado a ella en su Constitución sobre la Iglesia. Y es que María es la fiel discípula de Jesús en la que descubrimos el prototipo de lo que todo cristiano en particular, y de lo que la Iglesia en general, está llamada a ser.

“Mientas la Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la perfección, en virtud de la cual no tiene mancha ni arruga (cf. Ef 5, 27), los fieles luchan todavía por crecer en santidad, venciendo enteramente al pecado, y por eso levantan sus ojos a María, que resplandece como modelo de virtudes para toda la comunidad de los elegidos. La Iglesia, meditando piadosamente sobre ella y contemplándola a la luz del Verbo hecho hombre, llena de reverencia, entra más a fondo en el soberano misterio de la encarnación y se asemeja cada día más a su Esposo. Pues María, que por su íntima participación en la historia de la salvación reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de la fe, cuando es anunciada y venerada, atrae a los creyentes a su Hijo, a su sacrificio y al amor del Padre. La Iglesia, a su vez, glorificando a Cristo, se hace más semejante a su excelso Modelo, progresando continuamente en la fe, en la esperanza y en la caridad y buscando y obedeciendo en todo la voluntad divina. Por eso también la Iglesia, en su labor apostólica, se fija con razón en aquella que engendró a Cristo, concebido del Espíritu Santo y nacido de la Virgen, para que también nazca y crezca por medio de la Iglesia en las almas de los fieles. La Virgen fue en su vida ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estén animados todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la regeneración de los hombres.” (Lumen Gentium n. 65)

¿Qué nos dice la Divina Revelación sobre la Santísima Virgen? Podemos afirmar 4 cosas:

Su Inmaculada Concepción: “A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María «llena de gracia» por Dios (Lc 1, 28) había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX:

«… la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus: DS, 2803)” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 491)

Su Maternidad Divina: “Llamada en los Evangelios «la Madre de Jesús»(Jn 2, 1; 19, 25; cf. Mt 13, 55, etc.), María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como «la madre de mi Señor» desde antes del nacimiento de su hijo (cf Lc 1, 43). En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios [Theotokos] (cf. Concilio de Éfeso, año 649: DS, 251).” (Catecismo de la Iglesia n.495). En virtud de su maternidad divina también confirmamos su maternidad espiritual sobre nosotros.

Su Virginidad: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo» (Is 7, 14).  “Desde las primeras formulaciones de la fe (cf. DS 10-64), la Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando también el aspecto corporal de este suceso: Jesús fue concebido absque semine ex Spiritu Sancto (Concilio de Letrán, año 649; DS, 503), esto es, sin semilla de varón, por obra del Espíritu Santo” (Catecismo de la Iglesia n. 496) de hecho en la profundización de la fe la Iglesia ha confesado que la virgnidad de María es perpetua, por eso la llamamos “siempre Virgen”, porque la ha sido antes, durante y después del parto. Su virgnidad es también un signo de la iniciativa de Dios, de su fe incontaminada y de fidelidad.

– Su gloriosa Asunción:  «Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte» (LG 59; cf. Pío XII, Const. apo. Munificentissimus Deus, 1 noviembre 1950: DS 3903). La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos: «En el parto te conservaste Virgen, en tu tránsito no desamparaste al mundo, oh Madre de Dios. Alcanzaste la fuente de la Vida porque concebiste al Dios viviente, y con tu intercesión salvas de la muerte nuestras almas (Tropario en el día de la Dormición de la Bienaventurada Virgen María)” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 966).

Conocer los dogmas Marianos nos ayuda a reconocer como el rol que nuestra Buena Madre tiene en nuestra vida espiritual esta firmemente arraigado en la Cristología y Eclesiología, ella es modelo de santidad para todo cristiano, como vimos anteriormente, pero también también intercede por nosotros, san Juan Pablo II nos lo explica del siguiente modo:

“De Cristo deriva el valor de la mediación de María y, por consiguiente, el influjo saludable de la santísima Virgen «favorece, y de ninguna manera impide, la unión inmediata de los creyentes con Cristo»

La intrínseca orientación hacia Cristo de la acción de la «Mediadora» impulsa al Concilio a recomendar a los fieles que acudan a María «para que, apoyados en su protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador»…Al proclamar a Cristo único Mediador (cf. 1 Tm 2, 5-6), el texto de la carta de san Pablo a Timoteo excluye cualquier otra mediación paralela, pero no una mediación subordinada.

En efecto, antes de subrayar la única y exclusiva mediación de Cristo, el autor recomienda «que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres» (1 Tm 2, 1). ¿No son, acaso, las oraciones una forma de mediación? Más aún, según san Pablo, la única mediación de Cristo está destinada a promover otras mediaciones dependientes y ministeriales. Proclamando la unicidad de la de Cristo, el Apóstol tiende a excluir sólo cualquier mediación autónoma o en competencia, pero no otras formas compatibles con el valor infinito de la obra del Salvador.” (San Juan Pablo II, Audiencia General, 1 de octubre de 1997)

3.    Edificación espiritual (Actuar)

  • ¿Qué aprendimos de esta Catequesis?
  • María es mujer de la Palabra ¿cómo es mi relación con la Palabra de Dios?
  • ¿Cómo cada uno de los dogmas marianos nos estimulan a crecer en nuestra relación con Dios? ¿Cómo su inmaculada concepción me recuerda que Dios tiene un plan de salvación para la humanidad en general y para mí en particular? ¿Qué significa para mí tenerla por Madre? ¿Cómo su virginidad perpetua estimula la pureza de mi fe, el dejarme alcanzar por la iniciativa de Dios y mi fidelidad a Él? ¿Cómo su asunción gloriosa anima mi esperanza en el caminar?

IMG: «Epifanía» de Fernando Gallego