Síntesis elaborada con el apoyo de inteligencia artificial del capítulo n.º 14 del Curso Formación de Predicadores de Academia Dominicana.
Introducción
En el capítulo 13 afrontamos el miedo a hablar en público y aprendimos a transformarlo en impulso misionero. Ese paso interior es condición para entrar con libertad en el nuevo “areópago” de nuestro tiempo: los entornos digitales. Allí, la palabra corre veloz, el mensaje se fragmenta en formatos breves y la audiencia es amplia, diversa y, con frecuencia, anónima. Por ello, la superación de la glosofobia se prolonga en una tarea distinta: discernir dónde, cómo y para quiénpredicamos en la red.
A continuación proponemos un marco teológico-pastoral y criterios prácticos para una presencia dominicana fiel, dialogal y competente en plataformas digitales. A partir del Magisterio reciente, de la experiencia eclesial y del carisma de la Orden, delinearemos límites, oportunidades, métodos y evaluaciones que ayuden a anunciar a Cristo sin diluir la verdad ni perder el sentido eclesial. La evangelización en línea no es solo “estar” en internet, sino habitar ese espacio con mirada contemplativa, estudio serio y caridad creativa, para que el encuentro con el Señor se abra camino también ahí donde hoy viven y conversan las personas.
1. ¿Qué es el “espacio digital” y por qué evangelizarlo?
El espacio digital es un ámbito público de interacción mediada por tecnología (redes, foros, video, audio, mensajería) con lógicas propias: algoritmos, métricas, formatos y normas comunitarias. No es un simple “reflejo” del mundo físico; es un ecosistema donde se configuran identidades, se toman decisiones y se elaboran sentidos. La misión de la Iglesia —evangelizar, enseñar y santificar— se extiende, por tanto, a este continente cultural.
En primer lugar, la comunicación digital multiplica el alcance del anuncio: rompe barreras geográficas, temporales y lingüísticas; ofrece continuidad (archivo/consulta) y retroalimentación inmediata (comentarios y datos). Por otra parte, exige alfabetización mediática: comprender ritmos de consumo, códigos visuales, accesibilidad y riesgos (desinformación, exposición, polarización). Evangelizar aquí supone traducir el kerigma y la catequesis a lenguajes pertinentes sin rebajar el contenido. La comunidad creyente —parroquias, movimientos, vida consagrada— encuentra, además, un campo para la sinodalidad práctica: coproducir, revisar, corregir, cuidar.
Aplicación: antes de publicar, pregúntate qué problema ilumina el Evangelio, qué formato lo sirve mejor y qué invitación concreta propones. Define audiencia, objetivo y métrica pastoral (p. ej., derivaciones a sacramentos o grupos), no solo métrica de plataforma. La misión guía la forma.
2. Marco eclesial y dominicano de referencia
Desde Inter mirifica hasta los mensajes sobre la “cultura del encuentro”, el Magisterio alienta el uso de los medios al servicio de la verdad y del bien común. Benedicto XVI habló del “continente digital” como nueva ágora; Francisco invita a ser ciudadanos de ese mundo, evitando exclusión y manipulación. La misión en red pide presencia, testimonio y diálogo que conduzcan al encuentro con Cristo y a la vida eclesial concreta.
Para la Orden de Predicadores, el carisma ofrece cuatro ejes: contemplación (mirada orante que purifica intenciones), estudio (rigurosidad doctrinal y fuentes), vida fraterna (corresponsabilidad y corrección) y predicación (creativa y multiforme). De este ADN brotan criterios: primacía de la verdad sobre la viralidad; caridad en las formas; unidad con el Magisterio; y preferencia por procesos que integren anuncio, catequesis y acompañamiento. No se trata de “opiniones religiosas”, sino de servicio eclesial.
Aplicación: forma un pequeño equipo fraterno (guion, teología, diseño, moderación). Revisa guiones a la luz de la Escritura y del Catecismo. Señaliza niveles (introductorio, formativo, avanzado) y enlaza siempre a recursos comunitarios (parroquia, fraternidad, grupos de estudio).
3. Límites y riesgos: lo que conviene custodiar
El entorno digital favorece la inmediatez, la simplificación y la exposición. Surgen tentaciones: descontextualizar doctrina, debatir agresivamente, confundir éxito con métricas, o convertir perfiles en marcas personales centradas en el ego. También acechan la desinformación y los sesgos algorítmicos que crean “cámaras de eco”.
En primer lugar, conviene acotar el campo de cada pieza: qué dice la fe, qué no dice, y qué referencias ofrece para ampliar con seriedad (Biblia, Magisterio, santos). Por otra parte, la moderación pastoral es clave: normas claras de comentarios, lenguaje respetuoso, decisión prudente de no responder provocaciones. Finalmente, la salud del mensajero importa: tiempos de descanso digital, supervisión fraterna y discernimiento sobre la propia motivación. Las plataformas no definen la verdad del mensaje ni el valor del ministerio.
Aplicación: establece un protocolo de publicación y moderación (fuentes mínimas, verificación de datos, criterios para ocultar/bloquear). Agenda pausas y evaluaciones mensuales. Pregunta siempre: “¿Este contenido acerca a Cristo y a su Iglesia?”.
4. Oportunidades y métodos: del kerygma al acompañamiento
La red ofrece capilaridad hacia periferias (jóvenes hiperconectados, migrantes, enfermos, personas con discapacidad). Bien usada, favorece el primer anuncio, la catequesis en serie, el testimonio y la convocatoria a experiencias presenciales. Además, permite escuchar necesidades reales y ajustar propuestas formativas.
Metodológicamente, es útil una tríada sencilla para cada pieza: Problema — Palabra — Propuesta. Problema: contexto humano y pregunta vital. Palabra: luz bíblica/doctrinal con rigor y cercanía. Propuesta: paso concreto (oración, obra de misericordia, enlace a material, inscripción a grupo). Alterna formatos (microvideo, carrusel, podcast breve, directo interactivo) y cuida la accesibilidad (subtítulos, lenguaje claro, diseño inclusivo). Señaliza “itinerarios”: del post al artículo; del clip a la clase; de la clase al grupo local; del grupo a la vida sacramental.
Aplicación: planifica en temporadas temáticas (p. ej., Misericordia, Eucaristía, Doctrina Social). Cada temporada combina piezas de introducción, profundización y práctica, y concluye con una convocatoria comunitaria (oración, servicio, estudio).
5. Ética, tecnología e IA al servicio del Evangelio
Toda comunicación cristiana custodia la dignidad: consentimiento para testimonios, prudencia con menores, confidencialidad en mensajes privados, y respeto de derechos de autor. La veracidad también se expresa en lo jurídico y en lo técnico. La moderación evita la espectacularización del dolor y la manipulación emotiva.
Respecto a tecnologías emergentes (p. ej., inteligencia artificial), la regla es clara: asistencia, no sustitución. Pueden ayudar a ordenar ideas, corregir estilo o subtitular, pero no reemplazan el juicio teológico ni la responsabilidad pastoral. Las imágenes o audios generados deben identificarse y no inducir a error. Además, comprender la curaduría algorítmica ayuda a optimizar títulos, descripciones y subtítulos sin caer en trucos que desvirtúen el mensaje. Siempre se privilegia el bien de las personas sobre la ganancia de visibilidad.
Aplicación: redacta un código interno breve: uso de fuentes, permisos, tratamiento de datos, límites de IA, criterios de accesibilidad, y compromiso de transparencia. Revísalo anualmente con el equipo.
Conclusión
Predicar en el mundo digital prolonga el paso del capítulo 13: de vencer el miedo a habitar con discernimiento un espacio donde hoy se tejen vínculos y sentidos. La misión no es “estar de moda”, sino servir a la verdad en caridad, con competencias comunicativas y fidelidad eclesial. Los criterios propuestos —marco doctrinal, límites y oportunidades, método, ética y uso prudente de tecnologías— ofrecen un camino práctico para integrar contemplación, estudio, vida fraterna y anuncio en la red.
Pidamos la gracia de una presencia mansa y valiente, capaz de abrir puertas al encuentro con Cristo y a la vida comunitaria. “Estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza, pero con dulzura y respeto” (1 Pe 3,15). Que Santo Domingo nos enseñe a contemplar y dar lo contemplado también en los nuevos areópagos, y que el Espíritu Santo haga fecunda nuestra palabra para la gloria de Dios y la salvación de muchos. Amén.