La palabra de este domingo es realmente interpeladora, nos recuerda como la lógica del evangelio rompe con los cánones de las aspiraciones de este mundo, donde poder es sinónimo dominio, donde gloria es sinónimo de honores humanos, donde la vida exitosa es la de aquel que tiene más posesiones, la categorías Reino de los cielos son otras, los cristianos, fieles discípulos del Hijo de Dios hecho hombre, buscamos vivirlos en esta nueva dimensión, el verdadero poder esta en el servicio, la verdadera gloria radica en la humildad y una existencia de cara a Dios, la verdadera vida es aquella que busca entregarse.
Ante Cristo Jesús, que asume nuestros pecados y los carga sobre sí, que inmolado en el madero de la Cruz ofrece su vida por nosotros, que se convierte en el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, nosotros no podemos sino maravillarnos en el amor divino que ha tenido misericordia de nosotros y buscar corresponder a este don de lo alto.
Santo Tomás de Aquino meditando en la pasión del Señor se preguntaba:
“¿Qué necesidad había de que el Hijo de Dios padeciera por nosotros? Una gran necesidad que se puede resumir en dos puntos: necesidad de remedio por lo que se refiere a nuestros pecados y necesidad de ejemplo para nuestra conducta. Porque la pasión de Cristo nos proporciona un modelo válido para nuestra vida. Si buscan un ejemplo de caridad Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Si buscas la paciencia, es sobre la cruz donde la encontrará en su plenitud. Cristo soportó enormes sufrimientos en la cruz y con gran paciencia, puesto que cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; como una oveja llevada al matadero, ni tan solo abría la boca. Renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, sin miedo a la ignominia.
Si buscas un ejemplo de humildad, mira al crucificado. Porque Dios quiso ser juzgado bajo Poncio Pilato y morir. Si buscas un ejemplo de obediencia, no tienes más que seguir a aquel que se hizo obediente al Padre hasta la muerte. Si buscas un ejemplo de menosprecio de los bienes terrenos, no tienes que hacer otra cosa que seguir al que es el Rey de reyes y Señor de los señores, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento; desnudo está en la cruz, hecho la burla de todos, cubierto de salivazos, golpeado, coronado de espinas, y por fin, lo contemplamos bebiendo hiel y vinagre”
Santo Tomás de Aquino, Conferencia sobre el Credo, 6
Así la lógica del Reino tiene otro horizonte, nuestras aspiraciones son otras, porque este mundo tiene una perspectiva muy corta y superficial, en la fe en el crucificado nuestra mirada si alarga, nuestro corazón encuentra la satisfacción de sus deseos más profundo, nuestra humanidad se ve transformada por la acción de la gracia divina y encontramos la verdadera alegría en ser imitadores del Divino Maestro.
La dicha no está en si me reconocieron, en si me agradecieron, en si me devolvieron el bien realizado, en sí me ascendieron a un puesto o si me dieron un nuevo cargo, en sí ahora puedo mandar o tomar decisiones, la dicha está en haber llevado a cabo la misión, en el haber entrado en la obediencia, en el verdaderamente haber servido. Las recompensas humanas no son malas en sí pueden ser un aliciente y una motivación, y de hecho es un deber de justicia ser agradecidos con el que nos hace el bien, pero nunca deben ser una condición y un fin para que nosotros hagamos el bien. La regla de oro decía “trata como quieras ser tratado” no “trata como te tratan”. El matiz parece ligero, pero es profundo, quizás esto es lo que hay detrás de aquella famosa oración que dice:
Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.
Lecturas
• Is 53, 10-11. Al entregar su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años.
• Sal 32. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
• Hb 4, 14-16. Comparezcamos confiados ante el trono de la gracia.
• Mc 10, 35-45. El Hijo del hombre ha venido a dar su vida en rescate por muchos.
IMG: «Crucifixión» Detalle en el Púlpito de la Catedral de Canterbury