Historia de la Predicación

Apuntes del Curso «Formación de Predicadores» en Academia Dominicana, Capítulo 1 (*Hecho con apoyo de IA)

1. Introducción

La predicación es una de las tareas fundamentales de la Iglesia, al punto que san Pablo afirma: “¡Ay de mí si no evangelizo!” (1 Co 9,16). Desde los orígenes, la misión de anunciar la Buena Nueva ha sido confiada a todos los discípulos de Cristo: “Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15).

Este primer capítulo busca ofrecer una visión panorámica de la historia de la predicación en la Iglesia, mostrando sus diversas etapas, formas y transformaciones a lo largo del tiempo. Veremos cómo, desde la predicación apostólica hasta el Concilio Vaticano II y nuestros días, la Iglesia ha comprendido y vivido de modos diversos la tarea de anunciar a Cristo.


2. Rasgos esenciales de la predicación

Antes de adentrarnos en la historia, conviene recordar algunos elementos fundamentales que acompañan toda auténtica predicación cristiana:

  1. Fidelidad a la Palabra: no anunciamos opiniones personales, sino la Palabra de Dios.
  2. Perseverancia: la semilla del Evangelio necesita tiempo para germinar.
  3. Estudio y debate: comprender la fe exige formación seria y diálogo.
  4. Consulta: contrastar nuestras ideas con otros estudiosos y maestros de la fe.
  5. Oración: el predicador habla en nombre de Dios y necesita la acción del Espíritu Santo.
  6. Renovación sacramental: la vida de la gracia y los sacramentos sostienen la credibilidad de la predicación.

La predicación exige, por tanto, no solo palabras, sino coherencia de vida. Anunciar a Cristo implica también vivir según Cristo.


3. La predicación en los orígenes

3.1 La predicación apostólica

Los Hechos de los Apóstoles y las cartas paulinas muestran cómo la predicación primitiva era querigmática, es decir, un anuncio directo y apasionado de Cristo muerto y resucitado que llamaba a la conversión y al bautismo.

Pablo, Pedro y los demás apóstoles predicaban tanto en las sinagogas como en plazas y casas. El anuncio se hacía con palabras sencillas, pero llenas de poder espiritual. El objetivo no era formar un grupo humano, sino suscitar la fe en Cristo.

3.2 La Didaché y los Padres Apostólicos

Tras la generación apostólica, surgen los llamados Padres Apostólicos: Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía, Policarpo, Hermas o la Epístola de Bernabé. Sus escritos, junto con la Didaché o Doctrina de los Doce Apóstoles, muestran cómo la predicación se fue orientando también hacia la formación moral y la instrucción en la fe.


4. La predicación patrística

Con el fin de las persecuciones (Edicto de Milán, 313), la Iglesia pudo anunciar el Evangelio con mayor libertad. Surge entonces un tipo de predicación catequética, destinada no solo a la conversión, sino al crecimiento en la fe.

Los grandes Padres de la Iglesia —Agustín, Ambrosio, Jerónimo, Juan Crisóstomo, Gregorio Magno, Basilio, Gregorio de Nisa, Gregorio Nacianceno, Orígenes, entre otros— marcaron profundamente la tradición homilética.

Conviene distinguir aquí:

  • La homilía litúrgica, explicación de la Palabra proclamada en la asamblea.
  • Los tratados y catequesis, más doctrinales, escritos para profundizar en los misterios de la fe.

Ambas formas respondían al mismo fin: ayudar a los fieles a comprender y vivir el misterio cristiano.


5. Edad Media: monacato y órdenes mendicantes

Con el desarrollo del monacato (Cluny, Císter) la predicación se enriqueció con una dimensión espiritual profunda, centrada en la vida evangélica y en la contemplación.

En el siglo XIII surgen las órdenes mendicantes: franciscanos y dominicos. Frente a las herejías y los cambios sociales, san Francisco y santo Domingo vieron la urgencia de un nuevo estilo de predicación: cercano al pueblo, itinerante, pobre y radicalmente evangélico.

  • Los franciscanos pusieron el acento en la sencillez y la fraternidad.
  • Los dominicos, en la predicación fundada en el estudio y en la verdad“contemplata aliis tradere” (transmitir a otros lo contemplado).

En esta época también se difunde la devotio moderna (siglo XIV), que inspirará obras como la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis, centrada en la vida interior y en la pasión del Señor.


6. La predicación en la época moderna

El Concilio de Trento (1545–1563) renovó profundamente la predicación, subrayando la importancia de la homilía y de la catequesis sistemática. En el contexto de la evangelización de América, la predicación se enfrentó a un desafío inédito: anunciar a Cristo en lenguas y culturas completamente nuevas.

En el siglo XIX, ante las corrientes filosóficas y políticas que cuestionaban la fe, la predicación adquirió un tono apologético. Era necesario mostrar racionalmente la credibilidad del cristianismo y defender la fe frente a ideologías hostiles.

Las tensiones entre Iglesia y Estado, las revoluciones sociales y el nacimiento de nuevas teologías (como la teología de la liberación en el siglo XX) configuraron también el estilo de la predicación, llamada a dar respuesta a los “signos de los tiempos”.


7. El Concilio Vaticano II y la renovación de la predicación

El Vaticano II (1962–1965) supuso un momento decisivo. Por primera vez, se habló explícitamente del ministerio de la palabra y se reconoció la misión de predicar no solo de los obispos, sino también de sacerdotes, diáconos y, en cierta medida, laicos.

Tres constituciones conciliares son fundamentales:

  • Lumen Gentium: recuerda que todo el Pueblo de Dios participa de la misión profética de Cristo.
  • Sacrosanctum Concilium: destaca la homilía como parte integrante de la liturgia.
  • Dei Verbum: insiste en la centralidad de la Palabra de Dios, fundamento de toda predicación.

La predicación ya no se entiende solo como transmitir doctrina, sino como anunciar el Evangelio en diálogo con el mundo, con un lenguaje comprensible y cercano.


8. Síntesis y perspectiva actual

A lo largo de la historia, la predicación ha pasado por distintas fases:

  • Querigmática: anuncio inicial de Cristo muerto y resucitado.
  • Catequética: formación progresiva en la fe.
  • Apologética: defensa y justificación racional de la fe.

Hoy, la predicación necesita integrar estos tres aspectos. La Iglesia está llamada a anunciar con fuerza el kerigma, a formar sólidamente a los fieles y a dar razones de la esperanza en un mundo marcado por el relativismo y la indiferencia religiosa.

El predicador de hoy debe ser testigo antes que maestro, debe hablar desde la experiencia personal de Cristo, alimentada por la oración, los sacramentos y el estudio serio de la Palabra. Solo así su palabra será fecunda y podrá responder a los desafíos contemporáneos.


9. Conclusión

La historia de la predicación nos muestra que anunciar el Evangelio no es tarea opcional, sino constitutiva de la vida cristiana. Cada época ha exigido modos nuevos de predicar, pero siempre con un mismo contenido: Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación.

El camino abierto por los apóstoles, los Padres, los grandes predicadores medievales, los misioneros en tierras nuevas y los pastores del Vaticano II sigue siendo hoy una herencia viva. Nuestra misión, en continuidad con ellos, es responder al mandato de Cristo: “Id al mundo entero y proclamad la Buena Nueva”.


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