🌿 Día 26 – Amar como Jesús nos amó

📖 Juan 15,13

“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.”

Santa Teresita contempló con asombro cómo Jesús amó a sus discípulos, no por lo que eran humanamente, sino porque los miraba con el amor del Padre. Eran débiles, ignorantes, muchas veces egoístas, y sin embargo, Él los llamó amigos y quiso compartir con ellos su herencia eterna. Este amor sin condiciones, que no mide ni compara, es el que Jesús nos invita a vivir. Pero para ello, debemos aprender a amar no con nuestras propias fuerzas, sino con la caridad que nace de su Corazón.

“¿Y cómo amó Jesús a sus discípulos, y por qué los amó? No, no eran sus cualidades naturales las que podían atraerle. Entre ellos y él la distancia era infinita. El era la Ciencia, la Sabiduría eterna; ellos eran unos pobres pescadores, ignorantes y llenos de pensamientos terrenos. Sin embargo, Jesús los llama sus amigos, sus hermanos. Quiere verles reinar con él en el reino de su Padre, y, para abrirles las puertas de ese reino, quiere morir en una cruz, pues dijo: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Madre querida, meditando estas palabras de Jesús, comprendí lo imperfecto que era mi amor a mis hermanas y vi que no las amaba como las ama Dios. Sí, ahora comprendo que la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no extrañarse de sus debilidades, en edificarse de los más pequeños actos de virtud que les veamos practicar. Pero, sobre todo, comprendí que la caridad no debe quedarse encerrada en el fondo del corazón: Nadie, dijo Jesús, enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa.!” (MsC X, 12r)

Teresita reconoció que muchas veces no amaba a sus hermanas como Dios las amaba: se fijaba en sus defectos, se inquietaba por lo que le resultaba difícil de soportar. Pero comprendió que la verdadera caridad consiste en soportar con dulzura las fragilidades del otro, no sorprenderse por sus caídas, y alegrarse de sus pequeños avances, por mínimos que sean. Es un amor que edifica, que alienta, que no se impacienta ni exige perfección. Esta caridad no se encierra en el corazón, sino que se expresa en gestos sencillos, constantes y sinceros.

Amar como Jesús amó es dar la vida, no necesariamente en un acto heroico, sino en la entrega cotidiana: callar una crítica, ofrecer una sonrisa, rezar por quien cuesta amar. Es poner la lámpara del amor en lo alto, para que ilumine a todos, incluso cuando no se recibe nada a cambio. Este es el caminito de Teresita: amar con todo el corazón, sin buscar recompensa, solo por Jesús, solo por amor. Y en esa caridad humilde, florece la santidad.

Preguntas para orar:

¿Amo a las personas con el corazón de Jesús o con mis propios criterios?

¿Puedo alegrarme hoy por un pequeño gesto de virtud en otro, sin juzgar sus defectos?

¿Qué gesto concreto puedo hacer hoy para que mi amor no se quede oculto?