El Amor incondicional del Corazón de Jesús

Dilexit Nos n.1

«Nos amó», dice san Pablo refiriéndose a Cristo (Rm 8,37), para ayudarnos a descubrir que de ese amor nada «podrá separarnos» (Rm 8,39). Pablo lo afirmaba con certeza porque Cristo mismo lo había asegurado a sus discípulos: «los he amado» (Jn15,9.12). También nos dijo: «los llamo amigos» (Jn 15,15). Su corazón abierto nos precede y nos espera sin condiciones, sin exigir un requisito previo para poder amarnos y proponernos su amistad: «nos amó primero» (1 Jn 4,10). Gracias a Jesús «nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído» en ese amor (1 Jn 4,16).

Comenzamos una serie de comentarios sobre la carta encíclica del Papa Francisco «Dilexit Nos» sobre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. ¿Qué nos dice hoy el Romano Pontífice acerca de esta corriente de espiritualidad? ¿Cómo aprovecharla en pleno siglo XXI? ¿Sigue siendo actual? Vamos por partes, comenzamos hoy con el numeral uno.

Basándose en una cita de san Pablo, el punto de partida es recordar que el Sagrado Corazón de Jesús es un símbolo de su amor, concepto que se desarrollará más adelante. De momento, en este primer numeral, se busca enfatizar la estabilidad y fidelidad de una alianza que no se desdice a pesar de las dificultades que se puedan atravesar; nada nos podrá separar de Él.

El Señor Jesús nunca tuvo reparos en dar a conocer cuánto amaba a los suyos, les llamaba con propiedad «amigos». ¿Qué han hecho los discípulos para merecerlo? Lo mismo que nosotros, realmente nada; su amor es incondicional, se nos da como una manifestación de su gratuidad. Él sale a nuestro encuentro simplemente porque quiere nuestro bien, lo cual es una característica propia de aquel que ama.

No nos ama porque seamos buenos, tampoco nos ama porque hayamos hecho algo para «ganarnos» su amor, no nos ama porque hayamos cumplido ciertos requisitos; Jesús simple y llanamente nos ama porque Él es bueno, porque quiere compartir su vida con nosotros, más aún, anhela que entremos en una comunión de vida tan profunda que abracemos la suya.

Amamos porque hemos hecho experiencia de su amor, amamos por correspondencia, amamos porque primero nos sentimos amados por Él y ese amor nos ha llevado a creer en su Palabra y, creyendo, nos abrimos cada vez más a su amor.

Al iniciar estas reflexiones sobre la encíclica del Papa, quiero invitarles a realizar un ejercicio espiritual que a menudo se deja para hacer nacer o crecer en el fervor por el Señor: repasar las bendiciones que Él nos ha dado en una jornada.

Instrucciones: Al final de un día, antes de ir a la cama, tómate unos 10 minutos, recógete en silencio orante y en una hoja de papel escribe de tu puño y letra una oración de acción de gracias enumerando cada una de esas bendiciones que el Señor te ha concedido.

Si hacemos cuentas, son muchísimas, y al vernos favorecidos de tal manera por Dios, ¿acaso quedará nuestro corazón indiferente? Si antes de despertar Él ya velaba nuestro sueño, hemos interactuado con la familia, hemos tenido un lugar donde descansar, comida en nuestro plato, agua para beber, un trabajo, la salud, la oportunidad muchas veces de participar en la Santa Misa o quizás de confesarnos, el haber podido hacer un tiempo de oración, el hablar con un amigo, etc. Tantas gracias que se nos conceden y todo por su infinita bondad y misericordia, ya que de Él viene todo bien.

Que el Señor nos conceda la gracia de siempre tener presente en nuestros corazones el profundo amor con que nos ama.

IMG: «Sagrado Corazón» de Pompeo Batoni, 1767