Sábado – XXII semana del TO- Año par
• 1Co 4, 6b-15. Pasamos hambre y sed y falta de ropa.
• Sal 144. Cerca está el Señor de los que lo invocan.
• Lc 6, 1-5. ¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?
El apóstol Pablo llevando a la comunidad de Corinto a sanar las heridas que una división en facciones habría generado les lleva a recordar cuan vanas son las categorías del mundo sobre que ello que es valioso e importante. Elocuencia y sabiduría humanas no son los criterios que con los que habrían de juzgar la grandeza de los apóstoles, y razón por los corintios se acuñaban a alguno diciendo “yo soy de Pablo” o “yo soy de Apolo”, la grandeza del apóstol es el testimonio que da Cristo Jesús a través de sus sufrimiento, su gloria es la Cruz: incomprensiones, maltratados, golpes, calumnias, etc. todo aquello que pudieran sufrir por la causa del Evangelio eso es realmente lo que hace grande al apóstol del Señor.
La amonestación de Pablo nos lleva a recordar que las categorías de vida del cristiano tienen su fundamento en el Corazón de Jesús, nosotros hemos de buscar vivir según el Evangelio que nos fue anunciado, imitando el ejemplo de nuestro Señor según la vocación de cada uno. La mejor manera de mantener puesto nuestros corazones en su puesto es tener siempre la mirada puesta en el Maestro. Así aprenderemos a descubrir “cuan vano es lo terreno y cuan grande lo terreno, cuan breve lo temporal y cuan durable lo eterno” (Oración de san Clemente). Las cosas terrenas sean bien materiales o incluso inmateriales como la fama, son útiles sólo en cuanto nos ayudan a dar gloria a Dios nuestro Señor. Todo ha de ser dirigido a nuestro fin último. Sólo así purificaremos nuestra visión de las cosas y por lo tanto nuestro modo de vivir, de modo que también nosotros seamos testigos de Cristo Resucitado, pero no olvidemos el mayor testimonio sea da en la hora de la Cruz.
En el santo Evangelio continuamos meditando justo este punto en la vida de Cristo. El Señor es cuestionado e instigado por parte de algunos de los escribas y fariseos. El celo por el cumplimiento formal de la ley les llevo a estos a descuidar el espíritu de la misma. Jesús les lleva a recordar como la misericordia y la caridad de Dios deben ser los criterios con los cuales habrían de interpretar la realidad y la aplicación de la Ley. El ejemplo de David que junto a sus hombres no tiene otra cosa que comer que el pan reservado a los sacerdotes en el Templo es un claro ejemplo de esta realidad.
Es más en un gesto de bondad altísima Jesús no sólo enseña esto como quien aplica un colirio en los ojos para ver mejor, sino que les revela algo más, se da a conocer a sí mismo, pues declarándose Señor del sábado les da a conocer el origen divino de su autoridad.
«Reconoce, oh cristiano, la altísima dignidad de esta tu sabiduría, y entiende bien cuál ha de ser tu conducta y cuáles los premios que se te prometen. La misericordia quiere que seas misericordioso, la justicia desea que seas justo, pues el Creador quiere verse reflejado en su criatura, y Dios quiere ver reproducida su imagen en el espejo del corazón humano, mediante la imitación que tú realizas de las obras divinas. No quedará frustrada la fe de los que así obran, tus deseos llegarán a ser realidad, y gozarás eternamente de aquello que es el objeto de tu amor»
S. León Magno, Sermones 95,7
IMG: «Cristo y los apóstoles» en la galería de vitrales Richard H. Driehaus