Hace años cuando estudiaba Relaciones Internacionales recuerdo que a la hora de hablar en la politología sobre teoría del Estado se nos enseñaba que este se caracteriza por tener cuatro atributos: un gobierno soberano, un orden jurídico, un pueblo y un territorio. A la luz de la solemnidad que celebramos hoy podríamos decir que el Reino de los cielos tiene a Cristo por soberano, el cual gobierna bajo el régimen de la Ley Nueva del amor, su pueblo es la comunión de hermanos que conforman su santa Iglesia y su territorio se extiende al universo entero. Como su Reino tiene por base el amor, habitualmente se habla del Reinado del Corazón de Jesús en los corazones de los hombres.
Sabemos que esta celebración litúrgica nace en el contexto de la caída de los grandes imperios en Europa, el Papa Pío XI buscó recordar como a pesar de que las grandes fuerzas políticas de su época se desmoronaban el reinado de Cristo no cae nunca, más aún permanece. Cuando consideramos el misterio de Cristo Rey del Universo, recordamos siempre en primer lugar que su reinado se hace presente en la santidad de vida del cristiano, la gloria de este rey es la vida del hombre y el hombre vive cuando tiene a este Rey al centro de su vida.
En nuestro mundo de hoy contemplar el misterio de este Reino que se extiende por la fuerza del amor en nuestros corazones nos previene de peligros tales como:
- El relativismo moral: El amor es real cuando se basa en la verdad, y Jesús nos indica qué es lo que hay que amar, cómo hay que hacerlo y nos da la gracia para hacerlo “Preocúpate primero del Reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura” (Mt 6, 31) “Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y quien ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. Quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. Quien encuentre su vida, la perderá; pero quien pierda por mí su vida, la encontrará.” (Mt 10, 36-39) o la versión de san Lucas “Si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre y a su mujer y a sus hijos y a sus hermanos y a sus hermanas, hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo.” (Lc 14, 26)
- Vivir una espiritualidad desencarnada: Ya que nos recuerda que la ley nueva del amor se vive en actitudes y comportamientos concretos entrando en su voluntad “El que me ama guardará mi palabra” (Jn 14, 23) y viviendo la misericordia con el hermano, más aún Él mismo soberano se llega a identificar con los más pobres y necesitados como lo vemos en el capítulo 25 de san Mateo. “Tuve hambre y me diste de comer” “Tuve sed y me diste de beber”.
- Del voluntarismo pelagiano: sabemos que su reinado se vive por la acción de su gracia, todo aquel que combate en sí mismo para vencer las fuerzas del antirreino que le seducen al pecado o a una vida fuera de Dios descubre vence porque Cristo le da la fuerza que viene de lo alto para poderlo hacer. “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá” (Mt 7, 7-8) “lo que pidan en mi Nombre yo lo haré” (Jn 14, 14) “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no pueden hacer nada.” (Jn 15, 5)
El reinado del amor de Cristo no sólo nos aparta del mal que nos destruye, sino que nos hace crecer en el bien, desarrollando plenamente nuestra vida:
- Nos lleva a vivir plenamente nuestra vocación al amor y a la santidad, ya que da sentido a nuestra vida. Cuando asumimos su reinado de amor descubrimos como da plenitud a todo nuestro ser y hacer, ya que nos encamina hacia nuestro auténtico fin último que es el mismo Dios el cual es glorificado de un modo particular en el matrimonio, la vida religiosa o el sacerdocio.
- La vida se desarrolla a través de la progresión que se realiza en la búsqueda del bien a través de las virtudes. Recordemos, las virtudes son disposiciones firmes y estables para obrar bien. Estas se arraigan y crecen por la fuerza del amor. El santo es por excelencia el hombre virtuoso, todo lo que se hace por ser justo, amable, humilde, casto, generoso, perseverante, manso, etc. Es al fin de cuentas no sólo un evitar el mal sino un crecer en la connaturalidad con el bien, asemejándose cada vez más a Jesús “que todo lo hacía bien” (cf. Mc 7, 37)
- Los que viven el Reinado de Cristo en sus corazones gozan desde ya por su gracia de su misma divina, hasta el día en que alcancen la plenitud en Él, se les da el gozo de la vida eterna, el cual siguiendo a santo Tomás de Aquino en una “Conferencia sobre el Credo” podemos decir se traduce en:
- “nuestra unión con Dios, ya que el mismo Dios en persona es el premio y el término de todas nuestras fatigas”
- “en la suprema alabanza ya que como dice el profeta: Allí habrá gozo y alegría, con acción de gracias al son de instrumentos.”
- “en la perfecta satisfacción de nuestros deseos, ya que allí los bienaventurados tendrán más de lo que deseaban o esperaban” “Todo lo que hay de deleitable se encuentra allí superabundantemente”
- La verdadera amistad entre los hombres porque “La vida perdurable consiste también en la amable compañía de todos los bienaventurados, compañía sumamente agradable, ya que cada cual verá a los demás bienaventurados participar de sus mismos bienes”
En este día roguemos al Señor nos conceda por intercesión de nuestra Buena Madre, la gracia de vivir su reinado de amor en nuestros corazones ¡Viva Cristo Rey!
IMG: «Cristo Rey» en la parroquia de un Pueblo llamado Masone en el norte de Italia