🌿 Día 5 – Más que méritos, tener confianza

📖 Lucas 18,13

“¡Oh Dios, ten compasión de este pecador!”

Santa Teresita comprendió que su debilidad no era un obstáculo, sino el lugar donde Dios podía actuar con mayor libertad. Ella escribió:

“La flor que va a contar su historia se alegra de poder pregonar las delicadezas totalmente gratuitas de Jesús. Reconoce que en ella no había nada capaz de atraer sus miradas divinas, y que sólo su misericordia ha obrado todo lo bueno que hay en ella… (Manuscrito A, 4r).

Esta imagen de la “florecilla” que es mirada y amada por Dios antes de hacer nada, expresa el núcleo de su espiritualidad: Dios no nos ama por nuestros méritos, sino gratuitamente. Teresita no intentaba convencer a Dios de su valor; simplemente confiaba.

Esta actitud se refleja también en la parábola del fariseo y el publicano. Mientras uno presenta su currículum espiritual, el otro se golpea el pecho y pide misericordia. Jesús dice que éste último salió justificado. Teresita tomó este camino: no se presentaba ante Dios con títulos, sino como hija necesitada. Sabía que no tenía “cuentas que cobrar” a Dios, solo motivos para confiar en su bondad. De ahí nace la libertad interior de quien no compite, no se mide, no se afana por ser perfecto, sino por amar cada vez más plenamente.

En la vida cristiana, a veces nos agota la obsesión por “estar bien” con Dios, como aquellos que para lograr un trato en términos de negocio quieren quedar bien ante sus posibles compradores . Pero la infancia espiritual nos enseña que el mayor mérito es confiar. La obras que anhelamos realizar por Dios son fruto del amor no son para merecer ser amados, son el reflejo de la verdad de nuestro corazón que se sabe hijo amado del Padre. Si hoy sientes que no tienes méritos, que frente a Dios estás como con las manos vacías, este es el lugar perfecto para vivir el camino de infancia espiritual. Dale tu entera confianza al Señor. Eso es lo que más desea recibir de ti.

Preguntas para orar:

¿Estoy demasiado centrado en mis méritos o fracasos?

¿Confío de verdad en la ternura de Dios?

¿Cómo puedo abandonarme hoy en su misericordia?