🌿 Día 10 – Las distracciones del pajarito

📖 Isaías 30,18

“Por eso el Señor espera para apiadarse de ustedes, y se levanta para tenerles compasión.”

Santa Teresita, con su habitual ternura, describe cómo incluso el pequeño pajarillo —símbolo de su alma— puede distraerse mientras permanece bajo el sol. Dice:

“Jesús, hasta aquí puedo entender tu amor al pajarito, ya que éste no se aleja de ti… Pero yo sé, y tú también lo sabes, que muchas veces la imperfecta criaturita, aun siguiendo en su lugar (es decir, bajo los rayos del Sol), acaba distrayéndose un poco de su único quehacer: coge un granito acá y allá, corre tras un gusanito…; luego, encontrando un charquito de agua, moja en él sus plumas apenas formadas; ve una flor que le gusta, y su espíritu débil se entretiene con la flor… En una palabra, el pobre pajarito, al no poder cernerse como las águilas, se sigue entreteniendo con las bagatelas de la tierra.

Sin embargo, después de todas sus travesuras, el pajarillo, en vez de ir a esconderse en un rincón para llorar su miseria y morirse de arrepentimiento, se vuelve hacia su amado Sol, expone a sus rayos bienhechores sus alitas mojadas, gime como la golondrina; y, en su dulce canto, confía y cuenta detalladamente sus infidelidades, pensando, en su temerario abandono, adquirir así un mayor dominio, atraer con mayor plenitud el amor de Aquel que no vino a buscar a los justos sino a los pecadores…” (MsB, 5r)

Esta imagen revela que en el camino espiritual también hay distracciones, caídas pequeñas, búsquedas vanas… pero lo decisivo no es no caer, sino saber volver al Sol. Teresita no se refugia en la culpa estéril, sino que, confiada, regresa a la luz.

La infancia espiritual no niega la fragilidad; la abraza. El alma pequeña no se justifica ni se desespera. Se sabe torpe, distraída, imperfecta… pero también profundamente amada. Por eso, el pajarito vuelve a su Sol “con sus alitas mojadas”, no para esconderse, sino para exponerse a la gracia que todo lo sana. Teresita enseña así que la humildad verdadera es reconocer nuestra miseria y confiar aún más en la misericordia divina. Es esta confianza la que atrae más intensamente el amor de Dios.

Quizá tú también te encuentras hoy distraído, cansado, con el corazón apegado a “flores” pasajeras o “charcos” inútiles. No te escondas ni te condenes. Mira al Sol, como el pajarito. Dios no busca justos impecables, sino corazones humildes que vuelven a Él con confianza. Expón tu alma a su luz, y deja que Él te renueve.

Preguntas para orar:

¿Cuáles son hoy mis pequeñas “distracciones” que enfrían mi oración?

¿Me encierro en la culpa o regreso con confianza al amor de Dios?

¿Qué significa para mí volver mi rostro al Sol divino después de caer?