Hablar de la figura de un mártir, es hablar de un hombre que fue capaz de unirse tan firmemente al Sacratísimo Corazón de Cristo que lo ha seguido en un modo tan perfecto y amoroso que, arrojándose en ese «abismo de toda virtud», le ha sido concedido la gracia de compartir singularísimamente su inmolación en la Cruz.
Es hermoso contemplar en la vida de santos como san Óscar Romero un corazón que se presenta como un jardín de virtudes, particularmente en el suyo destaca la rosa roja de la fortaleza animada por la caridad que ha llegado a manifestarse de un modo especial en el martirio. Por definición la fortaleza es la virtud por la cual un hombre se lanza valientemente en la búsqueda del bien arduo, aquel que es difícil de conseguir, su movimiento es doble, por un lado resiste ante los males que ha de sufrir y por otro persevera en el combate hasta alcanzar la meta. Una virtud crece de un modo especial cuando ha debido crecer en medio del suelo de la adversidad, su raíz se profundiza y se arraiga cada vez más firmemente en la correspondencia a la gracia del amor de Cristo, y es que la intensidad del rojo que adorna a esta rosa le viene propiamente de ahí, de haber amado a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo por amor a Él. Cuando contemplamos el ejemplo de san Óscar Romero no es extraño, por lo tanto, admirarnos de su profundo amor y celo por el Señor y el rebaño que le confió al haberlo elegido pastor de su Iglesia, la generosidad y constancia que manifestó en hacer la voluntad del Padre le obtuvo recibir de lo alto el don precioso de ser un testigo de Cristo rubricando su seguimiento con la sangre derramada al pie del altar.
Pero hemos dicho ya, las virtudes crecen en el corazón del hombre como en un jardín, y en todo jardín hay flores diversas, del mismo modo una virtud nunca viene sola, las virtudes crecen como los dedos de la mano en un niño al crecer una crecen todas ¿cómo hablar de una fortaleza martirial arraigada en el amor de la caridad sin mencionar las otras virtudes teologales que también se nutren de ella?
Como no mencionar la fe de este hombre que no predicaba sino la que la Iglesia nos ha transmitido y enseñado lo cual se manifestaría de modo especial en su fidelidad al Papa, cosa que encontramos en expresiones como la de su diario al hablar del XV aniversario de la coronación de Pablo VI “Roma será siempre para nosotros, madre, maestra, patria” (Diario 30/06/1978).
Como no destacar en él la esperanza como la que vivió al haberse lanzado a anunciar el Reino de los Cielos anhelando ciertamente la patria eterna pero cuya nostalgia le llevaría saber descubrir como su compromiso bautismal debe llevarle a vivir desde ya aquello que espera se viva un día en plenitud mientras caminamos como Iglesia peregrina.
“¿A qué venimos cada domingo a misa?. A empaparnos más, como cristianos, del misterio que está a la base de nuestra fe y de nuestra esperanza: el misterio de Cristo, misterio que no es otra cosa que el amor infinito, el proyecto infinito de Dios para salvar a los hombres, elevarlos y hacerlos con Él, una sola familia. Peregrinamos entre las vicisitudes de la historia entre las tentaciones y halagos del mundo. Hay el peligro de que nos vayamos quedando instalados en la tierra y olvidemos ese llamamiento amoroso de un Padre que nos espera con los brazos abiertos y que no sólo nos espera, sino que nos está dando para el camino nada menos que a su propio hijo, a Jesucristo.” (Homilía 9 de septiembre de 1979)
Podríamos recorrer también otras virtudes, por ejemplo, san Óscar destacó también en su celo por la justicia buscando no sólo que se esclarecieran las situaciones oscuras de crímenes cometidos, sino que buscaba que se fuera a lo más fundamental que es la búsqueda del bien y el respeto al orden de la sociedad fundamento de la paz. Como no mencionar la prudencia que como nos es comentado por personas que convivieron con él, le llevaba a consultar con otros, reflexionar por largos períodos en el silencio de la oración ante Jesús sacramentado y confrontarse continuamente con el Magisterio la Iglesia y la Sagrada Escritura; a aquel que observa sus cuadernos espirituales no escapará también como custodiaba la virtud de la templanza imponiéndose diferentes mortificaciones y prácticas disciplinarias que adquirió desde su época de seminario y que le ayudarían a saber vivir el dominio de sí mismo y que seguramente robustecerían su animo frente a la debilidad de la carne que de por sí aborrece el sufrimiento.
En este pequeño recorrido por las principales virtudes del cristiano podrían enumerarse tantas otras virtudes que derivan de estas, como la generosidad, la constancia, la perseverancia, la magnanimidad, la humildad, la piedad, etc. Todas las cuales adornan el jardín del corazón de san Óscar Romero.
A través de sus diversos escritos, particularmente las homilías pronunciadas hacia el final de su vida, podemos descubrir como fue un hombre que dejó guiar por el Espíritu Santo, sus palabras que confortaban los corazones de tantos hombres y mujeres sufridos en aquella época continúan a confortar los corazones de tantos hermanos aún hoy, y es porque su palabra es Cristo. Su vivencia de la opción preferencial por los pobres se manifestó no sólo en la denuncia de la injusticia sino también en su convivencia y ternura de trato hacia los más desprotegidos de su época, así comenzando desde los más pequeños, como es propio del amor del pastor, buscó conducir hacia el Señor a todos los que conformaban la grey que se le confió. Es impresionante como ese amor perdura incluso hoy cuando contemplamos cuantos hombres y mujeres, niños, jóvenes, adultos y ancianos de diversos lugares se acercan hasta donde descansan sus restos mortales en la catedral de San Salvador para elevar una oración suplicando su intercesión.
Al meditar en su vida y su legado, podemos aprender de él numerosas virtudes buscándolas vivir según la época que nos ha tocado a nosotros, pero lo esencial no es otra cosa sino la imitación de Cristo, la unión a Él, todo viene de ahí. En este santo Obispo y mártir podemos ver como un hombre que ama profundamente a su Señor, que se une tan íntimamente a su Corazón, no puede sino ser transformado por el Amor que late en el pecho herido de nuestro Redentor, y ¡que gran don se le concedió a Él que incluso lo unió al más grande acto de amor de Cristo como fue su inmolación en el ara de la Cruz que se actualiza cada día en la celebración de la Santa Misa!
En este día que conmemoramos san Óscar Arnulfo Romero, roguemos al Señor por su intercesión que haga de nosotros hombres y mujeres que como él vivan una experiencia profunda de su Amor, de modo que también nosotros podamos arrojarnos en esa hoguera incandescente de su Corazón y se modelen en nuestro interior las virtudes que podremos ofrecerle como flores preciosas para alabanza y gloria de su Nombre.