📖 Juan 6,56
“El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él.”
Santa Teresita se contemplaba a sí misma como un “átomo de Jesús”, una partícula pequeña, casi invisible, pero totalmente atraída por el Misterio eucarístico. Su alma no ambicionaba ser vista, comprendida ni celebrada, sino permanecer en el silencio del sagrario, unida al Dios escondido bajo las especies del pan. En esa pobreza de pretensión y gloria, descubría su verdadera identidad: no el resultado de lo que ella hacía, sino de a quién pertenecía. La pequeñez no era obstáculo, sino condición de pertenencia al Corazón de Jesús.
La Eucaristía era el lugar donde se consumaba su infancia espiritual. Allí aprendía a ser ignorada, a ofrecer sus sufrimientos, a quedarse callada y escondida por amor. Teresita deseaba arder con las llamas de los apóstoles, salvar almas y consolar a Jesús, no con grandes obras, sino siendo una chispa consumida a los pies del Copón. Cada vez que el mundo la ignoraba o el corazón se oscurecía, se refugiaba en el sagrario y allí, en silencio, encontraba la paz de quien se sabe abrazado desde dentro por la Hostia viva.
El misterio del amor eucarístico no sólo le ofrecía consuelo, sino identidad. “Consumirme cerca del Hostia… será mi vida hasta el último día”, decía con alegría. Su caminito la llevaba a vivir oculta con Cristo en Dios (cf. Col 3,3), a ser nada a los ojos del mundo y todo en el Corazón del Amado. Su pequeña alma, como el átomo de luz, resplandecería al final de los tiempos junto a su Jesús, no por haber hecho grandes cosas, sino por haberle amado silenciosamente, hostia (en latín: víctima) junto a la Hostia que es Cristo Jesús que se ofrece en el altar de la cruz por todos nosotros.
“Ante la Hostia consumiéndose,
del sagrario al vivo amor,
así pasará mi vida
del fin a la expectación
Cuando la pruebe termine,
volando al seno de Dios,
¡de la Eucaristía el átomo
brillará ante su Señor!”
Preguntas para orar:
¿Qué lugar tiene la Eucaristía en mi vida cotidiana? ¿Es mi refugio y alimento?
¿Sé consolar al Señor en el sagrario con mi silencio, mi presencia, mi pequeñez?
¿Estoy dispuesto a ser ignorado por el mundo con tal de ser conocido por Cristo?