Introducción
Isaac es el hijo esperado durante largos años de esterilidad. En él se cumple la promesa hecha a Abraham y Sara, mostrándonos que para Dios nada es imposible. Su nombre significa “Dios sonríe”, porque su nacimiento fue motivo de alegría y asombro.
“Dios me ha dado motivo de risa; todo el que lo oiga reirá conmigo” (Gn 21,6).
¿Qué nos dice la Sagrada Escritura?
Isaac nace cuando Abraham tiene cien años y Sara es anciana. Humanamente, era imposible, pero la Palabra de Dios se cumplió. Isaac es signo de que Dios realiza su obra en nuestra debilidad. Al paso de los años Isaac es llevado por Abraham al monte, cargando la leña del sacrificio. Pregunta a su padre: “¿Dónde está el cordero?” (Gn 22,7). Su docilidad refleja la confianza de un hijo en el amor del padre. Dios interviene y le perdona la vida, anticipando el misterio de Cristo, el verdadero Cordero.
Isaac continúa la herencia de Abraham, recibe las promesas y las transmite a Jacob (Gn 26,24). Es hombre de paz, que evita disputas y se mantiene fiel al Dios de sus padres. Su vida sencilla, a menudo a la sombra de Abraham y Jacob, nos recuerda la importancia de ser fieles en lo cotidiano.
¿Qué lecciones podemos sacar?
a) Cristológicas
Isaac es figura de Cristo. Como hijo amado, cargó la leña del sacrificio, prefigurando a Jesús que llevó la cruz hasta el Calvario. Lo que para Isaac fue solo una prueba, para Cristo fue realidad: Él mismo se entregó por amor, convirtiéndose en el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1,29). En Isaac se anuncia el misterio pascual, y en Jesús se cumple plenamente: no es otro quien muere en lugar del Hijo, sino que el Hijo se entrega libremente por nosotros.
Un antiguo poema judío recoge las palabras de Isaac en el momento del sacrificio “Aquedah” que significa “átame” como aquel que está dispuesto a hacer la voluntad del Señor a pesar de la dificultad.
“Era todavía de noche cuando Abraham
se disponía a sacrificar a su hijo;
los dos se miraban fijamente
cuando le dijo su hijo Isaac:
AQUEDAH, AQUEDAH,
AQUEDAH, AQUEDAH.
Átame, átame fuerte, Padre mío,
no sea que por el miedo me resista
y no sea válido tu sacrificio
y los dos seamos rechazados.
ÁTAME, ÁTAME FUERTE,
PADRE MÍO,
QUE YO NO ME RESISTA.
Venid y ved la fe sobre la tierra,
venid y ved la fe sobre la tierra,
el Padre que sacrifica a su hijo,
y el hijo querido,
que le ofrece su cuello.”
(Del Targum Neofiti sobre el sacrificio de Isaac)
b) Moral-espiritual
La docilidad de Isaac nos enseña a confiar en Dios y en sus caminos, aunque no los entendamos. A veces cargamos cruces que parecen injustas o pesadas, pero Jesús nos invita a llevarlas con fe, seguros de que el Padre nunca abandona a sus hijos. Como Isaac, podemos aprender a vivir con paz, con un corazón confiado y abierto a la voluntad divina.
“En la calma y la confianza estará su fuerza” (Is 30,15).
c) Doctrina social
Isaac es modelo de paz y reconciliación. Cuando los pastores de Gerar disputan con los suyos por los pozos de agua, Isaac no responde con violencia, sino que busca una alternativa y se decide a encontrar nuevos pozos (Gn 26,19-22). Su actitud inspira a resolver conflictos de manera pacífica, a renunciar a la confrontación estéril y a confiar en que Dios provee. En un mundo marcado por tensiones sociales y guerras, la mansedumbre de Isaac nos llama a ser artesanos de paz.
“Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra” (Mt 5,5).
Cita clave
“Dios proveerá” (Gn 22,8).
Oración
🙏 Señor Jesús, Tú eres el verdadero Cordero que se ofreció por nuestra salvación. Enséñanos, como Isaac, a vivir con docilidad y confianza, y haznos sembradores de paz en medio de este mundo. Amén.
IMG: El Sacrificio de Isaac de Pedro Orrente