Hijos y hermanos

Catequesis Pequeñas Comunidades y Comunidades Eclesiales de Base

Tema: Hijos y hermanos

Fecha: 06 de febrero

Frase: «Tus hijos se reúnen y vienen hacia ti. Vienen tus hijos desde lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás y estarás radiante; tu corazón se asombrará, se ensanchará» (60, 4-5a)

1.   Celebración de la Palabra (Ver)

Leer: Efesios 6, 1-4; Salmos 127 (126) y 128 (127); Lc 2, 41-52

¿Cómo crees que son las relaciones padres e hijos en nuestra colonia? ¿cómo ves las relaciones entre los hermanos? ¿existirá todavía voluntad de tener hijos según el plan de Dios?

2.   Catequesis (Juzgar)

Continuamos nuestras catequesis sobre la familia, hoy nos dedicaremos a reflexionar por un momento sobre los hijos y los hermanos.

El Papa comienza su reflexión sobre los hijos con una hermosa imagen del profeta Isaías que encontramos como apertura de nuestra catequesis, que describe el reencuentro de hijos y padres como un momento de radiante alegría y esperanza. Los hijos implican la transmisión de una herencia a la siguiente generación, alguien da continuidad al amor que se ha forjado entre los padres, hay un futuro abierto que impulsa a los esposos a caminar, e incluso va más allá porque los hijos para una sociedad anuncian no solo el amor inherente entre padres e hijos, sino que también simboliza la esperanza colectiva de un pueblo, se estable un vínculo entre generaciones que marca el caminar hacia adelante.

El Papa enfatiza que los hijos son un regalo, no una carga ni un medio para la realización personal. Cada hijo es único, portador de la memoria y la esperanza de un amor que da vida. Esta visión rompe con la idea de que los hijos son una extensión de los deseos parentales o meramente una responsabilidad biológica. No olvidemos que el hombre no se reduce a la reproducción, sino que procrea, es decir participa del acto creador de Dios por el cual un nuevo ser humano nace a la vida.

La importancia de este punto es capital, porque permite recordar como en el amor incondicional de los padres se manifiesta el amor incondicional de Dios, sabemos a nivel psicológico numerosos especialistas llaman la atención sobre este punto incluso durante la gestación, y desde la fe la óptica se hace más amplia, un hijo es amado porque es Don de Dios para los padres, es decir es una manifestación del amor de Dios para ellos y a la vez los padres son una manifestación del amor de Dios para los hijos, un amor que es incondicional, es decir anterior a cualquier mérito o cualidad, es un amor que hacia el pasado nos precede y hacia el futuro nos custodia.

El Papa recuerda a su madre describiendo a sus cinco hijos como cinco dedos de una mano, cada uno diferente pero igualmente amado, lo cual subraya la igualdad en el amor parental. Sin embargo, señala la dificultad contemporánea donde los jóvenes sienten inseguridad sobre su futuro. Aquí, el Papa invita a los padres a ser pacientes y constantes, asegurando que el amor del Padre celestial es un modelo de acompañamiento sin retirar el amor, incluso ante los errores de los hijos.

Educar a los niños con amor y confianza, sin temor a hacer las correcciones oportunas, siempre recordarnos: “ante un problema buscar la solución” no dejarnos llevar por la cólera mal sana que siembra deseos de venganza, recuerda que no son robots que programas y siguen siempre el comando, son también seres libres de carne y hueso como tú, con sus propias debilidades que han de aprender a conocer para trabajar. Al niño siempre hay que mostrarle que puede ser diferente cuando se equivoca, reforzar positivamente sus aciertos, y recordarle que puede ser mejor, el amor y la esperanza nos impulsan a crecer no para ser amados sino porque somos amados.

Con los hijos mayores sobre todo antes que caer en frustraciones o enojos por los errores que cometen, en muchas ocasiones conviene más estar cerca que distanciarse, de cerca, aunque se experimente dolor puedes animar, esperar el momento oportuno de apertura para aconsejar, procurarles el bien, pero distantes ¿de verdad se experimentará menos dolor? ¿así se te quitará el resentimiento? ¿dejarás de pensar en la situación negativa? Las distancias son una medida no para solucionar un problema sino el último recurso para evitar graves peligros. Conforme vamos creciendo nuestros padres nos recuerdan que hemos de mantener la esperanza, y en la adultez de modo particular nos ayudan a aprender a ser pacientes incluso con nosotros mismos, los ancianos de modo particular nos ayudan relativizar el trabajo por lo que de verdad importa, el diálogo intergeneracional es una ocasión para el hijo adulto de adquisición de sabiduría.

El Papa termina haciendo alusión al cuarto mandamiento, honrar a los padres implica reconocer su papel en la transmisión de la vida y la cultura, y en la construcción de la identidad y el futuro de los hijos.

“El vínculo virtuoso entre las generaciones es garantía de futuro, y es garantía de una historia verdaderamente humana. Una sociedad de hijos que no honran a sus padres es una sociedad sin honor; cuando no se honra a los padres, se pierde el propio honor. Es una sociedad destinada a poblarse de jóvenes desapacibles y ávidos” (Papa Francisco, 11 de febrero de 2015)

El Papa advierte sobre las sociedades que ven a los hijos como una carga, asociando esta actitud con una falta de honor (no hay nada que honrar) y un egoísmo que empobrece la vida comunitaria. En cambio, promueve una visión donde la procreación responsable se ve como una contribución a la vida y a la sociedad, los hermanos aprenden a cuidarse entre sí, a reconocerse responsables los unos de los otros, una familia grande se valora como una bendición porque en ella crece el amor no se ve como un riesgo. La apertura a la vida es signo de una sociedad que tiene algo que transmitir y custodiar, el cerrarse a ello es un signo de desesperanza (sobre el tema de la apertura a la vida hablaremos más adelante en próximas catequesis).

El Papa a la hora de hablar del tema de los hermanos cita el Salmo 132 «Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos» (Sal 132, 1) para subrayar la dulzura de la convivencia fraterna y recuerda como una antítesis la historia de Caín y Abel para ilustrar las consecuencias de la ruptura fraterna. La pregunta de Dios a Caín, «¿Dónde está, tu hermano?», se convierte en un eco perenne en la historia humana, una invitación a la responsabilidad y el cuidado mutuo.

En un mundo donde el egoísmo, se hace cada vez más imperante, en el que las relaciones virtuales sustituyen a  la presencia y convivencia en vivo, los hermanos en el hogar constituyen un referente de escuela de amor, en la cual se prepara al cristiano para la convivencia social, aprender a llevar a los que son diferentes, a los que no me son simpáticos, o incluso a tratar con quien se puede vivir una molestia comienza en el hogar, la resolución de conflictos, la reconciliación e incluso el aprender a conciliar como punto de partida para una vida en comunión comienza con los hermanos.

También es en el contexto familiar donde se aprenden las primeras lecciones de solidaridad, paciencia y cuidado particular los hermanos más débiles o enfermos. Si en la sociedad vemos el fomento de la cultura del descarte que tanto ha denunciado el Papa en numerosas ocasiones, es en la familia donde se aprende la compasión y la atención por aquel que pasa desapercibido. La fraternidad cristiana expande este concepto más allá de los lazos de sangre, invitando a ver a cada ser humano como un hermano o hermana, lo cual es fundamental para la paz y la justicia social. No olvidemos que la preocupación por el bien de la sociedad que se tutela en los principios de doctrina social de la Iglesia tiene como su fundamento el amor al prójimo y el primer lugar donde aprendemos a amarlo es el hogar.

“El vínculo de fraternidad que se forma en la familia entre los hijos, si se da en un clima de educación abierto a los demás, es la gran escuela de libertad y de paz. En la familia, entre hermanos se aprende la convivencia humana, cómo se debe convivir en sociedad. Tal vez no siempre somos conscientes de ello, pero es precisamente la familia la que introduce la fraternidad en el mundo. A partir de esta primera experiencia de fraternidad, nutrida por los afectos y por la educación familiar, el estilo de la fraternidad se irradia como una promesa sobre toda la sociedad y sobre las relaciones entre los pueblos.” (Papa Francisco 18 de febrero de 2015)

3.   Edificación espiritual (Actuar)

En cuanto hijos consideremos ¿cómo ha sido el trato a mis padres?

¿Transmites la fe a tus hijos? ¿Qué cosas en concreto hace o podrías hacer?

¿Qué buenos recuerdos tienes tus hijos? ¿Pasas tiempo con cada uno de ellos?

¿Cómo tus padres te enseñaron a convivir con tus hermanos?

¿Qué recuerdos buenos tienes del tiempo con tus hermanos?

¿Cuándo ha habido problemas con tus hijos o con tus hermanos como has buscado resolverlos?

Te invito como tarea en esta semana a que, ante el Señor en un momento de oración, le des gracias por 10 cosas buenas que has notado en tu relación con tus hijos, o en cuanto hijo en relación a tus padres, y con tus hermanos.