Preparándonos a la confesión

Catequesis para Pequeñas Comunidades y Comunidades Eclesiales de Base

Fecha: 03/04/2025

Frase: “No olvidemos esta palabra: Dios nunca se cansa de perdonar. Nunca. “Y, padre, ¿cuál es el problema?” El problema es que nosotros nos cansamos, no queremos, nos cansamos de pedir perdón. Él jamás se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón. No nos cansemos nunca, no nos cansemos nunca. Él es Padre amoroso que siempre perdona, que tiene ese corazón misericordioso con todos nosotros. Y aprendamos también nosotros a ser misericordiosos con todos. Invoquemos la intercesión de la Virgen, que tuvo en sus brazos la Misericordia de Dios hecha hombre.” Papa Francisco, 17 de marzo de 2013)

1.   Celebración de la Palabra (Ver)

«Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.» (1 Juan 1,8-10)

¿Cómo se vive la noción de pecado en nuestra sociedad?

2.   Catequesis (Juzgar)

Para realizar una buena confesión, es preciso recordar que hay cinco pasos: el examen de conciencia, el dolor de los pecados (arrepentimiento), el propósito de enmienda, la confesión y el cumplimiento de la penitencia. Con respecto al primero de estos pasos, vamos a ver en esta ocasión una catequesis que nos ayude a prepararnos para el acto penitencial que se realizará próximamente en la parroquia.

Sabemos que en el principio Dios creó todo cuanto existe, y el Génesis nos dice que todo lo que el Señor hizo era bueno. Sin embargo, por envidia del enemigo entró el pecado en el mundo, introduciendo el desorden en la obra de Dios. Así, la relación del hombre con Dios se vio alterada, las relaciones entre los hombres cayeron en el conflicto y la relación del hombre con la creación se derrumbó.

Pero ¿qué es el pecado? Nos enseña la Iglesia que: «El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna” (San Agustín, Contra Faustum manichaeum, 22, 27; San Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 71, a. 6)» (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1849).

«El pecado es una ofensa a Dios: “Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces” (Sal 51, 6). El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones. Como el primer pecado, es una desobediencia, una rebelión contra Dios por el deseo de hacerse “como dioses”, pretendiendo conocer y determinar el bien y el mal (Gn 3, 5).» De hecho, aquí vemos la habilidad del padre de la mentira: cuando Dios creó a Eva y a Adán, dice la Escritura que los creó a “imagen y semejanza suya”, pero el tentador los llevó a creer lo contrario, presentando a Dios como alguien que desea dañar al hombre. «El pecado es así “amor de sí hasta el desprecio de Dios” (San Agustín, De civitate Dei, 14, 28). Por esta exaltación orgullosa de sí, el pecado es diametralmente opuesto a la obediencia de Jesús, que realiza la salvación (cf. Flp 2, 6-9).» (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1850)

Nota: Recordemos que la moralidad de un acto se valora considerando tres aspectos: el objeto (qué se hace), el fin (para qué se hace) y las circunstancias.

Según su gravedad, el Catecismo los clasifica como:
Pecado mortal: cuando la ofensa “destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1855).

Para que haya pecado mortal debe haber pleno conocimiento, consentimiento deliberado y que el objeto sea materia grave. Hay siempre materia grave, desde el punto de vista objetivo, y por tanto no admite parvedad de materia (no se hace venial), cuando las acciones se cometen directamente contra Dios, contra sus perfecciones divinas o cuando se oponen directamente a las virtudes teologales, como la apostasía, la herejía, la desesperación de la salvación, la presunción de salvarse sin mérito o el odio a Dios; o también contra la virtud de la religión, que tiene por objeto el culto a Dios. Acciones intrínsecamente malas en este sentido son la idolatría, el pacto con el demonio, la blasfemia, la violación del sigilo sacramental, etc. También existe materia grave cuando se hieren valores altísimos, causando una injuria grave al Creador (pecados contra el quinto mandamiento) o cuando están completamente fuera del proyecto de santificación querido por Dios (pecados contra el sexto mandamiento, como la lujuria voluntaria).

Son pecados graves en su género, pero admiten parvedad de materia, aquellos en los que el mal cometido no corrompe enteramente el bien. Hay materia leve cuando el acto se corrompe solo ligeramente, como en pequeñas discusiones familiares, exageraciones de la verdad (es decir, mentiras) para alardear o el robo de cosas pequeñas que no dañan gravemente al propietario.

Una clasificación según los mandamientos que nos podría ayudar es la siguiente: Pecados donde siempre hay materia grave:

  • Contra el primer mandamiento: el abandono de Dios, el culto a Satanás, recurrir a la magia o brujería, formas graves de superstición, pecados contra las virtudes teologales (herejía, apostasía, insubordinación a las verdades de fe, desesperación de la salvación, presunción de salvarse sin mérito, odio a Dios o al prójimo, hacer voluntariamente el mal al prójimo), la ausencia habitual de oración.
  • Contra el segundo mandamiento: las blasfemias, jurar en falso, la violación de votos.
  • Contra el tercer mandamiento: no participar en la misa los domingos y fiestas de guardar por negligencia, tomar la comunión teniendo pecados mortales sin confesar.
  • Contra el quinto mandamiento: atentar contra la vida humana, aborto, eutanasia, uso de estupefacientes, borracheras, pleitos que llegan a golpes.
  • Contra el sexto mandamiento: masturbación, fornicación, relaciones sexuales homosexuales, uso de anticonceptivos, adulterio, violación, etc.

Pecados que pueden admitir materia leve:

  • Contra el cuarto mandamiento: en general, son veniales las pequeñas discusiones familiares, algunas desobediencias o palabras algo injuriosas. Pero si se llega a insultos graves, pleitos, faltas serias de respeto o deshonra a la familia y al prójimo, entonces son pecados graves. Aquí se incluyen pecados de la lengua, como la maledicencia y los chismorreos que desacreditan al prójimo; habrá que distinguir entre los que conservan sustancialmente su honor y los que lo hieren gravemente .
  • Contra el séptimo mandamiento, que prohíbe robar: habrá que distinguir, por ejemplo, entre el robo de un caramelo (que siempre es robo) y el robo de una suma considerable.
  • Contra el octavo mandamiento, que prohíbe la mentira: está claro que calumnias o acusaciones injustas en un juicio son pecados graves; las mentiras para defenderse o evitar perturbar la paz familiar suelen ser veniales.
  • Contra el noveno mandamiento, que prohíbe la delectación en los actos internos contra la pureza, mientras no haya consentimiento en el pensamiento aun no se ha caído, pero hay que confesarse si se planificó cometer pecados carnales con personas específicas (aunque no se cumplan), si se hace uso deliberado de pornografía o si se le da rienda suelta a los pensamientos impuros (fantasías sexuales; “no puedo evitar que pasen los pájaros, pero sí que hagan nido”).
  • Contra el décimo mandamiento, que prohíbe planear el hurto aunque no se realice: depende de la cantidad y del objeto que se pretenda robar.

Pecado venial: cuando la acción “deja subsistir la caridad, aunque la ofende y la hiere” (n. 1855). Este se da cuando se realizan acciones malas pero con parvedad de materia; cuando se hacen acciones lícitas de manera incorrecta según el orden moral (comer más de lo necesario, la vanidad en el vestir, hablar locuazmente, entregarse desordenadamente a diversiones, etc.); o cuando se realizan acciones de materia grave, pero sin advertencia suficiente de la mente o sin pleno consentimiento de la voluntad (pecados veniales no por la materia, sino por la imperfección del acto).

Ejemplos: la búsqueda de vanagloria, el excesivo celo por quedar bien con los demás, comer demasiado, caer en gustos excesivos por cosas exquisitas o algunas pérdidas de tiempo.

Los pecados pueden recibir diferentes calificativos. Por ejemplo, se llaman capitales si de ellos se derivan otros pecados, como las ramas de un árbol salen del tronco. San Pablo los denomina “obras de la carne” y advierte sobre la grave consecuencia de vivir empecinados en ellas: “Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Ga 5, 19-21; cf. Rm 1, 28-32; 1 Co 6, 9-10; Ef 5, 3-5; Col 3, 5-8; 1 Tm 1, 9-10; 2 Tm 3, 2-5).

El pecado es un acto personal y cada uno es responsable de sus acciones; nadie puede obligar a otro a pecar. Sin embargo, nuestras acciones pueden repercutir en la vida de los demás, y por eso se dice popularmente que “el pecado salpica”. Incluso podemos cooperar con el mal de diferentes maneras: — participando directa y voluntariamente; — ordenándolos, aconsejándolos, alabándolos o aprobándolos; — no revelándolos o no impidiéndolos cuando se tiene la obligación de hacerlo; — protegiendo a quienes hacen el mal.

Se habla incluso de que los pecados pueden crear “estructuras”, generando situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad divina e induciendo al mal a los miembros de una sociedad. Por ello, este tipo de pecado se conoce como “pecado social”, no porque todos pequen, sino porque se han generado las condiciones para ello.

De cara a nuestra próxima confesión, recordemos que el conocimiento de nuestro pecado nos debe llevar a reconocer cómo hemos fallado en nuestra relación con Dios, fuente de todo bien y misericordia. Siendo Él tan bueno, nos apartamos de su plan divino de amor debido al pecado. Considerar estas realidades nos ha de llevar al dolor por haberlo cometido. El camino del arrepentimiento supone reflexionar sobre cómo, al ser esclavos del pecado, nos hemos apartado de la libertad de los hijos de Dios; pero en su infinita misericordia, Él envió a su Hijo único para que, muriendo en la cruz, nos liberara. De estas consideraciones brota el auténtico dolor de los pecados o contrición. Posiblemente alguno perciba que su dolor no es perfecto, a esto se le llama «atrición» y esto viene subsanado en virtud del sacramento, por lo tanto siempre acudamos con confianza .

“Es precisamente en la Pasión, donde la misericordia de Cristo vencería, en la que el pecado manifiesta mejor su violencia y su multiplicidad: incredulidad, rechazo y burlas por parte de los jefes y del pueblo, debilidad de Pilato y crueldad de los soldados, traición de Judas tan dura para Jesús, negaciones de Pedro y abandono de los discípulos. Sin embargo, en la hora misma de las tinieblas y del príncipe de este mundo (cf. Jn 14, 30), el sacrificio de Cristo se convierte secretamente en la fuente de la que brotará inagotable el perdón de nuestros pecados” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1851).

Junto al dolor por nuestros pecados y la contemplación de la misericordia de Dios, surge el propósito de enmienda, es decir, el aborrecimiento del pecado y el deseo de no volver a caer en él. Ciertamente, muchos han experimentado reincidir en alguna ocasión, pero cuanto más trabajemos en esto, más nos apartaremos de nuevas caídas. No olvidemos que Dios no se cansa de perdonar.

Hemos de acercarnos con confianza al confesor y decir con sencillez cuánto hace que fue nuestra última confesión, para luego declarar uno a uno los pecados cometidos desde entonces. El confesor nos pedirá manifestar nuestro dolor con el acto de contrición y, si nada lo impide (por ejemplo, una censura eclesiástica por excomunión latae sententiae), nos dará la absolución sacramental, con la cual nos serán perdonados nuestros pecados, y nos impondrá una penitencia que ayudará a la sanación del alma. Pueden ofrecernos breves palabras que nos amonesten y encaminen en el camino de la conversión, pero recordemos distinguir entre la “consejería o dirección espiritual” y el sacramento de la reconciliación. Es cierto que, de ordinario, muchos reciben una palabra que los orienta, pero hay ocasiones en las que se podría aprovechar más una entrevista de dirección espiritual para aclarar dudas, o en las que la larga fila de confesiones dificulte al confesor extenderse en palabras. Por ello, en nuestra parroquia buscamos facilitar ambos espacios.

Finalmente, damos gracias a Dios por nuestra confesión y cumplimos la penitencia con el propósito de emprender un camino que nos aleje de nuevas ocasiones de pecado. En este año jubilar 2025, en el contexto de la santa Cuaresma, pidamos al Señor que nos conceda la gracia de realizar un verdadero camino de conversión que nos permita acercarnos cada vez más a vivir como lo que somos: hijos amados suyos.

3.   Edificación espiritual (Actuar)

-¿Qué aprendimos de esta catequesis?
-¿Qué pasos concretos puedo dar para evitar las ocasiones de pecado en mi vida diaria?
-¿Cómo puedo reparar el daño causado por mis pecados, especialmente aquellos que han herido a otros?
– ¿Qué prácticas espirituales puedo incorporar para fortalecer mi relación con Dios y resistir la tentación?
-¿De qué manera puedo ser un ejemplo de conversión y misericordia para mi familia, amigos o comunidad?

-¿Qué compromiso personal puedo hacer para vivir más plenamente como hijo amado de Dios, especialmente durante la Cuaresma o el Año Jubilar?
Elige un propósito específico, como practicar una virtud (paciencia, humildad), realizar obras de misericordia (ayudar a los necesitados) o renovar tu vida sacramental. ¿Qué te acerca más a la santidad?

4.   Esquema para Examen de Conciencia

-¿Hace cuanto fue mi última confesión?

-¿Cumplí completamente la penitencia que me impuso el Sacerdote?

-¿Qué se me olvidó o que pecado grave callé en confesiones anteriores?

A continuación, presentamos una serie de pecados clasificados según si atentan contra el amor de Dios o contra el amor al prójimo. Repase uno a uno y medite si en alguna ocasión a caído en ellos desde su última confesión.

Amor a Dios:

Ausencia habitual de oración, el olvido de Dios, odio a Dios, negar una verdad de fe, rechazar por entero de la fe, idolatría, incredulidad, la blasfemia, jurar en nombre de Dios en falso, faltar a misa los domingos por negligencia o pereza, negar al Señor, obstinarse en el mal, la adivinación, la magia, la hechicería, la brujería, lectura de cartas o de la mano, juegos espiritistas, los sortilegios, supersticiones graves, consultar a los muertos, satanismo, la tibieza espiritual, las distracciones voluntarias en la oración.

Comulgar estando en pecado mortal, llegar habitualmente tarde a misa, no observar el ayuno y la abstinencia cuando es mandado, no cumplir el mandamiento de confesarse al menos una vez al año, negarse a ayudar en la Iglesia pudiéndolo hacer, el sacrilegio, avergonzarse de ser considerado cristiano, rechazar servirle al Señor, preferir las diversiones de este mundo a Dios.

La presunción de querer salvarse por las propias fuerzas sin la ayuda de Dios, la desesperación de creer que Dios no me puede salvar o que no me puede perdonar. Envidia por el bien espiritual del prójimo, la obstinación en el pecado.

Amor al prójimo:

Negarse ayudar a los padres ancianos o enfermos cuando es posible hacerlo, faltar el respeto a los que tienen algún rol de autoridad, la tacañería con el pobre, rebeldías con los papás o contestarles mal, descuidar a los hijos, no educar a los hijos en la fe, incitar a otros a pecar, golpear violentamente a alguien, negarse a dar el perdón, violencia intrafamiliar, abandonar a los ancianos de la familia.

Provocar a otros a pleitear, menospreciar a alguien o despreciarlo por completo, impaciencia, faltas a la caridad (por ej. hacer bullying, bromas pesadas, la impuntualidad, reproches, comentarios disonantes, marginación), el acaloramiento, la ira, la amargura, el arrebato, el odio a los hombres, el rencor, la calumnia, la difamación, hablar mal otros, la tristeza irracional, el miedo al qué dirán, la cobardía, la disputa, actuar temerariamente, la rivalidad, la envidia, la vanidad, el orgullo, la hipocresía, la mentira, la infidelidad a la palabra dada, la avidez, el amor a lo material, el afán por cosas terrenas, la acedia (pereza espiritual).La ingratitud, la murmuración, maldecir, la presunción, la arrogancia, la jactancia, el amor al poder, la astucia para aprovecharme del otro, la falta de pudor, la insensibilidad, la adulación, la falsedad, el disimulo, hablar o actuar con doble intención, desear el mal al prójimo, desear o planear la muerte de alguien, el aborto, el egoísmo, el amor al dinero, actuar con malicia.

La gula, la voracidad al comer, la glotonería, la embriaguez, uso de drogas, el desperdicio de comida, pensamientos impuros consentidos, contar chistes o bromas que aluden a la impureza, salir de lépero al hablar (jayanadas), el adulterio, el impudor en el vestir o hablar, la pornografía, la fornicación, la masturbación, obligar o manipular a alguien para tener relaciones sexuales contra su voluntad, la esterilización voluntaria, el uso de anticonceptivos para no tener hijos, uso indebido del matrimonio, incesto, prostitución, relaciones sexuales homosexuales, bestialismo, enviar y solicitar fotografías indecentes, conversaciones indecentes, falta de modestia en el vestir,

El chantaje, el fraude, hacer trampa, la estafa, el robo, la extorsión, el bandidaje, el asesinato, frivolidad, indolencia, pereza, la arrogancia, actuar como un presumido, la injuria, la ostentación, la crueldad, la necedad, el ultraje, la impertinencia, la imprudencia, la precipitación, la envidia, la pusilanimidad (no quererse esforzar), los celos, la hostilidad, quejarse por todo, rencor, la charlatanería, la obscenidad, la prodigalidad (ser botarata o gastón de dinero), los juicios temerarios, la soberbia, orgullo, actuar pedantemente, no cumplir con las responsabilidades asumidas, no pagar las deudas adquiridas, no hacer el bien cuando es necesario y posible, no pagar el salario a los empleados a tiempo, no cumplir las promesas hechas, hipocresía,

La corrupción, desinformación, el escándalo, contaminar el medio ambiente, maltratar a los animales, falsificar firmas, chisme, la avaricia, ponerse en ocasiones de pecado, colaborar voluntariamente al mal, alegrarse por el mal ajeno, celebrar el pecado de otros, indiscreciones, revelar las confidencias que otros me han hecho, escuchar o leer las conversaciones de otros sin su autorización, dañar la reputación de otros, fraude fiscal, dañar la propiedad de otros, defraudar a los patronos, no confesarse prontamente después de cometer pecado mortal, conducir con temeridad arriesgando la vida de otros, descuidar la propia salud por negligencia, destruir o dañar la propiedad de otros por malicia o dejadez, etc.

“Ten misericordia de mí, Dios mío, según tu bondad; según tu inmensa compasión borra mi delito. Lávame por completo de mi culpa, y purifícame de mi pecado” (Sal 50, 3-4)