Apuntes para la homilía del VI Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C
Contemplar las bienaventuranzas siempre nos hace pensar como las categorías con las que un cristiano interpreta la realidad son muy distintas a las del mundo. Las palabras de Jesús son siempre interpeladoras, llaman a contemplar la “dicha” en un horizonte que va más allá del terreno, y a no siempre contemplar lo que el mundo consideraría “desgracia” como el mayor de los males. El hombre justo según las Escrituras, el hombre que vive según la voluntad de Dios al estilo de Cristo hace una apuesta más grande el mundano, por eso su vida no se limite al tiempo actual sino que vive de cara a la eternidad, vive la vida de Dios en él, abraza la vida eterna.
Considera por un momento como mucha gente hoy en día realmente no busca la felicidad, sino que la mayoría lo que anhelan es “no sufrir”. El seguimiento de Jesús, el auténtico discipulado que se realiza en la comunidad cristiana apunta hacia la vida bienaventurada no la ausencia de sufrimiento. Cuando recordamos la enseñanza clásica del Catecismo: ¿Para qué te creo Dios? Para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida y luego gozar eternamente de Él en el cielo, descubrimos que el plan de Dios es que abracemos una vida con sentido (hoy en día hablamos un horizonte vocacional) es decir una vida con propósito, ese es el fin de nuestra vida realizar ese plan de amor que Dios ha dispuesto para que lleguemos a la plenitud de lo que somos en comunión con Él y su Iglesia, entonces ¿y el gozo? El gozo es consecuencia de vivir según nuestro fin.
Renunciamos a una vida de gratificaciones inmediatas y de mera comodidad, para entregarnos en el Señor a una vida en la que se potencia todo lo bueno que Él ha puesto en nosotros y que viene sobrenaturalizado para la acción de su gracia, no somos entes pasivos sino actores dinámicos que hacen resplandecer la gloria de Dios en este punto con su testimonio de vida en medio de las cosas cotidianas que vivimos. Esa es la vida que produce fruto y podríamos afirmar mucho fruto.
“Hemos de procurar que nuestras ideas sobre los verdaderos valores de las cosas coincidan con las enseñanzas de la fe, a despecho de lo que el mundo pueda pensar o sentir. Y así hemos de estar íntimamente convencidos de que en orden a la vida eterna es mejor la pobreza, la mansedumbre, las lágrimas del arrepentimiento, el hambre y sed de perfección, la misericordia, la limpieza de corazón, la paz y el padecer persecución (Mt 5, 3-10) que las riquezas, la violencia, las risas, la venganza, los placeres de la carne y el dominio e imperio sobre todo el mundo. Hemos de ver en el dolor cristiano una auténtica bendición de Dios, aunque el mundo no acierte a comprender estas cosas. Hemos de estar convencidos de que es mayor desgracia cometer a sabiendas un pecado venial que la pérdida de la salud y de la misma vida… Que la vida larga importa mucho menos que la vida santa…renunciando en absoluto a los criterios mundanos e incluso a los puntos de vista pura y simplemente humanos.” (Fray Antonio Royo Marín o.p.)
El hombre que tiene una esperanza de futuro, como aquel que creen en la resurrección de los muertos, no se deja ir por mundanos criterios, ni busca perder tiempo en cuestiones que se limitan al presente inmediato, ¡ojo! digo no se limita porque tampoco es que se desprecie, sino que se ordena, se direcciona, se orienta hacia la eternidad, así por ejemplo el joven que busca vivir amistades cristianas, también aspira al noviazgo cristiano y esto mismo al matrimonio en el Señor ¿y el matrimonio para que? Para caminar junto con su pareja hacia el cielo, formando una familia, haciendo de ella una comunidad de vida y amor, sirviendo en ella, creciendo en el amor; el joven que aspira por ejemplo al sacerdocio no se lanza a este sólo porque así se evita tener que buscar trabajo o porque no encuentra que hacer en la casa, sino que tiene un horizonte que le lleva a querer identificarse con Cristo sacerdote de un modo particular, imitando incluso su estilo de vida en el celibato; la joven que sueña con entrar al convento no lo hace porque sea amargada, aburrida o no encuentre novio, el propósito es vivir entregada a Cristo esposo según el carisma de la congregación en la que ingresa; cuando vengo a la comunidad no simplemente por buscar amigos, sino es porque quiero vivir el estilo de vida que los apóstoles vivieron con Jesús y que luego se reprodujo en toda la Iglesia, no somos individuos aislados, la Iglesia es comunión y anhelamos no solo escuchar un tema sino hacer un auténtico discipulado junto a otros.
Una vida que se camina con fe en el Señor Jesús cambia nuestra modo de recorrer la historia, nos ayuda a evitar que andemos a la deriva dejándonos llevar por cualquier moda de pensamiento, un viaje sin rumbo puede parecer divertido al inicio pero tarde o temprano cansa y desespera, un peregrino de esperanza es un hombre que vive con propósito que sabe hacia donde va, que camina con otros, no evita el dolor sino el sin sentido, su horizonte es claro y aunque en ocasiones tenga que a travesar pobreza, llanto o persecución, sabe que no quedará confundido porque no vive de sueños sino de la Cristo que es Camino, Verdad y Vida.