Catequesis para Pequeñas Comunidades y Comunidades Eclesiales de Base
(Epifanía del Señor)
Fecha: 02/01/2025
“…si María, José y los pastores de Belén representan al pueblo de Israel que acogió al Señor, los Magos son, en cambio, las primicias de los gentiles, llamados también ellos a formar parte de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, que ya no se basa en la homogeneidad étnica, lingüística o cultural, sino sólo en la fe común en Jesús, Hijo de Dios. Por eso, la Epifanía de Cristo es al mismo tiempo epifanía de la Iglesia, es decir, manifestación de su vocación y misión universal.
1. Celebración de la Palabra
Primera Lectura
Is 60, 1-6
Levántate y resplandece, Jerusalén,
porque ha llegado tu luz
y la gloria del Señor alborea sobre ti.
Mira: las tinieblas cubren la tierra
y espesa niebla envuelve a los pueblos;
pero sobre ti resplandece el Señor
y en ti se manifiesta su gloria.
Caminarán los pueblos a tu luz
y los reyes, al resplandor de tu aurora.
Levanta los ojos y mira alrededor:
todos se reúnen y vienen a ti;
tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos.
Entonces verás esto radiante de alegría;
tu corazón se alegrará, y se ensanchará,
cuando se vuelquen sobre ti los tesoros del mar
y te traigan las riquezas de los pueblos.
Te inundará una multitud de camellos y dromedarios,
procedentes de Madián y de Efá.
Vendrán todos los de Sabá
trayendo incienso y oro
y proclamando las alabanzas del Señor.
Salmo Responsorial
Salmo 71, 1-2. 7-8. 10-11. 12-13
R. (cf. 11) Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Comunica, Señor, al rey tu juicio
y tu justicia, al que es hijo de reyes;
así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres
y regirá a tu pueblo justamente. R.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Florecerá en sus días la justicia
y reinará la paz, era tras era.
De mar a mar se extenderá su reino
y de un extremo al otro de la tierra. R.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Los reyes de occidente y de las islas
le ofrecerán sus dones.
Ante él se postrarán todos los reyes
y todas las naciones. R.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Al débil librará del poderoso
y ayudará al que se encuentra sin amparo;
se apiadará del desvalido y pobre
y salvará la vida al desdichado. R.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Segunda Lectura
Ef 3, 2-3a. 5-6
Hermanos: Han oído hablar de la distribución de la gracia de Dios, que se me ha confiado en favor de ustedes. Por revelación se me dio a conocer este misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, pero que ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: es decir, que por el Evangelio, también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo.
Aclamación antes del Evangelio
Mt 2, 2
R. Aleluya, aleluya.
Hemos visto su estrella en el oriente
y hemos venido a adorar al Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
Mt 2, 1-12
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”.
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel”.
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo”.
Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Para fomentar el diálogo:
¿Cuáles son las prioridades de nuestra gente? ¿Cuáles se presentan como los deseos más fuertes? ¿Podríamos decir que el mundo adora a Dios?
2. Catequesis
Comenzamos el año retomando nuestras catequesis en base a las lecturas del domingo, en nuestro país la solemnidad de la Epifanía del Señor no se celebra el 06 de enero sino el domingo siguiente al de la Sagrada Familia, esto para favorecer la participación del pueblo en una fiesta tan importante. ¿Por qué es importante esta celebración? ¿Qué tiene de especial?
Cuando nosotros contemplamos a los magos venidos del oriente que se presentan con reverencia ante Jesús, descubrimos que se trata no de reyes, sino más bien de lo que llamaríamos contemporaneamente astrólogos, ellos no pertenecían al Pueblo de Israel, no conocían las profecías del Antiguo Testamento, sin embargo en ellos descubrimos como se cumple lo que san Pablo nos dice cuando afirma: “De uno solo creó el género humano para que habitara la tierra entera, determinando fijamente los tiempos y las fronteras de los lugares que habían de habitar, con el fin de que lo buscasen a Él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 26-28).
Todo ser humano lleva inscrito en sí un anhelo de Dios, que es un eco de su llamada a estar con Él, de muchas maneras diferentes tradiciones religiosas han formulado creencias en base a las cuales han buscado dar un sentido a esta dimensión de su vida. La Iglesia para clarificar conceptos distingue entre fe teologal y las creencias de otros sistemas religiosas basandose sobre todo en como la primera es un don del Señor y respuesta del hombre, mientras las segundas son esfuerzos del hombre por comprender la realidad que le rodea.
“La obediencia de la fe conduce a la acogida de la verdad de la revelación de Cristo, garantizada por Dios, quien es la Verdad misma;17 « La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado ».18 La fe, por lo tanto, « don de Dios » y « virtud sobrenatural infundida por Él »,19 implica una doble adhesión: a Dios que revela y a la verdad revelada por él, en virtud de la confianza que se le concede a la persona que la afirma. Por esto « no debemos creer en ningún otro que no sea Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo ».20
Debe ser, por lo tanto, firmemente retenida la distinción entre la fe teologal y la creencia en las otras religiones. Si la fe es la acogida en la gracia de la verdad revelada, que « permite penetrar en el misterio, favoreciendo su comprensión coherente »,21 la creencia en las otras religiones es esa totalidad de experiencia y pensamiento que constituyen los tesoros humanos de sabiduría y religiosidad, que el hombre, en su búsqueda de la verdad, ha ideado y creado en su referencia a lo Divino y al Absoluto.22” (Declaración Dominus Iesus n.7)
Aquellos magos de algún modo habían concluido en base a las estrellas la llegada de un acontecimiento particular, van como a tientas usando su lógica humana buscando el lugar donde nacería el Niño, tratándose de un rey lo buscan en el palacio, sin embargo ante la incertidumbre que plantea el asunto la respuesta de las autoridades de Israel se basa en la revelación del Antiguo Testamento sobre el mesías, y partiendo de lo que Dios ha hablado por los profetas, hablan de Belén como el lugar del nacimiento. La revelación divina comienza a iluminar la creencia de aquellos pueblos pero será en el encuentro con Cristo donde manifestará toda luz, ya no se trata de una profecía es el Hijo de Dios que se ha encarnado la Palabra definitiva que tanto buscaban, Dios se manifiesta no sólo al pueblo de Israel sino a todas las naciones.
“La Epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo. Con el bautismo de Jesús en el Jordán y las bodas de Caná (cf. LH Antífona del Magnificat de las segundas vísperas de Epifanía), la Epifanía celebra la adoración de Jesús por unos «magos» venidos de Oriente (Mt 2, 1) En estos «magos», representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación. La llegada de los magos a Jerusalén para «rendir homenaje al rey de los Judíos» (Mt 2, 2) muestra que buscan en Israel, a la luz mesiánica de la estrella de David (cf. Nm 24, 17; Ap 22, 16) al que será el rey de las naciones (cf. Nm 24, 17-19). Su venida significa que los gentiles no pueden descubrir a Jesús y adorarle como Hijo de Dios y Salvador del mundo sino volviéndose hacia los judíos (cf. Jn 4, 22) y recibiendo de ellos su promesa mesiánica tal como está contenida en el Antiguo Testamento (cf. Mt 2, 4-6). La Epifanía manifiesta que «la multitud de los gentiles entra en la familia de los patriarcas»(S. León Magno, serm. 23) y adquiere la «israelitica dignitas» (MR, Vigilia pascual 26: oración después de la tercera lectura).” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 528)
Cristo se presenta así como la Palabra del Padre que ilumina toda la realidad, una de las imágenes clásicas para anunciar la llegada del Señor es la de la luz. Por ella lo que se encuentra oculto en la oscuridad es puesto de manifiesto, el hombre puede ver, puede conocer la realidad que le rodea. Cristo revela la verdad sobre Dios, sobre el mundo y el hombre. Nos da a conocer la misericordia infinita del Padre, Él mismo es la Palabra encarnada que lo revela y también da a conocer lo que el hombre realmente es, como diría san Juan Pablo “revela plenamente el hombre al mismo hombre” (Redemptor Hominis n.10). En Cristo Dios nos lo ha dicho todo, es auténtica luz para la humanidad. Por ello con los magos venidos del oriente contemplamos a Jesús:
“La contemplación es mirada de fe, fijada en Jesús. «Yo le miro y él me mira», decía, en tiempos de su santo cura, un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario. Esta atención a El es renuncia a «mí». Su mirada purifica el corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres. La contemplación dirige también su mirada a los misterios de la vida de Cristo. Aprende así el «conocimiento interno del Señor» para más amarle y seguirle (cf San Ignacio de Loyola, ex. sp. 104)” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2715)
Jesús ha nacido para salvar a la humanidad y llevarle a plenitud, reune en la escena que contemplamos en el Evangelio a los israelitas que lo esperaban representados en María santísima y san José y también a aquellos hombres que había venido del oriente buscándolo como a tientas. Él congrega a todos los pueblos, crea comunión ahí donde ha habido distancias, y será en su santa Iglesia donde esta comunión se irá manifestando de un modo cada vez más pleno.
«La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano «(LG 1): Ser el sacramento de la unión íntima de los hombres con Dios es el primer fin de la Iglesia. Como la comunión de los hombres radica en la unión con Dios, la Iglesia es también el sacramento de la unidad del género humano. Esta unidad ya está comenzada en ella porque reúne hombres «de toda nación, raza, pueblo y lengua» (Ap 7, 9); al mismo tiempo, la Iglesia es «signo e instrumento» de la plena realización de esta unidad que aún está por venir.
Como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. Ella es asumida por Cristo «como instrumento de redención universal» (LG 9), «sacramento universal de salvación» (LG 48), por medio del cual Cristo «manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre» (GS 45, 1). Ella «es el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad» (Pablo VI, discurso 22 junio 1973) que quiere «que todo el género humano forme un único Pueblo de Dios, se una en un único Cuerpo de Cristo, se coedifique en un único templo del Espíritu Santo» (AG 7; cf. LG 17). (Catecismo de la Iglesia Católica n.775-776)
3. Edificación espiritual
¿Qué aspectos de mi vida ha iluminado el Señor?
¿Cómo puedo yo colaborar en ser luz para los demás?
¿Estamos dispuestos a seguir buscando a Cristo? ¿Qué he de hacer?
Los magos llegaron del oriente para adorar a Jesús ¿Cultivo la oración de adoración? ¿Qué puedo hacer para mejorar?
IMG: Adoración de los magos de Jan de Bray