¿Dónde buscamos la paz?

Homilía VI Domingo de Pascua Ciclo C

¿No les parece que los hombres de nuestra época viven en constante conflicto, consigo mismos,  con otros hombres, con situaciones particulares o incluso con Dios? Muchos viven a la deriva entre ataques de ira, ansiedad y depresión…son de hecho los grandes problemas que aquejan al hombre del siglo XXI, pero ¿dónde buscamos la solución a nuestra inquietud? ¿dónde el hombre de hoy día busca la paz?

Hay quienes en los antidepresivos (que sólo alivian los síntomas pero por sí mismos no solucionan los problemas), otros recurren al abuso de sustancias (drogas) de modo particular al alcohol, pero el efecto es superficial porque en el momento se olvidan de sus problemas y sin embargo tarde o temprano pasa el efecto y la agudeza de la tristeza y soledad vuelve peor; otros lo buscan en relaciones de noviazgo o incluso adulterios bajo el falso slogan de que “un clavo saca otro clavo” pero se termina cayendo en relaciones tóxicas que simplemente destruyen; otros buscarán su refugio en la adicción al scrolling infinito de las redes sociales o la pornografía envolviéndose en un mundo de fantasía que agudiza la insatisfacción porque tarde o temprano chocan con la realidad; otros buscaran alivio en la productividad del gimnasio, del trabajo u otros proyectos personales… pero lo que pudo haber sido de gran utilidad termina siendo un medio para evadir la situación difícil, no se resuelven las cosas y tarde o temprano el modo “estoico” se acaba porque experimentarán la propia debilidad. Incluso algunos pueden hacer del “grupo” o la “pastoral” de la parroquia un mecanismo de defensa porque llego pero no me lo tomo en serio, caliento bancas, incluso mi corazón puede arder emocionado en un momento de oración pero si no hay obras igual quedo vacío y a la primera contrariedad decimos “de que me sirve” “que estaré pagando” “por qué a mi” “dónde está Dios”….

Nadie que vive así realmente encuentra una auténtica serenidad, pero la Buena Nueva de la Salvación nos recuerda que Jesucristo ha venido a traernos la paz, en su discurso de despedida nos dice “mi paz les dejo, mi paz les doy” más aún, una vez resucitado, lo primero que dice a sus apóstoles es “la paz esté con ustedes”. El Señor conoce nuestros corazones, sabe que están turbados e inquietos, muchos veces a causa de nuestros pecados, otras a causa de las heridas que llevamos o incluso de los ambientes en que vivimos y ahí quiere dar su paz.

Pero atentos, hemos de recordar que el no da su paz como la da el mundo, es decir, no se trata de un mero alivio pasajero, ni de una realidad superficial, antes bien, el Señor por la acción de su Palabra transforma nuestra realidad. Recordemos, el caos que existía antes de la creación de los cielos y tierra en el Génesis fue subsanado por el orden que la palabra del Creador dio. Consideremos, hermanos, el modo en que esa transformación del caos al orden se obra en nuestras vidas.

Por un lado el Señor ilumina nuestro entendimiento con su santo Espíritu para que conozcamos la Verdad sobre Él mismo, sobre nosotros en cuanto hombres y sobre el mundo en que vivimos, para ello nos da la luz de la razón que de modo natural penetra en estas esferas, y, en la sobreabundancia de su amor, también nos da la luz de la fe con su Palabra que nos ha revelado, para que adquiramos una mayor hondura en nuestro conocimiento de cara a la eternidad pero también para auxiliarnos y sacarnos de las tinieblas en que el pecado nos puede haber sumido.

Ahora bien, conociendo la Verdad nos descubrimos amados por Dios, hacemos experiencia de su amor, y entonces su Palabra no sólo ilumina sino que hace arder el fuego del amor en nuestro corazones por lo que no sólo queremos conocer sino queremos obrar conforme a aquello que nos ha manifestado, de un modo especial anhelamos vivir la vida de Cristo en nosotros en lo concreto y menudo del día a día. Así comprendemos que la obediencia de la fe a la Palabra no nace de la manipulación ni de la coacción sino del amor, confío en Él porque le amo y por que le amor le sigo.

La paz brota del orden que su Palabra da a mi vida, porque entonces ya no vivo conflictuado, se restablece la comunión con Dios, la comunión con los hombres, recobro la armonía interior, y descubro como todas las situaciones que vivo, no son casuales, sino que forman parte de mi historia de salvación. Esta es la paz de Cristo, la plenitud de vida, que quiere transmitir el “shalom” de los hebreos, por ello es que los antiguos padres de la Iglesia enseñaban, la voluntad de Dios es nuestra paz.

En este domingo consideremos hermanos ¿realmente queremos su paz?¿qué nos esta mostrando el Espíritu Santo? ¿en qué área de nuestras vidas está arrojando luz? ¿En qué cosa en concreto hemos de entrar en la obediencia de la fe confiando en Dios que nos ha amado?