Sobre la vida matrimonial

Catequesis para Pequeñas Comunidades y Comunidades Eclesiales de Base

Tema: Matrimonio

Fecha: 13 de marzo de 2025

Frase: “El matrimonio consagrado por Dios custodia el vínculo entre el hombre y la mujer que Dios bendijo desde la creación del mundo; y es fuente de paz y de bien para toda la vida conyugal y familiar.” (Papa Francisco)

1.   Celebración de la Palabra (Ver)

Leer Jn 2, 1-11 (Las bodas de Caná)

¿Cómo vemos el matrimonio en nuestras vidas y comunidades? ¿Lo experimentamos como una fiesta que refleja el amor de Dios o como algo pasajero y frágil? ¿Qué papel juega la presencia de Cristo en nuestras familias?

2.   Catequesis (Juzgar)

“La sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26- 27) y se cierra con la visión de las «bodas del Cordero» (Ap 19,9; cf. Ap 19, 7). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su «misterio», de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación «en el Señor» (1 Co 7,39) todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (cf Ef 5,31-32).” (Catecismo de la Iglesia Católica n.1602)

El matrimonio: un signo del amor de Cristo

El Evangelio de Juan nos lleva a las bodas de Caná, donde Jesús realiza su primer milagro al transformar el agua en vino por intercesión de María (Jn 2, 1-11). Este no es un detalle menor. El Papa Francisco nos invita a contemplarlo: “Jesús comienza precisamente sus milagros con esta obra maestra, en un matrimonio, en una fiesta de bodas: un hombre y una mujer. Así, Jesús nos enseña que la obra maestra de la sociedad es la familia: el hombre y la mujer que se aman” (Audiencia General, 29 de abril de 2015). Este gesto inaugural de Cristo no solo “salva la fiesta”, sino que consagra el matrimonio como un lugar privilegiado donde su gloria se manifiesta, elevando la unión humana a un reflejo de su alianza con la humanidad, por eso la Iglesia nos enseña que aquí eleva el matrimonio a la dignidad de sacramento.

Esta verdad encuentra eco en las palabras de San Pablo: “Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia” (Ef 5, 32). El amor entre los esposos no es un sentimiento pasajero ni una construcción meramente cultural; es una vocación divina que participa del amor sacrificial de Cristo, quien “amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Ef 5, 25). El apóstol nos llama a vivir este amor en la reciprocidad: “Sed sumisos unos a otros” (Ef 5, 21), lo que significa ponerse al servicio mutuo con humildad y entrega. Recordemos siempre que el amor en términos cristianos se entiende en clave de benevolencia y donación de sí, y en el caso del matrimonio de donación total de sí mismo hasta ser una sola carne, se trata del llamado a la comunión. El Papa Francisco explica que: “El efecto de este radicalismo de la entrega que se le pide al hombre, por el amor y la dignidad de la mujer, siguiendo el ejemplo de Cristo, tuvo que haber sido enorme en la comunidad cristiana misma” (Audiencia General, 6 de mayo de 2015).

El matrimonio cristiano también refleja la comunión trinitaria. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que: “La comunidad conyugal está establecida sobre el consentimiento de los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los cónyuges y a la procreación y educación de los hijos” (n. 1601). Así, la pareja, unida en amor y abierta a la vida, se convierte en una imagen viva del Dios que es amor (1 Jn 4, 8) y comunión de personas. San Juan Pablo II lo expresó bellamente en la Familiaris Consortio: “La familia cristiana, fundada en el sacramento del matrimonio, es una ‘iglesia doméstica’, una comunidad de gracia y oración, una escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana” (n. 21). Cada hogar cristiano, por humilde que sea, está llamado a ser un santuario donde el amor de Dios se hace visible.

Vivir este misterio requiere valentía y fe. El Papa Francisco lo afirma con fuerza: “Se necesita valor para amarse como Cristo ama a la Iglesia” (Audiencia General, 6 de mayo de 2015). Con la gracia del sacramento, los esposos no solo construyen su unión, sino que se convierten en testigos vivos del Evangelio, llevando el amor de Dios a sus hijos, vecinos y comunidades.

Pensemos en la boda de Caná: María, al notar la falta de vino, intercede ante su Hijo, y Él responde con abundancia. De igual modo, las parejas cristianas pueden acudir a Cristo y a su Madre en sus momentos de escasez —de paciencia, de recursos, de esperanza— confiando en que Él transformará sus dificultades en bendiciones.

Desafíos actuales: la cultura de lo provisional

Sin embargo, esta visión del matrimonio enfrenta hoy serios desafíos. El Papa Francisco observa con dolor: “Es un hecho que las personas que se casan son cada vez menos… En muchos países aumenta el número de las separaciones, mientras que el número de los hijos disminuye” (Audiencia General, 29 de abril de 2015). En Europa, por ejemplo, Eurostat (2023) reporta que la tasa de matrimonios ha caído un 25% desde el año 2000, mientras que los divorcios han aumentado en un 10% en la última década. En Estados Unidos el 50% de los matrimonio se divorcia. Muchos jóvenes optan por convivencias “de responsabilidad limitada” o evitan el compromiso permanente. ¿Por qué sucede esto?

Un factor clave para comprender esto es la “cultura de lo provisional”. El Papa advierte: “Todo es provisional, parece que no hay algo definitivo” (ibid.). Esta mentalidad, alimentada por una sociedad que exalta la inmediatez y el individualismo, hace que el matrimonio sea visto como una opción arriesgada o incluso innecesaria. Las redes sociales y la tecnología amplifican este problema: relaciones superficiales, la presión por una vida “perfecta” y la exposición constante a modelos de amor idealizados pero irreales erosionan la confianza en el compromiso duradero. En la Amoris Laetitia, el Papa señala: “La cultura actual tiende a proponer modelos afectivos inestables, que dificultan la entrega definitiva” (n. 39).

Consideremos también como las mismas nuevas generaciones han estado expuestos a tantos cambios repentinos y bruscos en poco tiempo, no sólo en el campo de la familia, el avance tecnológico, las nuevas dinámicas en la sociedad, los cambios de políticas de gobiernos que impacta diferentes esferas de la vida de un país, las constantes crisis económicas, el impacto de las ideologías de turno etc. Se hablaba de una sociedad líquida hace un tiempo porque se amoldaba a las corrientes de moda muy rápido, ahora el Papa incluso habla de sociedad gaseosa que ni siquiera se puede comprender o adaptar.

La fragilidad del matrimonio afecta sobre todo a los hijos. “Las primeras víctimas, las que sufren más en una separación, son los hijos” (Papa Francisco, Audiencia General, 29 de abril de 2015). Investigaciones psicológicas, como las de la Asociación Americana de Psicología (APA, 2022), muestran que los niños de hogares rotos enfrentan mayores riesgos de inseguridad emocional y dificultades académicas, por ej. Tienen un riesgo de 20% más que el promedio de sufrir ansiedad o depresión . Si desde pequeños ven el matrimonio como algo “temporal”, ¿cómo podrán confiar en la estabilidad del amor?

Algunos culpan a la emancipación femenina, pero el Papa rechaza esta idea con claridad: “Es una falsedad… una forma de machismo, que quiere siempre dominar a la mujer” (ibid.). No es la libertad de las mujeres lo que amenaza el matrimonio, sino una visión distorsionada que reduce el amor a poder o conveniencia. En realidad, tanto hombres como mujeres anhelan una seguridad afectiva estable. Encuestas como la del Pew Research Center (2021) revelan que el 80% de los jóvenes aún considera la familia un valor central, pero el miedo al fracaso y la falta de modelos positivos los detienen. Incluso entre los bautizados, muchos no ven el matrimonio sacramental como un camino de santidad, sino como un riesgo que podrían evitar. Slogans “para qué si así estamos bien” “uno no debe confiar en nadie” “mucha complicación” parecen ser el lema hoy en día.

Otro desafío es la secularización, que debilita la confianza en la gracia divina. El Papa Francisco conecta esta crisis con una “pérdida de la fe en el Padre celestial” (Audiencia General, 15 de abril de 2015), que lleva a una desconfianza en las instituciones, incluido el matrimonio. Sin un fundamento sobrenatural, el amor humano queda expuesto a las tormentas de la fragilidad y el egoísmo.

El llamado de la Iglesia: vivir el matrimonio como misión

Frente a estos retos, la Iglesia nos invita a redescubrir la belleza del matrimonio cristiano como un camino de santidad y misión. “El testimonio más persuasivo de la bendición del matrimonio es la vida buena de los esposos cristianos y de la familia” (Papa Francisco, Audiencia General, 29 de abril de 2015). No se trata de discursos teóricos, sino de vidas que hablen por sí mismas. Pensemos en parejas como los santos Luis y Zélie Martin, cuyos días llenos de trabajo, oración y amor formaron una santa como Teresa de Lisieux, o en esas familias de nuestras parroquias que, con sus pequeñas victorias cotidianas, son faros de esperanza.

El matrimonio cristiano tiene una dimensión misionera: “La decisión de casarse en el Señor contiene también una dimensión misionera, que significa tener en el corazón la disponibilidad a ser intermediario de la bendición de Dios” (Audiencia General, 6 de mayo de 2015). Los esposos son “valientes” que llevan el tesoro del amor divino en “vasijas de barro” (cf. 2 Cor 4, 7), y su fidelidad enriquece a la Iglesia y al mundo.

“La ruta está de este modo marcada para siempre, es la ruta del amor: se ama como ama Dios, para siempre. Cristo no cesa de cuidar a la Iglesia: la ama siempre, la cuida siempre, como a sí mismo. Cristo no cesa de quitar del rostro humano las manchas y las arrugas de todo tipo. Es conmovedora y muy bella esta irradiación de la fuerza y de la ternura de Dios que se transmite de pareja a pareja, de familia a familia” (Audiencia General, 6 de mayo de 2015)

“La buena educación es ya media santidad” (san Francisco de Sales)

El Papa Francisco nos regala tres palabras clave para sostener esta vocación: permiso, gracias y perdón (Audiencia General, 13 de mayo de 2015). Explorémoslas con mayor profundidad:

  • Permiso: Pedir permiso no es solo cortesía; es reconocer la dignidad del otro como un regalo, no como algo que se posee. “También el Señor pide permiso para entrar” (Ap 3, 20). En la vida diaria, esto puede ser tan simple como preguntar: “¿Te parece bien si invito a alguien hoy?” o “¿Puedo ayudarte con esto?”. Este respeto renueva la confianza y evita que el amor se vuelva posesivo.
  • Gracias: La gratitud es el lenguaje de un corazón noble y cristiano. “Un cristiano que no sabe dar gracias es alguien que ha olvidado el lenguaje de Dios” (Audiencia General, 13 de mayo de 2015). Decir “gracias” por el café de la mañana, por escuchar una preocupación o por cuidar a los niños no solo fortalece el vínculo, sino que refleja la acción de gracias de la Eucaristía, donde reconocemos los dones de Dios.
  • Perdón: “Si no somos capaces de disculparnos, tampoco somos capaces de perdonar” (Audiencia General, 13 de mayo de 2015). El perdón detiene las heridas antes de que se conviertan en abismos. El Papa aconseja: “Nunca terminar el día sin hacer las paces” (Audiencia General, 13 de mayo de 2015). Un gesto pequeño —una caricia, un “lo siento” sincero— puede sanar más que largos discursos. En la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32), el padre no espera explicaciones; corre a abrazar. Así deben actuar las familias cristianas.

Los consejos prácticos del Papa Francisco nos ayudan a descubrir como la santidad de la vida matrimonial se juega en lo menudo y cotidiano del día a día, se da testimonio en lo ordinario es ahí donde hay que trabajar y velar.

 “Y así la vida de la Iglesia se enriquece con la belleza de esta alianza esponsal, así como se empobrece cada vez que la misma se ve desfigurada. La Iglesia, para ofrecer a todos los dones de la fe, del amor y la esperanza, necesita también de la valiente fidelidad de los esposos a la gracia de su sacramento. El pueblo de Dios necesita de su camino diario en la fe, en el amor y en la esperanza, con todas las alegrías y las fatigas que este camino comporta en un matrimonio y en una familia.” (Papa Francisco, Audiencia 13 de mayo de 2015)

3.   Edificación espiritual (Actuar)

¿Cómo podemos invitar a Jesús y a María a nuestras “fiestas de bodas” diarias, confiando en su presencia para fortalecer nuestras familias?

¿Qué pasos concretos podemos dar en nuestras comunidades para contrarrestar la “cultura de lo provisional” y fomentar la confianza en el matrimonio sacramental?

¿De qué manera podemos vivir y transmitir las palabras “permiso”, “gracias” y “perdón” en nuestras relaciones familiares?

¿Cómo apoyamos a las parejas cristianas para que sean testimonio vivo del amor de Cristo y de la misión de la Iglesia?