Catequesis Pequeñas Comunidades y Comunidades Eclesiales de Base
Tema: Las heridas en la familia
Fecha: 24/04/2025
Frase: “La comunidad cristiana sabe bien que a la familia, en la prueba de la enfermedad, no se la puede dejar sola. Y debemos decir gracias al Señor por las hermosas experiencias de fraternidad eclesial que ayudan a las familias a atravesar el difícil momento del dolor y del sufrimiento. Esta cercanía cristiana, de familia a familia, es un verdadero tesoro para una parroquia; un tesoro de sabiduría, que ayuda a las familias en los momentos difíciles y hace comprender el reino de Dios mejor que muchos discursos. Son caricias de Dios” (Papa Francisco)
1. Celebración de la Palabra (Ver)
“Poco después, se dirigió a una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Al acercarse a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo: “No llores”. Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y él dijo: “Joven, a ti te digo: Levántate”. El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros” y “Dios ha visitado a su pueblo”. Y lo que se decía de él se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.” (Lc 7, 11-17)
¿Cómo se viven habitualmente en nuestra sociedad las situaciones difíciles en la familia?
2. Catequesis (Juzgar)
Continuamos con nuestras catequesis sobre la familia y hoy vamos a redescubrir las heridas que habitualmente acompañan una familia y cómo el Papa Francisco nos invita a abordar esta situación desde la fe, sabiendo que de ordinario: «La familia ha sido siempre el ‘hospital’ más cercano» (Audiencia General, 10 de junio de 2015). Esta imagen nos recuerda que la familia es el primer refugio ante las dificultades, un lugar donde el amor de Dios se hace tangible. En esta catequesis, abordaremos cuatro realidades que desafían a las familias: la enfermedad, la muerte, las heridas causadas por sus propios miembros y la situación de quienes han iniciado una nueva unión tras un matrimonio fallido. En cada caso, veremos cómo la Iglesia, como madre, está llamada a estar presente, ofreciendo la luz del Evangelio.
I. La Enfermedad en la Familia
La enfermedad es una experiencia universal que marca la vida de todas las familias. El Papa Francisco nos dice: «Es una experiencia de nuestra fragilidad, que vivimos generalmente en familia, desde niños, y luego sobre todo como ancianos, cuando llegan los achaques» (Audiencia General, 10 de junio de 2015).
Este sufrimiento se vive con mayor intensidad en el ámbito familiar debido al amor que une a sus miembros. «Para un padre y una madre, muchas veces es más difícil soportar el mal de un hijo, de una hija, que el propio» (Audiencia General, 10 de junio de 2015). Aquí radica la grandeza y el desafío de la familia: ser un espacio de cuidado y fortaleza en medio de la debilidad.
En muchas regiones del mundo, donde los hospitales son escasos o inaccesibles, la familia asume el rol de sanadora. «Son la mamá, el papá, los hermanos, las hermanas, las abuelas quienes garantizan las atenciones y ayudan a sanar» (Audiencia General, 10 de junio de 2015). Este cuidado trasciende lo físico y se convierte en un acto de amor que refleja la cercanía de Cristo con los enfermos. El Papa nos recuerda que Jesús «nunca se negó a curarlos. Nunca siguió de largo, nunca giró la cara hacia otro lado» (Audiencia General, 10 de junio de 2015), un ejemplo que nos impulsa a actuar con compasión.
Pensemos en una familia que enfrenta la enfermedad de un hijo pequeño. Los padres se turnan para cuidarlo, sacrificando horas de sueño y enfrentando el cansancio con valentía. Como dice el Papa: «Cuántas veces vemos llegar al trabajo a un hombre, una mujer, con cara de cansancio… y al preguntarle: ‘¿Qué sucede?’, responde: ‘He dormido sólo dos horas porque en casa hacemos turnos para estar cerca del niño'» (Audiencia General, 10 de junio de 2015).
Lo mismo podría decirse cuando se trata de cuidar a un anciano, sobre todo cuando se vuelven temperamentales o comienzan a verse sometidos a la demencia senil, el cansancio es agotador y la familia es quien de ordinario aprende a manejar estas situaciones. Estas «heroicidades ocultas» son un testimonio vivo del amor familiar y un llamado a la solidaridad.
La Iglesia tiene una responsabilidad ineludible en apoyar a estas familias. «La comunidad cristiana sabe bien que a la familia, en la prueba de la enfermedad, no se la puede dejar sola» (Audiencia General, 10 de junio de 2015). Esto puede traducirse en visitas a los enfermos organizadas por la parroquia, ayuda con tareas prácticas o simplemente una presencia que consuele. Además, «la oración por los enfermos no debe faltar nunca» (Audiencia General, 10 de junio de 2015), pues la fe nos sostiene y nos une a la fuerza sanadora de Dios.
El Papa también destaca la importancia de educar a los niños en la solidaridad ante la enfermedad: «Una educación que deja de lado la sensibilidad por la enfermedad humana, aridece el corazón» (Audiencia General, 10 de junio de 2015). Enseñar a los más pequeños a valorar y acompañar a los enfermos es una forma de construir una sociedad más humana y cristiana.
II. La Muerte en la Familia
La muerte es otra realidad que ninguna familia puede evitar. El Papa Francisco describe con gran sensibilidad el dolor que conlleva: «La pérdida de un hijo o de una hija es como si se detuviese el tiempo: se abre un abismo que traga el pasado y también el futuro» (Audiencia General, 17 de junio de 2015). Este sufrimiento puede ser devastador, especialmente para los padres que pierden a un hijo o para los niños que quedan huérfanos, preguntando: «¿Dónde está papá? ¿Dónde está mamá?» (Audiencia General, 17 de junio de 2015).
Sin embargo, la fe cristiana nos ofrece una esperanza que trasciende este dolor. «La muerte no tiene la última palabra» (Audiencia General, 17 de junio de 2015), afirma el Papa, recordándonos que en la resurrección de Cristo encontramos la promesa de vida eterna. «El amor es más fuerte que la muerte» (Audiencia General, 17 de junio de 2015), y esta certeza debe guiar nuestro acompañamiento a las familias en duelo.
Imaginemos a una madre viuda que pierde a su único hijo, como en el relato evangélico de la viuda de Naín (Lc 7, 11-15). Jesús, conmovido, resucita al joven y «se lo entregó a su madre» (Audiencia General, 17 de junio de 2015). El Papa nos asegura: «Así hará el Señor con todos nuestros seres queridos en la familia» (Audiencia General, 17 de junio de 2015). Este gesto nos invita a confiar en que la separación no es definitiva.
La Iglesia debe ser una presencia activa en estos momentos. «Hoy es necesario que los pastores y todos los cristianos expresen de modo más concreto el sentido de la fe respecto a la experiencia familiar del luto» (Audiencia General, 17 de junio de 2015). Esto implica permitir el llanto, evitar falsas consolaciones y ofrecer la verdad del Evangelio. El Papa nos advierte contra visiones nihilistas o supersticiosas, proponiendo en cambio una fe que transforme el dolor en solidaridad y esperanza. Conocer incluso que el duelo tiene diversas fases ayuda a comprender mejor esta situación, clásicamente se habla de cinco: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Esto es util para comprender a la persona, saber que esta lidiando con una realidad distinta en la que ella misma incluso ha de tenerse paciencia.
La experiencia del duelo, cuando se vive con fe, puede fortalecer los lazos familiares y abrirnos al sufrimiento de otros. «Si nos dejamos sostener por esta fe, la experiencia del luto puede generar una solidaridad de los vínculos familiares más fuerte» (Audiencia General, 17 de junio de 2015). Así, el amor se convierte en un antídoto contra la oscuridad de la muerte.
III. Heridas en la Familia
No todas las pruebas vienen de fuera; muchas veces, las heridas más profundas las infligen los propios miembros de la familia. El Papa Francisco señala: «En ninguna historia familiar faltan los momentos donde la intimidad de los afectos más queridos es ofendida por el comportamiento de sus miembros» (Audiencia General, 24 de junio de 2015). Estas heridas, si se descuidan, pueden transformarse en «prepotencia, hostilidad y desprecio» (Audiencia General, 24 de junio de 2015), llevando a la ruptura del vínculo familiar.
Los niños son particularmente vulnerables a estas heridas. «Cuando papá y mamá se hacen mal, el alma de los niños sufre mucho, experimenta un sentido de desesperación» (Audiencia General, 24 de junio de 2015). Estas cicatrices pueden perdurar toda la vida, afectando su capacidad de confiar y amar. Consideremos una familia donde los padres discuten constantemente frente a sus hijos. Los niños, impotentes, pueden esconderse para llorar solos, como observa el Papa: «Muchas veces los niños se esconden para llorar solos» (Audiencia General, 24 de junio de 2015). La reconciliación, aunque no siempre restaure el matrimonio, es esencial para sanar estas heridas y proteger a los pequeños.
El Papa reconoce que «hay casos donde la separación es inevitable» e incluso «moralmente necesaria», como cuando se busca proteger al cónyuge más débil o a los hijos de la violencia (Audiencia General, 24 de junio de 2015). En estas situaciones, la Iglesia debe acompañar con caridad y sabiduría, ayudando a las familias a encontrar paz. La sanación requiere una fe profunda y un corazón misericordioso. La comunidad cristiana puede ofrecer apoyo mediante programas de mediación y espacios de diálogo.
IV. Nuevas Uniones tras el Fracaso Matrimonial
Finalmente, abordamos la realidad de quienes, tras el fracaso de su matrimonio sacramental, han iniciado una nueva unión. El Papa Francisco enfatiza: «Estas personas no están excomulgadas… forman siempre parte de la Iglesia» (Audiencia General, 5 de agosto de 2015). Aunque esta situación contradice el sacramento, la Iglesia debe responder con un corazón de madre, buscando el bien de todos, especialmente de los niños.
«Si contemplamos esta nueva unión con los ojos de los hijos pequeños… vemos aún más la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades una acogida real» (Audiencia General, 5 de agosto de 2015). Los niños, atrapados en estas circunstancias, necesitan sentir que la Iglesia es un hogar acogedor. Sucede muchas veces que las personas en estos casos se autoexcluyen de la vida de la Iglesia por temor al que dirán, pero también excluyen a sus hijos. Es cierto que hay determinados roles que no se puede desempeñar, pero esto no significa que no puedan participar de la vida de la Iglesia, más aún ofrecer alternativas es oportuno para hacer un camino que permita eventualmente subsanar las situaciones complejas por las que atraviesan.
Muchas heridas de las que vive una familia pueden verse sanadas por la cercanía de una amistad sincera, es muy conveniente por ejemplo para los matrimonios tener otros matrimonios amigos con los cuales compartir y dialogar, entablar vínculo no sólo porque vienen a la misma reunión sino con sinceridad pasar tiempo juntos y formar amistades que enriquecen la vida de ambos. Asimismo es un vehículo para animar a la participación de las actividades parroquiales ya que permite tener un mayor conocimientos de las mismas. En el fondo recordemos que el propósito es redescubrir nuestro sentido comunitario, redescubrir nuestra noción de Iglesia como comunidad de fieles que buscar hacer experiencia de Dios.
3. Edificación espiritual (Actuar)
- ¿Cómo ha sido tu experiencia personal o la de alguien cercano con la enfermedad en la familia? ¿De qué manera la fe o la comunidad te han ayudado (o podrían ayudar) a sobrellevar esta situación?
- ¿Cómo acompañamos el luto de nuestros hermanos? ¿crees que la fe en la resurrección puede ayudar a una familia a enfrentar la pérdida de un ser querido?
El Papa Francisco habla de las heridas causadas por los propios miembros de la familia. ¿Qué ejemplos concretos de estas heridas has visto o experimentado? ¿Cómo crees que la reconciliación y el perdón pueden sanar estas heridas? - Sobre las familias en uniones irregulaers ¿Qué acciones concretas podríamos tomar en nuestra parroquia para hacer sentir a estas familias parte de la Iglesia?