Celebramos, hermanos, en este día el bautismo del Señor, al contemplar este misterio descubrimos a Dios que hecho hombre por amor, se deja contar entre los pecadores para rescatar a aquellos que vivíamos como esclavos. Él entra en las aguas del Jordán para santificarlas y así darles esta facultad de renovar la vida del hombre, el misterio que contemplamos hoy por tanto es un misterio que manifiesta la misericordia infinita de un Dios tan bueno que nos muestra por el camino de la humildad el acceso a la vida nueva de los hijos de Dios.
Cuando meditamos en el santo bautismo, descubrimos como por él estamos llamados precisamente a una vida que tiene un horizonte que va más allá del tiempo y el espacio presente, se extiende hacia la eternidad. Recordamos que hemos sido hechos para algo más grande que el simple disfrute de “deseos mundanos” como decía san Pablo, nuestra mirada se alza hacia el Cielo, nuestra patria definitiva, también de nosotros quiere decir hoy el Padre Eterno “este es mi Hijo amado en quien me complazco”.
Hemos sido bautizados en el “Espíritu Santo y fuego” consideremos hermanos este elemento, el fuego arde, ilumina, da calor y se irradia a lo que toca, así es el bautizado en medio del mundo, se convierte en cirio encendido por la luz de Cristo-Verdad que disipa la tinieblas del error y la ignorancia en que sume el pecado; y en hoguera ardiente de caridad encendida por el amor de Cristo que da calor a los corazones que sufren el frío de orgullo y la indiferencia.
Este fuego está llamado a crecer y arder con mayor intensidad conforme vamos caminando en esta vida, recordemos siempre como el día del bautismo papás y padrinos hacen este compromiso por los niños, y como en el sacramento de la Confirmación renovamos este empeño de dar testimonio de Cristo. Este fuego de la caridad se acrecienta de un modo especial en el sacramento de la Eucaristía, este es uno de sus efectos en la vida del hombre, de ahí la importancia de prepararnos debidamente, de dar gracias y de recibirla frecuentemente. La Eucaristía nos hace crecer en la caridad y la santidad es definida como la perfección de la caridad, hermoso y precioso misterio al que se nos habilita por la gracia del Bautismo que un día recibimos.
Hermanos, profundizar en nuestra conciencia de bautizados nos hace redescubrir nuestra dignidad de hijos de Dios, el llamado a una vida santa, el compromiso de vivir plenamente nuestra fe, de haber sido creados para cosas grandes. Todos los proyectos de nuestra vida sea que tenga que ver con propósitos en el camino de conversión, emprendimientos personales, anhelos de una profesión, un trabajo, una familia o una sociedad mejor se ven impregnados de la acción de la gracia en la vida del bautizado de modo que pueda redirigirlo todo hacia el horizonte de lo eterno.
No negamos que en nuestra época hay muchos desafíos, que tantos bautizados viven al margen de la vida de la Iglesia, pero no podemos pensar que lo mejor es irse apartando y acomodando al tiempo presente mientras se va apagando y enfriando el corazón y cada uno se encierra en su cuarto, la verdadera solución pasa por nuestra conversión personal, por la renovación del sentido de la familia cristiana como una comunidad de bautizados, una auténtica Iglesia doméstica, ahí donde un los esposos buscan ser reflejo de la alianza de amor Cristo y la Iglesia, donde como padres de familia a pesar de sus debilidades buscan comunicar el amor de Dios Padre y donde los hijos buscan vivir identificados de tal modo con Cristo entrando en la escuela del hogar de Nazaret.
Que hermoso es cuando desde la familia se va educando en la fe para valorar los tesoros que nos da la vida nueva del Bautismo, es el mejor preventivo contra la tibieza del alma, es maravilloso ver como los niños hacen fila con sus padres para confesarse, como juntos se sientan en la Santa Misa para escuchar la Palabra de Dios y así también hacen la fila para recibir la Santa Comunión, como en los hogares de las familias cristianas se reza antes de comer para bendecir los alimentos, como otros mientras van juntos al trabajo escuchan la santa Misa por la radio, como los papás y mamás dan la bendición a sus hijos antes que se vayan de la casa, o la intimidad y alegría de esos momentos diálogo que tantas veces se comparten entorno a la mesa o la cocina. La familia es la primera escuela cristiana que tiene todo bautizado, por ello esmerémonos por hacer de las nuestra auténticas iglesias domésticas.
Que el Señor nos conceda la gracia de ser hombres y mujeres que aspiren a vivir plenamente el don que nos ha sido comunicado en el Bautismo.
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