Día 28 – La sonrisa como ofrenda

📖 Romanos 12,9

“Que el amor sea sincero. Aborrezcan el mal y apeguense al bien.”

Una de las batallas más significativas de Santa Teresita fue contra la antipatía natural. Ella misma relata que había una hermana cuya forma de ser le resultaba profundamente molesta, aunque reconocía su santidad. Para no ceder al juicio o a la frialdad, Teresita decidió que la caridad no se basa en los sentimientos sino en obras concretas. Así comenzó a rezar por ella con fervor, a prestarle servicios, a sonreírle incluso cuando sentía rechazo interior. Esa lucha le valió una victoria tan grande, que dijo: “la milicia celestial viene en mi ayuda, pues no puede sufrir verme vencida después de haber salido victoriosa en la gloriosa batalla”.

Extracto del manuscrito:

“Cada vez que la encontraba, pedía a Dios por ella, ofreciéndole todas sus virtudes y sus méritos. […] Cuando sentía la tentación de contestarle de manera desagradable, me limitaba a dirigirle la más encantadora de mis sonrisas.” (MsC, 14r) La caridad, en su forma más pura, es un acto deliberado de amor que elige el bien del otro incluso sin consuelo sensible. Teresita comprendía que amar es descubrir a Jesús escondido en cada alma, más allá de las apariencias o del temperamento. Por eso, cuando esta hermana un día le preguntó, sorprendida, por qué siempre le sonreía, ella respondió: “porque me alegra verla”. En realidad, era Jesús a quien veía en el fondo de su alma. Su sonrisa no era fingida, era un acto de fe, una oración silenciosa, una pequeña ofrenda que agradaba infinitamente al Corazón de Cristo