Nuestro compromiso bautismal

Catequesis para Pequeñas Comunidades y Comunidades Eclesiales de Base

Fecha: 09/01/2025

Frase:  “¡El apostolado de los laicos es sobre todo testimonio! Testimonio de la propia experiencia, de la propia historia, testimonio de la oración, testimonio del servicio a quienes pasan necesidad, testimonio de la cercanía a los pobres, cercanía a las personas solas, testimonio de la acogida, sobre todo por parte de las familias. Y es de este modo que se nos forma para la misión: saliendo al encuentro de los demás. Es una formación “sobre el terreno” y, al mismo tiempo, un camino eficaz de crecimiento espiritual.” Papa Francisco (18/02/2023)

1.   Celebración de la Palabra (Ver)

• Is 40, 1-5. 9-11. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres. 
• Sal 103. Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! 
• Tt 2, 11-14; 3, 4-7. Nos ha salvado con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por Espíritu Santo. 
• Lc 3, 15-16. 21-22. Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo.

¿Cómo se entiende ser bautizado hoy? ¿Veo en la sociedad “cristiana” lo que nos pide san Pablo? ¿Conozco gente adulta sin bautismo que frecuenta la parroquia?

2.   Catequesis (Juzgar)

Con el Bautismo del Señor comienza su ministerio público, aquí se manifiesta como el mesías y el Hijo de Dios altísimo.  Jesús asume nuestra condición humana y entrando en la voluntad del Padre dará su vida en la cruz para la salvación de los hombres.

“El bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores (cf. Is 53, 12); es ya «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29); anticipa ya el «bautismo» de su muerte sangrienta (cf Mc 10, 38; Lc 12, 50). Viene ya a «cumplir toda justicia» (Mt 3, 15), es decir, se somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados (cf. Mt 26, 39). A esta aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo (cf. Lc 3, 22; Is 42, 1). El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción viene a «posarse» sobre él (Jn 1, 32 – 33; cf. Is 11, 2). De él manará este Espíritu para toda la humanidad. En su bautismo, «se abrieron los cielos» (Mt 3, 16) que el pecado de Adán había cerrado; y las aguas fueron santificadas por el descenso de Jesús y del Espíritu como preludio de la nueva creación.” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 536)

Cristo santificando las aguas les da el poder sanador y regenerador por el cual como quien es sepultado en las aguas muere al hombre viejo, resurge para la nueva vida de los hijos de Dios. En este día la Iglesia de hecho nos invita a renovar nuestro compromiso bautismal de llevar una vida santa, una vida coherente con aquella vocación a la cual hemos sido llamados en Cristo. Es de esta condición de bautizados que surgen las diferentes estados de vida o vocaciones en la vida de la Iglesia: laicos, religiosos (vida consagrada) o sacerdotes. Por ello en esta ocasión meditemos un poco acerca de la espiritualidad que caracteriza la vida de los laicos.

A menudo cuando se pregunta qué significa que uno sea laico o seglar se responde “significa que no es sacerdote” y lo definimos no por lo que es, sino por lo que no es y quizás de modo impreciso. Y de ello deriva que cuando se habla de espiritualidad laical, se tenga la idea de que son “los que viven lo que es común a todos” o “aquello que es más básico en el cristianismo”.

Cuando hablamos de los seglares nos referimos aquellos cristianos que viviendo en el mundo buscan consagrarlo, “religando” todo a Dios. Buscan transformar la realidad desde dentro.

Los laicos tienen como vocación propia el buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios. Viven en el mundo, en todas y cada una de las profesiones y actividades del mundo, y en las condiciones ordinarias de vida familiar y social que forman como el tejido de su existencia. Es ahí donde Dios los llama a realizar su función propia, dejándose guiar por el Evangelio para que, desde dentro como el fermento, contribuyan a la santificación del mundo (…)[1]

La Iglesia, en efecto, vive en el mundo, aunque no es del mundo (cf. Jn 17, 16) y es enviada a continuar la obra redentora de Jesucristo; la cual, “al mismo tiempo que mira de suyo a la salvación de los hombres, abarca también la restauración de todo el orden temporal” [AA 5]. −Ciertamente, todos los miembros de la Iglesia son partícipes de su dimensión secular; pero lo son de formas diversas. En particular, la participación de los fieles laicos tiene una modalidad propia de actuación y de función, que, según el Concilio, “es propia y peculiar de ellos. Tal modalidad se designa con la expresión índole secular” [LG 31]  El carácter secular debe ser entendido a la luz del acto creador y redentor de Dios, que ha confiado el mundo a los hombres y a las mujeres, para que participen en la obra de la creación, la liberen del influjo del pecado y se santifiquen en el matrimonio o en el celibato, en la familia, en la profesión y en las diversas actividades sociales[2]

Los laicos por tanto, no tienen una doble agenda, como si la vida de Iglesia ocurre los domingos mientras que luego regresa a la “realidad” del trabajo. Sino que son y construyen Iglesia ahí donde se encuentran en el día a día, santificando el mundo en casa, en el trabajo, en el recreo, en sus paseos, en su matrimonio, en su relaciones con sus padres, con sus amigos, en su relación con el medio ambiente, y hoy diríamos hasta en los espacios digitales.

“el interés en subrayar la unidad del proyecto divino de salvación, y la correcta relación entre naturaleza y gracia, historia y escatología, de modo que la Iglesia no aparezca como realidad opuesta al mundo o, en cierto sentido, ante el mundo, como si Iglesia y mundo fueran dos realidades diversas en las que el laico actúa alternativamente (ahora rezo, ahora pago los impuestos; ahora participo en un reunión del consejo parroquial, ahora ejercito mi profesión: el laico no vive en una casa de dos pisos −la Iglesia y el mundo− realizando cada actividad en el piso correspondiente). Cuando se utiliza la expresión ‘en la Iglesia y en el mundo’ hay que estar muy atentos para no inducir a la idea de una estructura dualista en el ser y en el actuar del laico. La pertenencia del laico a la Iglesia y al mundo no se traduce en una doble acción: una centrada en la dinámica de comunión y de santificación en el interior de la Iglesia, y otra −externa−, que giraría alrededor del mundo y de las tareas seculares, como si las relaciones del laico con el mundo secular fuera algo accidental, realizado ‘fuera’ de la Iglesia. La realidad −y la doctrina de la Iglesia− nos dice que esa actuación del laico en el mundo constituye su plena participación en la misión del Pueblo de Dios.[3]

Aunque ya se dijo de algún modo en lo anterior quizás convenga explicar un poco mejor cómo el cristiano que vive en el mundo ha de irse configurando con Jesucristo o poniéndolo en palabras que están más en boga hoy en día podríamos preguntarnos ¿cómo se forma un laico discípulo misionero de Jesucristo?

Formación humana: Dado que la gracia de Dios actúa sobre nuestra naturaleza humana, hemos de tener presente en primer lugar nuestra formación a este nivel, se dice que la formación humana es el fundamento de todo, alguien dijo alguna vez que podría resumirse en “aprender a ser educado” es la práctica de las virtudes humanas que ayudan al desarrollo de las cualidades propias. Se trata de la educación que se recibe en el hogar. Y es muy importante este trabajo, ya lo dice un principio básico de teología “la gracia de Dios no anula la materia sino que la perfecciona” o mejor aún “La gracia actúa mejor en una materia mejor dispuesta”.

Formación espiritual: A nivel espiritual lo que hemos mencionado anteriormente como medios de crecimiento podría perfilarse como un buen esquema de lo que un fiel cristiano laico puede hacer optando por prácticas concretas que se adecuen a su estilo de vida, ¿es posible pedirle a una madre de familia de 3 niños menores de 10 años cuyo esposo trabaja todo el día que dedique 1 hora de oración en la mañana y una en la tarde como se le pide al fraile carmelita o que vaya a rezar 7 veces al día un promedio de tres salmos por vez como hace el monje benedictino? Pero claro está que esto no significa que no deba dedicar un momento de la jornada por breve que sea para estar en silencio orante ante Dios, de hecho, es curioso, que las personas con los horarios más complicados muchas veces son las que aprenden a distribuir mejor sus cargas en modo que dejan un tiempo propicio para cultivar su intimidad con el Señor. Podríamos aquí deternos y preguntar cómo se cultiva la vida espiritual a nivel personal ciertamente pero también familiar.

Formación intelectual: no es necesario inscribirse en un curso de teología para poder formarse en este campo, y de hecho no se trata de esto para el laico (a menos que sea profesor en una universidad o tenga una responsabilidad particular en la Iglesia), su formación intelectual tiene que atender ciertamente también al campo de la fe, pero según la necesidad que se le presente, nunca estará demás repasar el catecismo de la primera comunión o de la confirmación y es más, hoy en día existe tanta literatura no sólo en libros sino también en sitios católicos que permiten acceder a una formación religiosa en este sentido. Sin embargo, el cultivo intelectual del laico implicará elementos de cultura general o cuestiones específicas que involucren su profesión. ¿Qué tipo de literatura, podcasts, videos etc. Se frecuentan? ¿nos preocupamos por formar la cabeza?

Formación profesional: el laico dijimos está llamado a transformar el mundo desde adentro, ello implica también conocer el mundo en el que se desenvuelve y los modos mejores para transformarlo y redireccionarlos a Dios. Lo que cada uno pueda hacer por mejorar sus destrezas y habilidades en el trabajo que realiza puede ciertamente colaborar a la santificación del mismo lugar. La transformación del mundo también pasa por aquel que como un emprededor pone un pequeño negocio y da oportunidades de trabajo a otros a la vez que busca hacerlo crecer.

Formación apostólica: es decir de qué manera estamos colaborando a la extensión del Reino, el modo principal del apostolado del laico es el ejercicio de la caridad en medio de la realidad en la que vive, llevar el amor de Dios a todos los ambientes y a todas las personas con las que se relaciona, se trata de promover un amor afectivo y efectivo. Y esta efectividad del amor se evidencia de modo particular a través del servicio. Y ¿a quién hemos de servir? a Dios y a nuestro prójimo todo con mira a que extienda el Reino de los Cielos. Un modo especial de servir es la colaboración con los diferentes ministerios que encontramos en la parroquia.

Lo que se pretende con el apostolado seglar no es otra cosa que llevar la obra de la redención, la salvación de Jesucristo para transformar el mundo entero desde su interior.

“La misión de la Iglesia, no es solo ofrecer a los hombres el mensaje y la gracia de Cristo, sino también el impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico”[4] es parte de la nueva creación que se ha inaugurado con la resurrección de Jesucristo y que llegará a su plenitud en el último día.

Esta transformación se realizará en la medida que la caridad de Cristo impregne todos los ambientes en los que nos movemos, particularmente las relaciones con nuestros hermanos.

“Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente irreprochable y aparezca como tal, es necesario ver en el prójimo la imagen de Dios, según la cual ha sido creador, y a Cristo Señor, a quien en realidad se ofrece lo que al necesitado se da; respetar con máxima delicadeza la libertad y la dignidad de la persona que recibe el auxilio; no manchar la pureza de intención con cualquier interés de la propia utilidad o con el afán de dominar; cumplir antes que nada las exigencias de la justicia, para no dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de justicia; suprimir las causas, y no sólo los efectos, de los males y organizar los auxilios de tal forma, que quienes los reciben se vayan liberando progresivamente de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos”[5].

3.   Edificación espiritual (Actuar)

A nivel humano: ¿cómo están nuestras familias? ¿hay una auténtica educación o somos gente que no más vive bajo un techo? ¿los principios de vida cristianos son claros en la vida de nuestra familia? ¿cuáles son estos?.

A nivel espritual ¿qué espacios de oración existen en nuestras familias? ¿participamos juntos de actividades religiosas?

A nivel intelectual: ¿Qué tipo de literatura, podcasts, videos etc. Se frecuentan? ¿nos formamos en materia de fe?

A nivel profesional: ¿buscamos cualificar nuestro trabajo? ¿nos tecnificamos? ¿cómo animamos a nuestros niños y jóvenes en esta dimensión?

A nivel de apostolado: ¿cuáles son los míos? ¿por qué nos resistimos? ¿qué haría falta para que finalmente asumiera uno?

4.   Avisos

-Sábado 18 de enero a las 4:00p.m. tenemos la Santa Misa y Procesión en honor a Jesús Nazareno el Siervo Sufriente, estamos todos invitados a participar.

-Inscripciones para niños de catequesis los domingos de enero durante las misas. Interesados en sacramentos de iniciación cristiana de adultos también pueden consultar con los catequistas.


[1] Conciclio Vaticano II, Constitución apostólica Lumen Gentium, n. 31

[2] San Juan Pablo II, Exhortación apostólica “Christifidelis laici”, n.15

[3] Vicencio Bosch, El carácter teológico de la secularidad, en  https://www.almudi.org/articulos/11305-el-caracter-teologico-de-la-secularidad-servicio-eclesial-y-accion-en-el-mundo-de-los-fieles-laicos (08/04/2018)

[4] Concilio Vaticano II, Decreto “Apostolica Actuositatem” n.5

[5] Ibid. n. 8