“Ejercicios espirituales. Venid descansad un poco. Siento, después de unos días abrumadores de trabajo y cansancio, la dulzura y la intimidad con Jesús. Cómo quisiera ganar en este necesario trato íntimo. Siento que Jesús me llama como un jefe, a planear un nueva fase, a confiarme un cargo. Será delicado. Le entrego todo. El mes del Corazón de Jesús me inspira el deseo de una consagración más a fondo. Quisiera distinguirme por eso: por ser el obispo del Corazón de Jesús y he sentido la riqueza y la trascendencia de estos ejercicios: la misericordia, la gracia, la paz, ¡un perdón tan necesario! Un renacer, ¡Una nueva fecundidad de mi bautismo y de mi ordenación! ¡Un resucitar la gracia que en mí está por mi ordenación! (Cuadernos Espirituales 1, p. 39)
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, es una constante en las meditaciones que san Óscar Romero nos ha dejado a través de sus diferentes apuntes espirituales, él nos presenta el recurso al Corazón de Cristo en la línea de la espiritualidad de la confianza y santo abandono, la razón de su esperanza es siempre el amor de Cristo que no defrauda, en su Divina Providencia sabe por dónde nos lleva y a Él se encomienda personalmente, esto es propiamente lo que se encuentra en el fondo de cualquier consagración al Corazón de Jesús, es un separarse de toda preocupación mal sana, desterrar de sí todo afán desordenado de dominio para entregarse por completo al amor de Cristo, es hacer caso a sus palabras cuando nos dice: “Vengan a mí todos los fatigados y agobiados, y yo los aliviaré. Lleven mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas: porque mi yugo es suave y mi carga es ligera” (Mt 11, 28-30)
La consagración, constituye uno de los actos esenciales de esta devoción, en el fondo se trata de una donación generosa al Señor que busca reafirmar las promesas bautismales. En el sacramento por el cual se entra a la vida cristiana, el hombre ha sido marcado por el carácter como perteneciente a Dios, en éste acto de consagración el hombre busca manifestar su plena confianza y abandono en Aquel que le amó primero, obedece de alguna manera al deseo que tiene el hombre de tener un punto firme en su vida, a partir del cual pueda interpretar la realidad y que le permita hacer frente a los vaivenes de la cotidianidad, necesita sentir en el fondo de sí “el pulso de una presencia fiable, perceptible con los sentidos de la fe…la presencia de Cristo, corazón del mundo»[1]. Este ardor que renueva el acto de consagración denota también el matiz pasional y sentimental que tiene la espiritualidad del Sagrado Corazón, pero éste obedece en primer lugar a un acto de la voluntad libre movida por el intelecto que en la fe a conocido el amor redentor de Jesucristo. Esto también hace que la consagración al Corazón de Jesús resplandezca por su talante misionero, puesto que aquel que se entrega al amor del Señor buscará compartirlo con los demás. San Juan Pablo II en el marco del centenario de la consagración del género humano al Corazón de Jesús decía que “Frente al deber de la nueva evangelización, el cristiano que viendo el Corazón de Cristo, Señor del tiempo y de la historia, a Él consagra y junto consagra los propios hermanos, se descubre portador de su luz. Animado de su espíritu de servicio, él coopera a abrir a todos los seres humanos la perspectiva del ser elevador hacia la propia plenitud personal y comunitaria[2]”
Claramente esto lo podemos ver operante ya en san Óscar Romero, veamos dos textos que al inicio de su sacerdocio nos lo muestran:
“Promitto (Prometo) Si, Cristo, por tu Sagrado Corazón yo prometo darme todo por tu gloria y por las almas. Quiero morir así en medio del trabajo; fatigado del camino, rendido, cansado, me acordaré de tus fatigas y hasta ellas serán precio de redención. Desde hoy te las ofrezco Señor Jesús, por tu Corazón y por las almas: ¡prometo!” (4 de abril de 1942)
“ !Confiad el Sagrado Corazón quiere que en su amor omnipotente ARROJES TODAS TUS POBRES SOLICITUDES…Él no tiene fin porque es eterno, Él no tiene miedo porque es omnipotente; unido a Él seré también eterno y omnipotente, sereno, impávido. Porque queremos hacer a Dios pequeño como nosotros, ciertas cosas no se las confiamos; porque nos parecen demasiado grandes, utópicas… ¿por qué? ¡Dios es tan pequeño como tus cálculos! ¡Blasfemo! Precisamente está allí el motivo de nuestra confianza: porque ignoramos humanamente cuál será la solución de tal o cual problema que nos preocupa. Ser la providencia de Dios incompresible a nuestros humanos cálculos, es el principal argumento que refuta nuestros temores mezquinos” (14 de febrero de 1943)
La consagración es uno de los actos por los cuales se caracteriza la devoción al Sagrado Corazón, el otro será la reparación, también esto lo vemos en san Oscar Romero, satisfacer por aquellos que han faltado contra el amor del Señor está presente sobre todo en relación a la Eucaristía, podríamos decir que reparar es amar por aquellos que no le aman. El acto de reparación es una satisfacción a la justicia divina, pero en el Corazón de Jesús se encuentra más que eso, se trata de una participación al amor redentor de Cristo por el hombre, es un sufrimiento por unión de amor[3] La reparación no es sólo arrepentirse por el pecado cometido sino dar el amor debido que no ha sido correspondido[4].
Una nota sugestiva en este punto nos la da san Óscar Romero como Arzobispo de San Salvador al hablar sobre el amor a Jesús en el Santísimo sacramento.
“En el mensaje eucarístico les hablé de la presencia de Cristo entre nosotros, en las diversas formas que Él lo ha revelado: en la comunidad Iglesia, en sus ministros, en la proclamación de su Palabra, y sobre todo, en la Eucaristía, y cómo a esa presencia cariñosa del Señor le respondemos muchas veces con indiferencias, con persecuciones, con calumnias, y cómo, por tanto es necesario el desagravio” Jueves 4 de enero 1979
De cara a su predicación profética y martirio la devoción al Corazón de Jesús sin duda le dio un fuerte impulso para contemplar en Él lo que tanto defendió con sus palabras, los hombres por los que Jesús dio la vida. El que ama, ama a aquello que su amado ama, y como pastor de su Pueblo, san Óscar amó con verdadera caridad pastoral al rebaño que le fue encomendado, puesto que bebía de la fuente de donde esta brota, el amor de Cristo por los pecadores, por los más pobres, por aquellos por los que el mundo no se interesa, por aquellos que muchas veces son ignorados. El Corazón de Jesús ama incondicionalmente a todos y tiene una particular preferencia por aquellos que se encuentra en una mayor situación de vulnerabilidad, en su infinita misericordia busca salir a su rescate y para ello se sirve principalmente de aquellos que le aman intensamente, los santos. Tanta fue la intensidad del amor de Romero que le llevó incluso a arriesgar su propia vida, su fe obró por la fuerza del amor en el sentido más puro de la palabra, procurando el bien para todos, incluso en su denuncia lo que buscaba sabemos era la conversión de los que se prestaban al mal.
Este su modo de obrar venía de un profundo anhelo de santidad, el cual tenía como punto de partida el saberse objeto de la misericordia de Dios, sus escritos espirituales están perfumados por una conciencia de haberse sabido perdonado por Jesús. Sólo un misericordiado puede ser un verdadero apóstol de la misericordia. Esto no sólo muestra su humildad sino también el hecho que es un hombre que tiene experiencia del amor de Dios y es ese amor el que quiere comunicar para transmitir la vida eterna que Cristo nos ha concedido, un texto de su tiempo como joven sacerdote y otro como obispo nos ilustran como esta actitud siempre fue constante.
“El Señor me ha inspirado estos días fuerza, después de leer en la Curia algo del Padre Fuentes, principalmente la vida del Padre Álvarez, un gran deseo de santidad. He pensado hasta donde puede subir un alma si se deja poseer enteramente de Dios; y que es una lástima perder tiempo tan precioso y dones tan ricos. Demás, he visto que esto corresponde a un motivo de solidaridad para reparar el Sagrado Corazón las apostasías de todos los hombres, sus tibiezas, nuestros pecados. He conocido que un nuevo orden debe ser ante todo fundado en principio sobrenatural: ante todo debemos los escogidos de Dios llenarnos de su espíritu y lanzaremos con santa AUDACIA, venciendo la natural timidez” (4 de febrero de 1943)
“Misericordias Domini in eterno cantabo. Vino el padre Saénz a oír mi confesión general. ¡Qué negro abismo de mi parte! Qué abismo de perdón, de misericordia, de parte del Señor. Vivamos de reparación. Unión con el Corazón de Cristo, pues es Él que paga mi deuda. Es en mi dónde se realiza concretamente por Cristo lo que escribió san Pablo ¡Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” Mi compromiso con Cristo se hace más exigente! La sucesión apostólica me coloca como uno de los Doce frente a Cristo” (Cuadernos Espirituales 1, p.43)
Será un verdadero apóstol del Corazón de Jesús difundiendo lo que esta devoción implica en la práctica, incluso fue elegido como Presidente de un pequeño comité que pretendía renovar la devoción en Centroamérica, con ocasión de una visita al mercado en santa Tecla podemos ver como evangelizaba a través del Corazón de Jesús, buscando encarnar el amor de Cristo en actitudes y comportamientos concretos que son plausibles para todo cristiano:
“Les hablé del Sagrado Corazón de Jesús que continúa su amor en la Iglesia, y que todos nosotros somos Iglesia y tenemos que hacer presente el corazón de Cristo por nuestra santidad, por nuestra justicia, por todo aquello que haga más amable y fraternal la vida de nosotros” (7 de julio de 1979 – Visita al Mercado de santa Tecla)
La santificación de una persona en la línea de la espiritualidad del Corazón de Jesús, puede encontrar su fundamento teológico en como el triple amor (Divino, humano-espiritual, humano sensible) que gozaba Cristo supone la reconciliación entre la voluntad del hombre y la voluntad de Dios, podemos decir que en el Corazón de Jesús el amor entre Dios y el hombre han latido al unísono. El hombre no percibe la voluntad del Padre como una prisión, una camisa de fuerza, un imperativo categórico, sino como el lugar donde su libertad se expansiona y su vida adquiere sentido y plenitud. La voluntad del hombre corresponde a la de Dios con dulzura y suavidad no obstante los momentos de Cruz que se pueda atravesar, la voluntad divina es el bien al que aspira la voluntad humana, ahí donde encuentra su saciedad “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn 4, 34)
Quizás el texto más sugestivo que tenemos de que tanto era el santo abandono de san Óscar Romero en el Corazón de Jesús es uno de sus últimos apuntes en ejercicios espirituales, citando una oración de san Ignacio nos dice como encontraba causa de consuelo y dicha en el amor del Señor, y lo que de su muerte pueda sobrevenir todo se lo confía a Él, es la máxima muestra del abandono de aquel que busca amar con el mismo amor de Jesús, identificar su voluntad con la del Señor, y así colaborar con Él en la obra de la salvación, entra en la voluntad del Padre, su cristificación va llegando a plenitud, hasta que sea sellada con el martirio en el altar.
“Eterno Señor de todas las cosas, yo hago mi oblación con vuestro favor y ayuda, delante vuestra infinita bondad, y delante vuestra Madre gloriosa y de todos los santos y santas de la corte celestial, que yo quiero y deseo y es mi determinación deliberada, solo que sea vuestro mayor servicio y alabanza, de imitaros en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como espiritual, queriéndome vuestra santísima majestad elegir y recibir en tal vida y estado. (San Ignacio). Así comento mi consagración al Corazón de Jesús que fue siempre fuente de inspiración y alegría cristiana en mi vida. Así también pongo bajo su providencia amorosa toda mi vida y acepto con fe en Él mi muerte por más difícil que sea. Ni quiero darle una intención como lo quisiera por la paz de mi país; y por el florecimiento de nuestra Iglesia…porque el Corazón de Cristo sabrá darle el destino que quiera. Me basta para estar feliz y confiado que saber con seguridad que en Él está mi vida y mi muerte, que, a pesar de mis pecados, en Él he puesto mi confianza y no quedaré confundido y otros proseguirán con más sabiduría y santidad los trabajos de la Iglesia y de la patria.” (Cuadernos Espirituales 3, p.310-311)
[1] Benedicto XVI, Angelus 1 de junio de 2008.
[2] Cf. Ibid.
[3] Cf. M.-J. Carme, «La Pratique de la dévotion au Sacré-Coeur»…, 224.
[4] Cf. J. Sayés, Pecado y satisfacción en la teología del Corazón de Jesús…, 194.