Catequesis Pequeñas Comunidades y Comunidades Eclesiales de Base
Tema: La Educación de los hijos
Fecha: 20/03/2025
Frase: “la gracia del amor de Cristo conduce a su realización lo que está escrito en la naturaleza humana. ¡Cuántos ejemplos estupendos tenemos de padres cristianos llenos de sabiduría humana! Ellos muestran que la buena educación familiar es la columna vertebral del humanismo. Su irradiación social es el recurso que permite compensar las lagunas, las heridas, los vacíos de paternidad y maternidad que tocan a los hijos menos afortunados. Esta irradiación puede obrar auténticos milagros. Y en la Iglesia suceden cada día estos milagros” Papa Francisco, Audiencia General del 20 de mayo de 2015)
1. Celebración de la Palabra (Ver)
“Instruye al niño en el camino que debe seguir, y aun cuando sea viejo no se apartará de él. […] Escucha a tu padre, que te dio la vida, y no desprecies a tu madre cuando sea anciana. Adquiere la verdad y no la vendas; adquiere sabiduría, disciplina e inteligencia. El padre del justo se regocijará grandemente; quien engendra a un sabio, se alegrará en él. Que tu padre y tu madre se regocijen, y se alegre la que te dio a luz. Dame, hijo mío, tu corazón, y que tus ojos se deleiten en mis caminos.» (Proverbios 22, 6; 23:22, 26)
«Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor, porque esto es justo. ‘Honra a tu padre y a tu madre’ —que es el primer mandamiento con promesa— ‘para que te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra’. Y ustedes, padres, no exasperen a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor.» (Ef 6, 1-4)
¿Cómo percibimos la educación de los hijos en nuestra sociedad actual? ¿Cuáles dirías que son sus características? ¿Y en la educación de la fe?
2. Catequesis (Juzgar)
Esta semana en la serie de catequesis sobre la familia vamos a tratar el capítulo VII de la Exhortación Amoris Laetitia, la cual surgio fruto del Sínodo de la Familia de (2014-2015) , en ella encontramos numerosos aportes que pueden ayudarnos a comprender esta temática hoy en día, iremos sintetizando cada una de sus partes.
La Familia como Lugar de Educación
El Papa Francisco inicia reconociendo que «los padres siempre inciden en el desarrollo moral de sus hijos, para bien o para mal» (n. 259). Esta influencia inevitable exige que los padres asuman su rol educativo de manera consciente y entusiasta, especialmente en un contexto donde esta tarea se ha vuelto compleja debido a las dinámicas sociales y tecnológicas actuales. La familia no puede delegar su función de ser un espacio de sostén y guía, sino que debe reinventarse para responder a los desafíos del mundo moderno. Este capítulo subraya que la educación familiar es clave para formar personas libres, responsables y capaces de enfrentar la vida con valores sólidos. En la sociedad actual muchas veces encontramos padres de familia ausentes en la educación de sus hijos, autoexcluyéndose y delegando todo a los “expertos”, o en otras ocasiones tras una falsa experticia creen que nadie puede decirles nada sobre la educación de sus hijos y se cierran al auxilio que se puede brindar, en el fondo es una soberbia intelectual que termina queriendo dominar todo sobre sus hijos coartando incluso su propia libertad.
¿Dónde están los Hijos?
En esta sección, el texto invita a los padres a reflexionar sobre las influencias que rodean a sus hijos, especialmente en un mundo dominado por pantallas y entretenimiento digital. «La familia no puede renunciar a ser lugar de sostén, de acompañamiento, de guía, aunque deba reinventar sus métodos y encontrar nuevos recursos» (n. 260). Los padres deben dedicar tiempo de calidad a sus hijos, hablando de temas importantes y creando oportunidades sanas para su desarrollo, mientras ejercen una vigilancia prudente pero no obsesiva. El Papa advierte que «la obsesión no es educativa» (n. 261), y que controlar cada aspecto de la vida de un hijo no lo prepara para los desafíos. En cambio, propone «generar procesos más que dominar espacios» (n. 261), enfocándose en dónde están los hijos existencialmente: «¿Dónde está realmente su alma, lo sabemos? Y, sobre todo, ¿queremos saberlo?» (n. 261). La educación debe fomentar una madurez que trascienda lo genético, promoviendo «libertades responsables, que opten en las encrucijadas con sentido e inteligencia» (n. 262). Nunca hay que menospreciar la influencia de la presión de grupo en una persona, particularmente cuando está en año de formación, los padres siempre han procurado cuidar las amistades y los lugares que frecuentan sus hijos, hoy en día esto ha de incluir incluso la esfera digital, sin embargo se trata de enseñar al niño progresivamente como enfrentar esa realidad, es ahí donde hay que generar el proceso de educación de la libertad. El ejemplo más claro es el uso del teléfono celular. Podría pensarse teléfonos básicos (enviar y recibir llamadas) antes del instituto, acceso restringido a redes sociales hasta los 16 años, y un énfasis en reducir el tiempo de pantalla mientras se fomenta la independencia y el juego en el mundo real
Formación Ética de los Hijos
La formación moral es una responsabilidad indelegable de los padres, quienes deben inspirar confianza y respeto en sus hijos. «El desarrollo afectivo y ético de una persona requiere de una experiencia fundamental: creer que los propios padres son dignos de confianza» (n. 263). Esta confianza es la base para evitar heridas profundas que dificulten la maduración. La educación de la voluntad y el desarrollo de hábitos buenos son esenciales, presentando valores de manera atractiva y deseable. El Papa señala que «obrar bien no basta con juzgar adecuadamente» (n. 265); el bien debe arraigarse como una inclinación afectiva que motive a los hijos a percibirlo como conveniente para ellos mismos. Esto requiere un enfoque inductivo, donde «el hijo pueda llegar a descubrir por sí mismo la importancia de determinados valores» (n. 264), en lugar de imponerlos. Además, «el fortalecimiento de la voluntad y la repetición de determinadas acciones construyen la conducta moral» (n. 266), transformando las motivaciones en virtudes que liberan de inclinaciones deshumanizantes. El refuerzo positivo es importante hoy no basta con “mandar” es necesario hacer descubrir cual es el bien detrás de la conducta que quiere formar, no es sólo modificar un comportamiento sino también descubrir la bondad detrás del mismo y como este hace crecer.
Valor de la Sanción como Estímulo
Las sanciones tienen un lugar en la educación, pero deben aplicarse con amor y con el propósito de enseñar, no de castigar por castigo. «Es indispensable sensibilizar al niño o al adolescente para que advierta que las malas acciones tienen consecuencias» (n. 268). La corrección debe ser un estímulo para crecer, valorando los esfuerzos y manteniendo la confianza en las posibilidades del hijo. «La corrección es un estímulo cuando también se valoran y se reconocen los esfuerzos» (n. 269), y nunca debe percibirse como un ataque. El Papa aconseja evitar la ira descontrolada y reconoce que «algunas malas acciones tienen que ver con la fragilidad y los límites propios de la edad» (n. 269). Por ello, «lo fundamental es que la disciplina no se convierta en una mutilación del deseo, sino en un estímulo para ir siempre más allá» (n. 270), buscando un equilibrio entre límites constructivos y la libertad interior del niño.
Paciente Realismo
La educación moral debe ser realista y gradual, respetando las capacidades de cada hijo. «La educación moral implica pedir a un niño o a un joven sólo aquellas cosas que no le signifiquen un sacrificio desproporcionado» (n. 271). Proponer «pequeños pasos que puedan ser comprendidos, aceptados y valorados» (n. 271) evita el resentimiento y fomenta el crecimiento. Además, el Papa reconoce que las resistencias éticas de los jóvenes a menudo provienen de heridas emocionales: «Hay que ayudar a los adolescentes a practicar la analogía: los valores están realizados especialmente en algunas personas muy ejemplares, pero también se realizan imperfectamente y en diversos grados» (n. 272) y a sanar su mundo interior. La libertad real es limitada y condicionada, y a veces «su decisión es voluntaria, pero no es libre» (n. 273), como en el caso de un adicto. En estos casos, los hijos necesitan acompañamiento y un proceso educativo para superar sus limitaciones. Es necesario enseñarles a tomar lo bueno y dejar lo malo, saber que aunque hay personas muy buenas que animan a ser mejor, también tiene límites y debilidades, esto ayuda evitar las desilusiones no sólo sobre los demás sino sobre sí mismos, recordemos de un modo especial la adolescencia es una etapa en la que muchas veces todo se ve blanco o negro, y conforme va creciendo el adulto sabe distinguir también las zonas grises.
La Vida Familiar como Contexto Educativo
La familia es «la primera escuela de los valores humanos, en la que se aprende el buen uso de la libertad» (n. 274). En el hogar se desarrollan inclinaciones que perduran toda la vida, como el rechazo espontáneo a ciertos comportamientos o la valoración de virtudes inculcadas desde la infancia. Una tarea clave es educar para la espera: «La postergación no es negar el deseo sino diferir su satisfacción» (n. 275). Esto fortalece la autoestima y enseña a respetar la libertad ajena. La familia también es «el ámbito de la socialización primaria» (n. 276), donde se rompe el egoísmo y se aprende a convivir. Además, «la familia es el sujeto protagonista de una ecología integral» (n. 277), replanteando hábitos de consumo y enfrentando juntos momentos difíciles, como las enfermedades. Aunque las tecnologías pueden facilitar la comunicación, «no sustituyen ni reemplazan la necesidad del diálogo más personal y profundo» (n. 278), y su mal uso puede generar un «autismo tecnológico» (n. 278) en los hijos. La familia en sus diálogos, en el tiempo de convivencia, en las alegría y en sus penas tiene un carácter formativo que no se puede delegar, son las relaciones entre sus miembros las que educan, sanan y potencian todo lo bueno que hay en ellos.
Sí a la Educación Sexual
El Papa aboga por «una positiva y prudente educación sexual» (n. 280) que trascienda la mera información y se enmarque en el amor y la donación mutua. En un mundo que banaliza la sexualidad, los jóvenes deben aprender a discernir influencias negativas, como la pornografía, y a cultivar el autodominio. «La información debe llegar en el momento apropiado y de una manera adecuada» (n. 281), fomentando un sano pudor que «resguarda su interioridad» (n. 282). La educación sexual debe rechazar el enfoque de «sexo seguro» que «transmite una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural de la sexualidad» (n. 283), y en cambio preparar para «un don de sí íntegro y generoso» (n. 283). También debe valorar la diferencia entre lo masculino y lo femenino, ayudando a «aceptar el propio cuerpo tal como ha sido creado» (n. 285), sin caer en rigideces que mutilen el desarrollo de los hijos como cuando se acepta el compartir las responsabilidades en las tareas del hogar.
Transmitir la Fe
La familia es el lugar donde se transmite la fe, enseñando a «percibir las razones y la hermosura de la fe» (n. 287). Los padres son «instrumentos de Dios para su maduración y desarrollo» (n. 287), adaptándose a las necesidades de cada hijo. «Es hermoso cuando las mamás enseñan a los hijos pequeños a mandar un beso a Jesús o a la Virgen» (n. 287), creando espacios de oración que evangelizan más que cualquier discurso. La fe no se impone, sino que «se propone a su libertad» (n. 288), y los padres deben dar testimonio concreto de su importancia. «Los hijos que crecen en familias misioneras a menudo se vuelven misioneros» (n. 289), llevando la fe al mundo a través de un estilo de vida abierto y cercano. Recordemos que tiene más peso el amor y el ejemplo de los padres en la formación de la fe, que muchas catequesis o charlas que se puedan escuchar, por poner un ejemplo, a un niño se le puede hablar mucho sobre la importancia de la confesión y comunión, pero podrá más el presencia con qué disposiciones sus padres se acercan ante estos sacramentos.
Una familia fuerte tiene un gran impacto en la vida de sus hijos, una conjunto de familias fuertes tendrá un gran impacto en la sociedad, la familia misiona como iglesia doméstica através del amor: “ en el corazón de cada familia hay que hacer resonar el kerygma, a tiempo y a destiempo, para que ilumine el camino. Todos deberíamos ser capaces de decir, a partir de lo vivido en nuestras familias: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene» (1 Jn4,16)” (n.290)
3. Edificación espiritual (Actuar)
- ¿De qué manera creemos que nuestras acciones y actitudes como padres están influyendo en el desarrollo moral de nuestros hijos, para bien o para mal?
- ¿Estamos dedicando suficiente tiempo de calidad a nuestros hijos para hablar de temas importantes?
- ¿Sabemos realmente dónde están «existencialmente» nuestros hijos en relación con las pantallas y las influencias digitales?
- ¿Qué tan dignos de confianza nos perciben nuestros hijos?
- Cuando corregimos a nuestros hijos, ¿lo hacemos con la intención de enseñar y estimular su crecimiento o a veces caemos en castigar por frustración? ¿Cómo podemos equilibrar límites y libertad?
- ¿Estamos pidiendo a nuestros hijos cosas que están a su alcance según su edad y madurez, o a veces exigimos demasiado?
- ¿Qué inclinaciones o virtudes queremos que nuestros hijos desarrollen desde pequeños en casa?
- ¿Cómo hablamos con nuestros hijos sobre la sexualidad en casa? ¿Qué enfoque podemos adoptar para que vean el amor y la donación mutua como el marco de esta dimensión de la vida?
- ¿Qué tan presentes están la fe y la oración en nuestra vida familiar? ¿Qué pequeños gestos o ejemplos concretos podemos ofrecer para que nuestros hijos descubran la belleza de la fe por sí mismos?