Continuación del comentario a la Dilexit Nos
Para expresar el amor de Jesucristo suele usarse el símbolo del corazón. Algunos se preguntan si hoy tiene un significado válido. Pero cuando nos asalta la tentación de navegar por la superficie, de vivir corriendo sin saber finalmente para qué, de convertirnos en consumistas insaciables y esclavizados por los engranajes de un mercado al cual no le interesa el sentido de nuestra existencia, necesitamos recuperar la importancia del corazón. (Dilexit Nos n.2)
Al hablar de la importancia del corazón en la vida del hombre y su validez, el punto de partida del Papa es recordar como el hombre tiene sed de profundidad, muchas veces la sociedad que premia el egoísmo y la gratificación inmediata vive a la deriva, lleno de insatisfacción se vive buscando compensaciones afectivas pero nada sacia realmente ese abismo infinito que se percibe en lo profundo.
Es como quien al final de un día arduo de trabajo, luego de tanto estrés y de una o varias horas en el tráfico llega a su casa por la noche y abre el refrigerador, el paquete de galletas y una botella de refresco y dice a comer sin parar hasta quedar “lleno” mientras veía sin cesar videos e imágenes en redes sociales cayendo presa del scrolling infinito. Sin embargo ¿aquella comida le nutrió? ¿fue una decisión pensada? ¿Lo que vio le descansó o simplemente puso en estado de alerta el cerebro? ¿luego del rush de dopamina que sigue? Frente a este ejemplo se pueden poner otros más dramáticos como la búsqueda del alcohol, la pornografía, las drogas, etc.
Al fin y al cabo es todo “entretener” los sentidos pero nunca ir a colmar los verdaderos anhelos del alma ¿Qué hay de la prolongación de malos hábitos en este sentido? Es impresionante descubrir como cuando acaban los estímulos la alegría del placer pasajero se termina y al insatisfacción vuelve al golpear. Como el borracho que comenzó a beber porque se sentía solo, mientras duró la embriaguez no pasaba nada, pero luego la soledad golpea con mayor fuerza. La espiritualidad del Sagrado Corazón al proponernos en este símbolo de amor del Señor un icono a contemplar nos recuerda que hemos sido creados para vivir con un horizonte más amplio.
Los anhelos más profundos del corazón sólo son conocidos por Dios, el escucha ese clamor interior que llevamos dentro como cuando escucho el lamento de los israelitas esclavos en Egipto y quiere liberarnos de las esclavitudes que nos atan. Es elocuente por ejemplo como Santa Teresa de Lisieux meditando en la Pasión de Cristo y aquellas palabras que pronunció en la cruz “Tengo sed” descubría el anhelo que tenía nuestro Señor de nuestras almas, y esto esto hace eco en el corazón del hombre que descubre en su interior también una sed de Dios como cuando el salmista dice “Oh Dios por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti, como tierra reseca agostada sin agua” (Sal 62).
De ahí que la pregunta por el corazón y las profundidades del interior del hombre dé pauta por ejemplo para la invitación a la oración. Nos enseña la Iglesia que:
“Si conocieras el don de Dios”(Jn 4, 10). La maravilla de la oración se revela precisamente allí, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él (San Agustín, De diversis quaestionibus octoginta tribus 64, 4).
“Tú le habrías rogado a él, y él te habría dado agua viva” (Jn 4, 10). Nuestra oración de petición es paradójicamente una respuesta. Respuesta a la queja del Dios vivo: “A mí me dejaron, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas” (Jr 2, 13), respuesta de fe a la promesa gratuita de salvación (cf Jn 7, 37-39; Is 12, 3; 51, 1), respuesta de amor a la sed del Hijo único (cf Jn 19, 28; Za 12, 10; 13, 1). (Catecismo de la Iglesia Católica 2560-2561)
Al inaugurar con el numeral 2 la primera parte de la carta encíclica Dilexit Nos, pidamos al Señor nos conceda la luz de su Santo Espíritu para contemplar con gozo las maravillas que encierra en este anhelo de profundidad escrito en el corazón del hombre, que no es otra cosa sino un eco de vocación a la Vida Eterna que ha brotado del Corazón traspasado de Cristo.
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