📖 Romanos 12,1
“Ofreced vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios: este es vuestro culto espiritual.”
En uno de los pasajes más audaces y hermosos del Manuscrito B, Santa Teresita se presenta a sí misma como ofrenda al Señor:
“Jesús, yo soy demasiado pequeña para hacer obras grandes…, y mi locura consiste en esperar que tu amor me acepte como víctima… Mi locura consiste en suplicar a las águilas mis hermanas que me obtengan la gracia de volar hacia el Sol del amor con las propias alas del Aguila divina… Durante todo el tiempo que tú quieras, Amado mío, tu pajarito seguirá sin fuerzas y sin alas, seguirá con los ojos fijos en ti. Quiere ser fascinado por tu mirada divina, quiere ser presa de tu amor… Un día, así lo espero, Aguila adorada, vendrás a buscar a tu pajarillo; y, remontándote con él hasta el Foco del amor, lo sumergirás por toda la eternidad en el ardiente Abismo de ese amor al que él se ofreció como víctima.
¡Si pudiera yo, Jesús, revelar a todas las almas pequeñas cuán inefable es tu condescendencia…! Estoy convencida de que, si por un imposible, encontrases un alma más débil y más pequeña que la mía, te complacerías en colmarla de gracias todavía mayores, con tal de que ella se abandonase con entera confianza a tu misericordia infinita. ¿Pero por qué estos deseos, Jesús, de comunicar los secretos de tu amor? ¿No fuiste tú, y nadie más que tú, el que me los enseñó a mí? ¿Y no puedes, entonces, revelárselos también a otros…? Sí, lo sé muy bien, y te conjuro a que lo hagas. Te suplico que hagas descender tu mirada divina sobre un gran número de almas pequeñas… ¡Te suplico que escojas una legión de pequeñas víctimas dignas de tu AMOR…!…” (Ms B, 5r‑6v).
Esta ofrenda no nace del deseo de sufrir, sino del deseo de amar. Teresita no se inmola por mérito propio, sino porque confía ciegamente en la ternura divina. En vez de grandes obras, su vida entera se convierte en una oblación sencilla, escondida, pero abrasada por el fuego del amor eterno.
La espiritualidad del “Caminito” alcanza aquí una dimensión oblativa. La infancia espiritual no es sólo confianza pasiva, sino entrega activa y total. Teresita pide volar al Sol con las alas del Águila misma, es decir, no por sus fuerzas, sino por la gracia de Cristo. En su pequeñez, se reconoce indigna, pero precisamente por eso se ofrece: porque sólo el amor puede transformar lo débil en fuerte, lo ordinario en sagrado. Esta es la lógica del Reino: Dios escoge lo pequeño para confundir lo grande, y se complace en elevar al que se entrega sin reservas.
Hoy, Teresita nos recuerda que todos estamos llamados a ofrecernos a Dios, no como víctimas del castigo, sino como víctimas del Amor. En nuestras tareas diarias, en el silencio, en los gestos ocultos, podemos hacer de la vida una ofrenda viva. Lo que importa no es lo que hacemos, sino el amor con que lo hacemos y la confianza con que nos abandonamos. ¿Estás dispuesto a ser una pequeña víctima del Amor?
Preguntas para orar:
¿Cómo puedo ofrecer hoy mi pequeñez como oblación de amor?
¿Confío en que Dios puede hacer grandes cosas con mi nada?
¿Qué aspectos de mi vida aún no he puesto en manos del Amor misericordioso?