Minoridad, fraternidad y amor a la Eucaristía

Homilía para la memoria de San Francisco de Asís

Querido hermanos la Palabra que se nos da hoy siempre me ha conmovido, me pongo a pensar cuantos hermanos hoy en día, en medio de los líos familiares que se viven en lo cotidiano, en medio del cansancio que supone no sólo trabajar sino viajar hasta su trabajos 1 o 2 horas en el trafico, o en medio de las luchas personales que cada quien libra con sus propias debilidades, escucharan con tanta esperanza y consuelo las palabras de Jesús “aprendan de mi que soy manso y humilde de Corazón y encontrarán DESCANSO para sus almas”.

Jesús nos enseña que el camino a ese descanso es el de la sencillez y eso lo descubren aquellos que son pequeños ante el Señor. Los “pequeños” son aquellos que se saben dependientes de Dios, que lo tienen a Él por único refugio y amparo, para quienes el tiempo para Dios no es algo pesado sino un gozo, son aquellos despojados de todo egocentrismo son capaces de abrirse a la gracia de Dios con humildad. Esta es la escuela del Corazón de Jesús, en la que san Francisco aprendió el camino del abajamiento que le enseñó a ser hermano de todos para conducirlos a todos al Padre.

Es siempre deslumbrante recordar como aunque de joven soñaba como muchos con la gloria y el reconocimiento social habría de abandonar esos ideales al encontrarse con Cristo pobre y crucificado. Descubrió que solo en la humildad está la verdadera libertad. Renunció a toda riqueza y poder para seguir al Señor en la minoridad, es decir, el hacerse “menor” ante Dios y ante los hombres. Eligió vivir como hermano de todos, sin dominio ni superioridad, reconociendo en cada persona un reflejo del amor del Creador.

Su vida fue una alabanza continua. Cantaba a “hermano sol y hermana luna”, e incluso veía a las criaturas no como objetos de uso, sino como miembros de una misma familia creada por el Padre. Y sobre todo, vivía profundamente enamorado de la Eucaristía, donde reconocía la pobreza suprema de Cristo que se hace Pan para alimentarnos, buscaba incluso que los hermanos llevaran copones hermosos para el Santísimo ahí donde no los hubiera uno de sus biografos escribe:

 “Ardía en fervor, que le penetraba hasta la médula, para con el sacramento del Cuerpo del Señor, admirando locamente su cara condescendencia y su condescendiente caridad. Juzgaba desprecio no oír cada día, a lo menos, una misa, pudiendo oírla. Comulgaba con frecuencia y con devoción tal, como para infudirla también a los demás. Cómo tenía en gran reverencia lo que es digno de toda reverencia, ofrecía el sacrificio de todos los miembros, y al recibir al Cordero inmolado inmolaba también el ama en el fuego que le ardía de continuo en el altar del corazón”

Hermanos, ¿cómo podemos nosotros vivir hoy estas virtudes franciscanas que hemos venido meditando durante el triduo?

  • Minoridad: significa vivir sin pretensiones, con espíritu de servicio. Para un papá o una mamá, puede ser escuchar con paciencia, pedir perdón, o servir aunque no le den un diploma por ello. Para un trabajador, puede ser hacer bien su labor con humildad, sin compararse ni envidiar.
  • Fraternidad: implica mirar al otro no como rival, sino como hermano. En la parroquia, en la comunidad o en la colonia, podemos construir fraternidad con gestos simples: compartir, perdonar, visitar al enfermo, cuidar al anciano, no hablar mal de los demás antes bien si hemos de hablar de otros hablar en bien.
  • Amor eucarístico: como Francisco, aprendamos a ver en la Misa el centro de nuestra vida. Que no sea una rutina, sino el lugar donde el Corazón de Cristo nos enseña a amar. Cada comunión es una oportunidad para dejarnos transformar por su humildad y ternura.

Cuando vivimos estas actitudes, el yugo de la vida se vuelve más suave, porque Cristo mismo camina con nosotros y comenzamos a entrar en el descanso del Señor. Pidamos hoy, por intercesión de San Francisco de Asís, la gracia de tener un corazón sencillo y agradecido, capaz de reconocer a Dios en todo y de amar con humildad. Que él nos enseñe a ser menores, a vivir como hermanos y a encontrar en la Eucaristía la fuente de toda paz. San Francisco de Asís, ruega por nosotros. Amén.

IMG: Pintura de san Francisco de Philip Fruytiers