El hombre en lo ordinario del día a día tiende de alguna manera a afanarse por tantas cosas perdiendo muchas veces conciencia de qué es lo verdaderamente importante, no obstante esto, su corazón siempre lo tiene presente, en esas esperanzas grandes o pequeñas que tenemos cotidianamente siempre se esconde un anhelo profundo de paz, de sosiego, de lugar de reposo, de serenidad, de un gozo que no se limita a ser intenso sino también constante, en el fondo anhelamos de alguna manera un bien, un amor, una felicidad que no pasan y que sólo puede venir del eterno Dios.
Podemos constatar como en estos tiempos que vivimos tendemos a perder el horizonte, muchas veces sumidos a veces en los conflictos familiares, las dificultades económicas, el temor a la enfermedad que se acrecienta a causa de la pandemia, las incomodidades habituales y las propias del período histórico que estamos viviendo, hemos visto también como se exarceban los ánimos en ataques de ira, se ve tanta gente presa de ansiedades, gente que anda triste y que no sabe explicar el origen de su malestar, en pocas palabras somos testigos de como tantos andan (o andamos) como ovejas sin pastor.
Pero también, cuando vemos que los hermanos vienen (venimos) a la Iglesia y buscan vivir una vida activa de fe, en la frecuencia de la oración, la meditación de la Palabra, la vida sacramental y la perseverancia en la comunidad, podemos descubrir el lugar donde de verdad encontramos esa serenidad y sosiego que tanto se anhela, es el olfato de la oveja que sabe reconocer los pastos que le alimentarán, y es que en la Iglesia descubrimos a Cristo que viene y nos consuela, nos alimenta, nos robustece y nos anima a caminar.
“La Palabra de Dios de este domingo nos vuelve a proponer un tema fundamental y siempre fascinante de la Biblia: nos recuerda que Dios es el Pastor de la humanidad. Esto significa que Dios quiere para nosotros la vida, quiere guiarnos a buenos pastos, donde podamos alimentarnos y reposar; no quiere que nos perdamos y que muramos, sino que lleguemos a la meta de nuestro camino, que es precisamente la plenitud de la vida. Es lo que desea cada padre y cada madre para sus propios hijos: el bien, la felicidad, la realización.” Benedicto XVI, Angelus, 22 de junio de 2012
Es aquí y ahora, en el seno de su Iglesia, donde el Señor cumple su palabra de reunir a sus ovejas en un solo rebaño, aquí es donde juntos vamos tras la voz del Buen Pastor, es aquí que aprendemos a amar como Él nos enseñó, incluso al punto de dar la propia vida, es aquí donde descubrimos que hay más alegría en dar que en recibir, que el que ama de verdad es el que estima en más amar que ser amado y que la medida del amor es amar sin medida.
Los cristianos, miembros de la Iglesia de Cristo Jesús, estamos llamados a ser su rostro en un mundo que anhela compasión, hemos de ser un signo de que Dios no se ha desentendido del hombre, la misión evangelizadora nace de las entrañas de misericordia del Señor, se impulsa por la lógica de la acogida, de la ternura, de la bondad y de la mansedumbre, y busca dar una palabra de aliento, una palabra de vida, una palabra que sea capaz de transformar la historia del hombre, busca dar la Palabra misma que es Cristo, el Hijo de Dios que ha venido para conducirnos como el Buen Pastor a sus ovejas.
Haz memoria en este día de las misericordias del Señor, dónde, cuándo o cómo haz hecho experiencia de su compasión, regocíjate en ese amor que se apiadó de ti, y recuerda el que te amó en aquella ocasión, te sigue amando y te seguirá amando. No temas, no desfallezcas, no te desanimes aún y si te encuentras con tus debilidades y fallas, recuerda que cuando el cristiano busca hacer el bien no lo hace tanto para ser amado, sino porque él mismo ha sido amado primero, es ahí donde se purifica el corazón, es ahí donde aprendemos la lógica del amor de Dios que siempre tiene la iniciativa, esa es la escuela del Buen Pastor.
Lecturas:
Jr 23, 1-6. Reuniré el resto de mis ovejas, y les pondré pastores.
Sal 22. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Ef 2, 13-18. Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos ha hecho uno.
Mc 6, 30-34. Andaban como ovejas que no tienen pastor.
IMG: «Buen Pastor» de Bernhard Plockhorst