Introducción a la Sagrada Escritura

«En la Sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza (cf. DV 24), porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (cf. 1Ts 2, 13). «En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos» (DV 21). (CEC 104)

La Iglesia «recomienda insistentemente todos sus fieles… la lectura asidua de la Escritura para que adquieran ‘la ciencia suprema de Jesucristo’ (Flp 3, 8)… Recuerden que a la lectura de la Santa Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues ‘a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras’ (San Ambrosio, off. 1, 88)» (DV 25). (CEC26539

En el mes de septiembrese ha dedicado tradicionalmente a la Sagrada Escritura,  dada su importancia en nuestra vida espiritual, conocerlas es conocer al mismo Dios, y conviene que al acercarnos a ella, tengamos una visión de conjunto como una especie de vista panorámica de aquello hacia lo cual nos acercamos, esto conviene hacerlo cada cierto tiempo para poder empaparnos cada vez más y mejor de la vida que a través de ellas se nos transmite en la fe de nuestra madre la Iglesia. Comencemos recordando que la Sagrada Escritura se divide en Antiguo Testamento (Pentateuco y libros históricos, salmos y libros sapienciales, libros proféticos) y Nuevo Testamento (Evangelios sinópticos, cuerpo paulino, cuerpo joánico y las cartas católicas)

Historia de la Salvación

Ella nos cuenta la historia de la salvación. En primer lugar se consideran los orígenes de todo cuanto existe con el relato de la creación y los orígenes de la humanidad y de cómo entro el pecado en el mundo. Dios no abandona al hombre y llama a Abraham con quien comenzará propiamente la historia de salvación del mundo, él será el padre Isaac, quien a su vez será el padre de Jacob y este de las doce tribus de Israel, más tarde uno de sus hijos, José el soñador, será instrumento para preservar a su familia de la hambruna cuando bajan a Egipto (Génesis), luego de 400 años ahí un faraón que no conoció a José comienza a dar una dura esclavitud a los israelitas y  el Señor suscita de entre ellos a Moisés, quien guiará al pueblo al desierto rumbo a la tierra prometida a travesando en seco el mar rojo. Por medio de Moisés el Señor hará una alianza en el monte Sinaí con el Pueblo elegido (Exódo, Levítido, Números y Deuteronomio).

Más tarde luego de 40 años Israel finalmente atraviesa el desierto y guíado por Josué, sucesor de Moisés cruzarán el río Jordán y entrarán en la tierra prometida. Serán gobernados durante ciertos períodos de tiempo por jueces (Josué, Jueces y Ruth) hasta la instauración de la monarquía, el primer rey será Saúl quien es escogido por Dios el se corromperá dejándose llevar por la rebeldía y la envidia. El segundo rey será David, del cual dijo el Señor “he ahí un hombre según mi corazón” quien no obstante la debilidad humana buscará volverse al Señor, durante su reinado finalmente los israelitas conquistan todo el territorio que el Señor les había prometido. Su hijo Salomón le sucederá en el trono, famoso por su sabiduría contruirá también el primer Templo del Señor, hacia el final de sus días se corromperá seducido por sus mujeres y dejará como heredero a su hijo Roboam.

Roboam mal aconsejado es ocasión de la división del Reino en dos, el Reino del Norte (Israel) que agrupará a 10 tribus regidas por Jeroboam y el Reino del Sur (Judá) que agrupará a dos tribus regidas por el heredero de Salomón. Ambos reinos vivirán la sucesión de reyes buenos y reyes malos, cada vez que se alejan del plan de la Ley el Señor le suscita profetas que les invitarán a la conversión.

Finalmente el Reino del Norte caerá a manos del imperio Asirio en el 720 a.C. y más tarde el de Judá en el 587 a.C.. El pueblo sufrirá el exilio en Babilonia, tiempo de purificación y vuelta al Señor (1 y 2 Sam, 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas). Mas tarde, bajo el reinado del emperador Ciro, los israelitas podrán volver a sus tierras, y reconstruirán la ciudad de Jerusalén y el Templo (Esdras y Nehemías), durante este período sufrirán las invasiones persas y griegas, donde se destaca la dinastía de los reyes asmoneos (1 y 2 Macabeos), época donde hubo muchos mártires que dieron su vida por ser fieles a la Ley del Señor.

Antes de continuar con la historia un breve paréntesis: Hay algunos textos que son más que libros que más que históricos nos hablan de la vida del Pueblo de Israel en el Exilio, tales como Tobías, Judith y Ester. Otros transmiten la sabiduría que el Pueblo adquirió en su relación con el Señor Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés (Qohelet), Cantar de los cantares, Sabiduría, Sirácides (Eclesiástico).

Y también encontramos en el antiguo testamento otros textos que recogen la predicación de los profetas que el Señor envió a su Pueblo: los llamados profetas mayores Isaías, Jeremías (Lamentaciones y Baruc), Daniel y Ezequiel, y los profetas menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.

Continuamos con la historia.

Más tarde llegará el imperio romano, en cuya época, llegada la plenitud de los tiempos se encarnará el Verbo de Dios en el seno de María santísima, y nacerá nuestro Salvador y Redentor, Jesucristo. El Señor, durante los tres últimos años de su vida predicará e invitará a la conversión, en medio de signos y prodigios anunciará la buena nueva de la salvación, y se nos revelerá como el Hijo de Dios que venido para dar su vida por la salvación del mundo.

Tal y como lo dijo llegado el período de la pascua, será acusado por su mismo pueblo, y ajusticiado ante las autoridades romanas, en medio de calumnias, insultos y azotes, será obligado a cargar con el madero subiendo el monte Calvario en donde recibirá muerte de Cruz, será posteriormente sepultado y al tercer día, resucitará de entre los muertos. Se apareció a sus discípulos encomendándoles de ir por todo el mundo anunciando sus enseñanzas y bautizando a todos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Luego de 40 días subió al cielo prometiendo que un día regresaría, y que aguardarán el envío del Espíritu Santo (Evangelios).

Cincuenta días después de la Pascua, llegada la fiesta judía de Pentecostés, mientras los apóstoles se encontraban reunidos en oración un ráfaga de viento irrumpió el recinto y lenguas como de fuego se posaron sobre ellos. A partir de entonces los apóstoles fueron por todo el mundo anunciando la buena nueva de salvación. Fundaron comunidades de cristianos en los lugares que visitaban y acogían el mensaje de Jesucristo en medio de alegría y persecuciones. Un perseguidor de modo especial luego de una aparición de Jesús camino de Damasco fue movido a la conversión, y abandonando su antigua vía se convirtió en uno de los grandes anunciadores de la Buena Nueva, era Pablo de Tarso (Hechos).

Los apóstoles, columnas de la Iglesia, transmitieron lo que el Señor había dicho y hecho en primer lugar de forma oral o a través de cartas (paulinas, joanicas y católicas+apocalipsis), más tarde esto daría lugar a diferentes textos que los discípulos vendrían a redactar, y que irían formando los escritos que junto con los del Antiguo Testamento darían lugar a los textos que se proclamarían en las asambleas litúrgicas, y que derivará en lo que conocemos como la Biblia.

II – Canon de las Sagradas Escrituras

Toda esta historia de salvación se encuentra contenida en un total de 73 libros, 46 libros para el AT y 27 para el Nuevo Testamento. Ahora bien, cómo se conformaron estos libros para llegar a juntarse en lo que hoy llamamos la Biblia, qué criterios se usaron y por qué existen diferencias entre católicos y no católicos.

Primero, algunas generalidades, como cristianos confesamos que la Sagrada Escritura son libros divinamente inspirados (no dictados).

Recordemos:  

“Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. La santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y canónicos los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado a la misma Iglesia. Pero en la redacción de los libros sagrados, Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando El en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que El quería

Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras que nuestra salvación. Así, pues, «toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y equipado para toda obra buena» (2Tm 3, 16  – 17)

Ahora bien, los libros que consideramos inspirados por Dios conforman el “canon de la Biblia”, canon es una palabra que significa “regla” es decir son aquellos que obedecen la “regla de la fe” esto es el conjunto de la doctrina que creemos.

Tenemos que para diferentes confesiones religiosas existen diferentes cánones,

  • El canon de los judíos: ellos sólo aceptan 39 libros del Antiguo Testamento.  No aceptan ningún libro del Nuevo Testamento.
  • El canon de los protestantes: ellos aceptan 39 libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo. Total: 66 libros.
  • El canon de los católicos: aceptamos los 46 libros del Antiguo Testamento y los 27 libros del Nuevo Testamento. En total: 73.
  • El canon de los ortodoxos (o sea los 200 millones de cristianos del Oriente Medio): aceptan, como los católicos, todos los 73 libros de la Biblia. 

En el canon  de los cristianos católicos encontramos que en cuanto al lenguaje, la mayor parte del AT fue escrito en hebreo, algunas partes en Arameo (de Esdras y Daniel) y algunos libros en griego (Segunda de Macabeos y Sabiduría). Todos los textos del NT se encuentran en griego. Y el material que se utilizó primariamente para escribirse fueron piedra, pergaminos y papiros.

Ya en los primeros siglos del cristianismo los textos se iban multiplicando, se llegó a tener más de trescientos que decían ser de origen apostólico, pero que tenían doctrinas dudosas o incluso heréticas, por lo que hubo que definir los libros que sería normativos para los cristianos, para mantener la unidad de la fe en medio de su universalidad, por lo que se definió el canon de la Biblia.

Los criterios que la Iglesia tuvo encuenta para la conformación del Canon fueron:

  • Para el AT: Ser tomados de la versión griega de los LXX, el uso en la Sagrada Liturgia, y el uso en los textos del NT. (Existen dos cánones para los judíos el palestinense y el alejandrino) ¿Por qué difiere con los judíos? Porque ellos tomaron sólo los textos que encontraron en hebreo y arameo original.
  • Para el NT: origen apostólico, uso Litúrgico, la ortodoxia de los escritos y su coherencia, su presencia en las listas de los antiguos cánones.

En el siglo IV san Jerónimo hará un estudio serio encomendado por el Papa Dámaso y elaborará la traducción de la Vulgata latina la cual se difundió rápidamente. Los Concilio de Hipona (393) y Cartago (397 y 419) trataron el tema en la antigüedad y más tarde el Concilio de Florencia dará una lista nuevamente de los libros canónicos la cual será refrendada y definida por el Concilio de Trento. Martin Lutero rechazó el canon largo del AT quedándose con el de los judíos, cuestionó algunos del NT.

Así vemos la autoridad delos Obispos en cuanto sucesores de los apóstoles discirniendo la voz del Espíritu Santo es lo que dio lugar en última instancia a la conformación de la Biblia, y es que ellos son los custodios de la fe.

La Iglesia en el Concilio Vaticano II recordó :

“para que el Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia, los Apóstoles dejaron como sucesores suyos a los Obispos, «entregándoles su propio cargo del magisterio». Por consiguiente, esta Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura de ambos Testamentos son como un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verbo cara a cara, tal como es (cf. 1Jn 3, 2)” (Dei Verbum 7)

“la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin. Ya que la Sagrada Escritura es la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo para que, con la luz del Espíritu de la verdad la guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicación; de donde se sigue que la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibir y venerar ambas con un mismo espíritu de piedad”  (Dei Verbum 9)

Esto nos lleva a comprender un poco más porque decimos que no somos una “religión del libro” más aún el Papa Benedicto XVI nos dio una enseñanza espiritual hermosa en este sentido también:

“La Palabra divina, por tanto, se expresa a lo largo de toda la historia de la salvación, y llega a su plenitud en el misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios. Además, la palabra predicada por los apóstoles, obedeciendo al mandato de Jesús resucitado: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 15), es Palabra de Dios. Por tanto, la Palabra de Dios se transmite en la Tradición viva de la Iglesia. La Sagrada Escritura, el Antiguo y el Nuevo Testamento, es la Palabra de Dios atestiguada y divinamente inspirada. Todo esto nos ayuda a entender por qué en la Iglesia se venera tanto la Sagrada Escritura, aunque la fe cristiana no es una «religión del Libro»: el cristianismo es la «religión de la Palabra de Dios», no de «una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo». Por consiguiente, la Escritura ha de ser proclamada, escuchada, leída, acogida y vivida como Palabra de Dios, en el seno de la Tradición apostólica, de la que no se puede separar” (Verbum Domini 7)

Algunas cuestiones terminológicas:

  • Se llaman libros protocanónicos a aquellos que han sido aceptado siempre y sin discusión por toda la Iglesia, y en el caso del AT con los judíos.
  • Se llaman deuterocanónicos, los libros que en algún momento fueron cuestionados como canónicos, pero que la Iglesia reconoció finalmente como tales, son 14: 7 del AT (Tobías, Judit, 1 y 2 Macabeos, Baruc, Sabiduría y Sirácides) y 7 del NT (Hebreos, Santiago, Judas, 2 Pedro, 2 y 3 de Juan y el Apocalipsis más algunos versículos de los evangelios: Mc 16, 9-20; Lc 22, 43; Jn 8, 1-11). Los no católicos llaman a los deuterocanónicos del AT libros apócrifos
  • En la Iglesia católica llamamos apócrifos (literalmente algo escondido) aquellos libros que nos forman parte del canon de la Sagrada Escritura aunque lleven el nombre “evangelio, hechos o apocalipsis”; los no católicos llaman a estos libros pseudoepígrafos.

 ¿Cómo saber si una Biblia es católica?

Es bastante fácil distinguir una edición católica de la Biblia. Hay dos señales:

Por el número de libros: Si el Antiguo Testamento consta de al menos 46 libros y están incluidos los deuterocanónicos (Tobías, Judit, 1 y 2 de Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc), esa Biblia es casi seguro católica. Digo “casi” ya que algunas Biblias protestantes incluyen estos libros al final del Antiguo Testamento.

La aprobación eclesiástica. Sólo en la Biblia de edición católica se encuentra en las primeras páginas la autorización de la Iglesia, a través de un obispo, que permite la impresión y garantiza la buena traducción de la edición. El “No hay dificultad” (Nihil Obstat) y la autorización de un obispo para imprimirla (Imprimatur).

Asimismo se puede prestar atención al Santo Nombre de Dios cuando se revela a Moisés, ordinariamente las Biblias católica no dudan en escribir “Yahvé”.

Concluyo nuestro encuentro con una cita del Papa Benedicto XVI en su exhortación apóstolica sobre la Palabra del Señor:

“10. Quien conoce la Palabra divina conoce también plenamente el sentido de cada criatura. En efecto, si todas las cosas «se mantienen» en aquel que es «anterior a todo» (Col 1, 17), quien construye la propia vida sobre su Palabra edifica verdaderamente de manera sólida y duradera. La Palabra de Dios nos impulsa a cambiar nuestro concepto de realismo: realista es quien reconoce en el Verbo de Dios el fundamento de todo. De esto tenemos especial necesidad en nuestros días, en los que muchas cosas en las que se confía para construir la vida, en las que se siente la tentación de poner la propia esperanza, se demuestran efímeras. Antes o después, el tener, el placer y el poder se manifiestan incapaces de colmar las aspiraciones más profundas del corazón humano. En efecto, necesita construir su propia vida sobre cimientos sólidos, que permanezcan incluso cuando las certezas humanas se debilitan. En realidad, puesto que «tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo» y la fidelidad del Señor dura «de generación en generación» (Sal 119, 89-90), quien construye sobre esta palabra edifica la casa de la propia vida sobre roca (cf. Mt 7, 24). Que nuestro corazón diga cada día a Dios: «Tú eres mi refugio y mi escudo, yo espero en tu palabra» (Sal 119, 114) y, como san Pedro, actuemos cada día confiando en el Señor Jesús: «Por tu palabra, echaré las redes» (Lc 5, 5).”