🌿 Día 13 – La ciencia del amor

📖 1 Corintios 13,2

“Si no tengo amor, no soy nada.”

En una de su autobiografía  Santa Teresita escribe con sinceridad:

“No creas que estoy nadando entre consuelos. No, mi consuelo es no tenerlo en la tierra. Sin mostrarse, sin hacerme oír su voz, Jesús me instruye en secreto; no lo hace sirviéndose de libros, pues no entiendo lo que leo. Pero a veces viene a consolarme una frase como la que he encontrado al final de la oración (después de haber aguantado en el silencio y en la sequedad): «Este es el maestro que te doy, él te enseñará todo lo que debes hacer. Quiero hacerte leer en el libro de la vida, donde está contenida la ciencia del amor».

¡La ciencia del amor! ¡Sí, estas palabras resuenan dulcemente en los oídos de mi alma! No deseo otra ciencia. Después de haber dado por ella todas mis riquezas, me parece, como a la esposa del Cantar de los Cantares, que no he dado nada todavía… Comprendo tan bien que, fuera del amor, no hay nada que pueda hacernos gratos a Dios, que ese amor es el único bien que ambiciono..” (Ms B, 9, 1r)

Este testimonio revela la esencia de su espiritualidad: Dios enseña a amar, no por teorías, sino en el silencio, en la aridez, en lo cotidiano. Cuando no hay consuelos sensibles ni luces interiores, permanece una sola certeza: el amor lo explica todo, lo sostiene todo, lo salva todo.

Teresita confiesa que no ambiciona ninguna otra ciencia. Como la esposa del Cantar de los Cantares, siente que todo lo ha entregado, y aún así no ha dado nada. El único verdadero conocimiento que vale ante Dios es el amor: no un sentimiento, sino un acto de entrega confiada y constante. Para Teresita, esto significa perseverar en la oración aun cuando está seca, seguir amando cuando no se siente amada, entregarse cuando nadie lo ve. Es el camino silencioso del Evangelio.

También nosotros podemos aprender esta ciencia: en el hogar, en la enfermedad, en la rutina del trabajo o la soledad del corazón. Allí, donde no hay consuelo, donde no entendemos nada, el Maestro está enseñando en secreto. Y si escuchamos con humildad, el alma comienza a leer —no en un libro de papel— sino en el “Libro de la Vida”, donde todo lo escrito se reduce a una sola palabra: amor.

Preguntas para orar:

¿Qué me está enseñando Dios hoy en el silencio y la aridez?

¿He buscado más saber que amar?

¿Qué acto concreto puedo hacer hoy como ejercicio de la “ciencia del amor”?