Día 24 – Juan: el discípulo amado

Introducción

Juan, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago, fue uno de los Doce apóstoles y parte del círculo más cercano de Jesús. Su relación profunda con el Señor lo convirtió en el discípulo amado, modelo de la amistad con Cristo y de la contemplación del misterio del amor divino. “Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba recostado en el pecho de Jesús” (Jn 13,23).

¿Qué nos dice la Sagrada Escritura?

Juan fue llamado mientras reparaba sus redes junto a su hermano Santiago. Dejó a su padre y siguió a Jesús (Mt 4,21-22). Formó parte de los testigos privilegiados de la resurrección de la hija de Jairo, de la Transfiguración y de la agonía en Getsemaní. Durante la Última Cena, se recostó en el pecho de Jesús, gesto que simboliza la intimidad y la confianza absoluta. A los pies de la cruz, permaneció fiel junto a María y escuchó las palabras de Cristo: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19,27). Fue testigo de la tumba vacía y el primero en reconocer al Resucitado a orillas del lago: “Es el Señor” (Jn 21,7). La tradición lo identifica como autor del cuarto Evangelio, de tres cartas y del Apocalipsis, escritos que profundizan en el misterio del amor de Dios y en la victoria de Cristo.

¿Qué lecciones podemos sacar?

a) Cristológicas

Juan es el teólogo del amor. Su Evangelio proclama que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14), revelando el misterio de la Encarnación. En su testimonio, Jesús aparece como el Cordero de Dios, el Pan de Vida, la Luz del mundo y la Resurrección. Juan nos muestra que la esencia de Dios es el amor (1 Jn 4,8), y que en Jesús, ese amor se ha manifestado plenamente. La experiencia del discípulo amado nos revela que la fe cristiana es, ante todo, un encuentro personal con Cristo que transforma la vida. “Nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene” (1 Jn 4,16).

b) Moral-espiritual

Juan nos enseña la importancia de cultivar una amistad profunda con Cristo. Su cercanía al corazón del Señor nos recuerda que la oración es ante todo un estar con Él, un dejarse amar y aprender a amar. Como discípulo amado, nos invita a vivir la fe desde la confianza, la ternura y la fidelidad. Permanecer al pie de la cruz junto a María es su mayor lección: no abandonar a Cristo en la hora de la prueba, sino acompañarlo con amor fiel.

“…el Señor desea que cada uno de nosotros sea un discípulo que viva una amistad personal con él. Para realizar esto no basta seguirlo y escucharlo exteriormente; también hay que vivir con él y como él. Esto sólo es posible en el marco de una relación de gran familiaridad, impregnada del calor de una confianza total. Es lo que sucede entre amigos: por esto, Jesús dijo un día:  «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. (…) No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15, 13. 15).”

(Benedicto XVI, Audiencia General 05 de julio de 2006)

c) Doctrina social

El mensaje de Juan también tiene una dimensión comunitaria: insiste en el mandamiento del amor fraterno como signo de los verdaderos discípulos de Cristo. En sus cartas, exhorta a no amar solo de palabra, sino con obras y de verdad (1 Jn 3,18). Su visión del Apocalipsis muestra que la historia culmina en la victoria de Cristo y en una humanidad renovada en el amor. Su enseñanza interpela a los cristianos de hoy a construir comunidades donde el amor fraterno sea el centro, capaz de transformar la sociedad desde dentro.

Cita clave

“Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba recostado en el pecho de Jesús” (Jn 13,23).

Oración

Señor Jesús, haznos discípulos amados como Juan, capaces de permanecer junto a tu cruz, de escuchar tu Palabra y de vivir en la plenitud de tu amor. Que en nuestras comunidades brille siempre el mandamiento nuevo de la caridad. Amén.

IMG: «Visión de san Juan» de Juan Sánchez Cotán