Notas utilizadas para dar un Curso básico de Teología Espiritual (Tema 12.4 )
A la hora de hablar de grados de oración existen diferentes clasificaciones en diversas etapas, ha sido san Teresa de Jesús quien en su obra el Castillo Interior ha hecho una síntesis de la misma
Oración vocal
“Es aquella que se manifiesta con las palabras de nuestro lenguaje articulado” (Teología de la Perfección Cristiana p. 653)
“Porque a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración; no digo más mental que vocal, que como sea oración ha de ser con consideración. Porque la que no advierte con quien habla y lo que pide y quien es quien pide. Y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios. Porque, aunque algunas veces sí será aunque no lleve este cuidado, más es habiéndole llevado otras. Mas quien tuviese de costumbre hablar con la majestad de Dios como hablaría con su esclavo, que ni mira si dice mal, sino lo que se le viene a la boca y tiene aprendido por hacerlo otra veces, no la tengo por oración ni plegue a Dios que ningún cristiano la tenga de esta suerte” Moradas primeras I, 7
Santo Tomás se pregunta en la Suma Teológica “si la oración debe ser vocal” (II-II, 83, 12). Contesta diciendo que forzosamente tiene que serlo la oración pública hecha por los ministros de la Iglesia ante el pueblo cristiano que ha de participar en ella, pero no es de absoluta necesidad cuando la oración se hace privadamente y en particular. Sin embargo -añade-, no hay inconveniente en que sea vocal la misma oración privada por tres razones principales: a) para excitar la devoción interior, por la cual se eleva el alma a Dios; de donde hay que concluir que debemos usar de las palabras exteriores en la medida y grado que exciten nuestra devoción y, no más; si nos sirven de distracción para la devoción interior, hay que callar (A no ser-naturalmente-que la oración vocal sea obligatoria para el que la emplea como lo es para el sacerdote y religioso de votos solmenes el rezo del breviario) b) para ofrecerle a Dios el homenaje de nuestro cuerpo además de nuestra alma; y c) para desahogar al exterior la vehemencia del afecto interior.
Nótese la singular importancia de esta doctrina. La oración vocal de tal manera depende y se subordina a la mental, que, en privado, únicamente para excitar o desahogar aquella, tiene razón de ser. Es cierto que con ella ofrecemos, además, un homenaje corporal a la divinidad; pero desligada de la mental, en realidad ha dejado de ser oración, para convertirse en un acto mecánico y sin vida…
La necesidad de la oración vocal es manifiesta en la oración pública o litúrgica; únicamente a base de ella pueden intervenir los fieles en una oración común. Y en igualdad de condiciones, o sea, realizada con el mismo grado de fervor, es más provechosa que la privada; hay un texto del todo claro en el evangelio (Mt 18,20). Además, cuando se trata de la oración oficial de la Iglesia, tiene una particular eficacia santificadora en virtud de la intervención misma de la Iglesia, que suena ante los oídos del Señor como la voz de la esposa: “vox sponsae”. Con todo siempre será cierto que nada absolutamente puede suplir al fervor de la caridad con que se realiza la oración. Y así, si un alma ejercita con mayor conato e intensidad el amor a Dios en la oración callada y mental que el la vocal, merecerá más con aquélla y deberá renunciar a sus oraciones vocales, a excepción de las estrictamente obligatorias según su estado. Lo contrario sería preferir lo menos perfecto en perjuicio de lo mejor y confundir lamentablemente la devoción con las devociones.
Sus condiciones.- Según santo Tomás y la naturaleza misma de las cosas, la oración vocal ha de tener dos condiciones principales: atención y profunda piedad.
- Atención.- Al contestar el Doctor Angélico a la pregunta sobre si la oración ha de ser atenta (83, 13) establece unas luminosas distinciones que es preciso tener muy en cuenta.
La oración -dice- tiene o produce tres efectos: el primero es merecer como cualquier otro acto de virtud, y para ello no es menester la atención actual, basta la virtual. El segundo es impetrar de Dios las gracias que necesitamos, y para ello basta también la atención virtual, aunque no bastaría para ninguno de estos dos efectos la simplemente habitual. El tercero finalmente es cierto deleite o refección espiritual del alma, y para sentirlo es absolutamente necesaria la atención actual.
A continuación, señala el Angélico Doctor la triple clase de atención que se puede poner en la oración vocal, a saber: la material, que atiende a pronunciar correctamente las palabras en las fórmulas de la oración; la literal, que se fija y atiende al sentido de las palabras, y la espiritual o mística, que atiende al fin de la oración, o sea a Dios y la cosa que se pide. Esta última es la más excelente, pero el ideal consiste en la unión de las tres, que son perfectamente compatibles entre sí.
- Profunda piedad: Es la segunda condición complementaria de la anterior. Con la atención aplicábamos nuestra mente a Dios. Con la piedad ponemos en contacto con Él el corazón y la voluntad. Esta piedad profunda envuelve y supone un conjunto de virtudes cristianas de primera categoría: la caridad, la fe viva, la confianza, la humildad, la devoción, y reverencia ante la Majestad divina y la perseverancia (II-II 83, 15). Es preciso llegar a recitar así nuestras oraciones vocales. No hay inconveniente en disminuir su número si no nos es posibles recitarlas todas en esta forma. Pero lo que en modo alguno puede admitirse es convertir la oración en un acto mecánico y sin vida…
Duración. – En su causa, esto es, en el afecto de la caridad, de donde tiene su origen, la oración debe ser permanente y continua, porque el influjo actual o virtual de la caridad ha de alcanzar a todo el conjunto de nuestra vida; y en este sentido todo cuanto hacemos estando en gracia de Dios y bajo influencia de la caridad puede decirse oración. Pero, considerada en sí misma y en cuanto tal, la oración no puede ser continua, ya que hemos de vacar a muchos otros negocios indispensables. Ahora bien: la cantidad de una cosa cualquiera ha de ser proporcionada al fin a que se ordena, como la cantidad de medicina que tomamos es ni más ni menos que la necesaria para la salud. De donde hay que concluir que la oración debe durar todo el tiempo que sea menester para excitar el fervor interior y no más… De esta luminosa doctrina se desprenden las siguientes consecuencias prácticas:
Primero, no es conveniente multiplicar las palabras en la oración sino insistir sobre todo en el afecto interior (cf. Mt 6, 7-8)
Segundo, no se confunda la prolijidad en las fórmulas de oración – que debe cesar cuando se haya logrado el afecto o fervor interior- con la permanencia en oración mientras dure ese fervor. Esto último es convenientísimo y debe prologarse todo el tiempo que sea posible incluso varias horas, si es compatible con los deberes del propio estado. El mismo Cristo nos dio ejemplo de larga oración, pasando a veces en ella las noches enteras e intensificándola en medio de su agonía de Getsemaní, aunque sin multiplicar las palabras, sino empleando siempre la misma breve fórmula: fiat voluntas tua.
Tercero, como el fin de la oración vocal es excitar el afecto interior, no hemos de vacilar un instante en abandonar las oraciones vocales- a no ser que nos sean obligatorias- para entregarnos al fervor interior de la voluntad cuando éste ha brotado con fuerza…
Es pues, de la mayor importancia en la vida espiritual el rezo ferviente de las oraciones vocales. Nunca se pueden omitir del todo, ni siquiera en las más altas cumbres de la santidad. Llega un momento, como veremos en el que empeñarse en continuar el procedimiento discursivo de la meditación ordinaria representaría una imprudencia y un gran obstáculo para ulterior avances; pero esto jamás ocurre con la oración vocal. Siempre es útil y conveniente, ya sea para excitar el fervor interior, ya para desahogarlo cuando es demasiado vehemente. La enemistad con las oraciones vocales es un signo de mal espíritu, en el que han incurrido una verdadera legión de almas ilusas y de falsos místicos.
Oración mental
“es la aplicación razonada de la mente a una verdad sobrenatural para convencernos de ella y movernos a amarla y practicarla con la ayuda de la gracia” (Teología de la Perfección Cristiana p. 661)
La aplicación razonada de la mente.- Es el elemento más típico y característico de la meditación, que la distingue perfectamente de los restantes grados de oración mental. Todos suponen una aplicación de la mente al objeto que se está considerando o contemplando (es, sencillamente, la atención que es indispensable y común a todos los grados de oración ascéticos o místicos), pero la meditación tiene como nota típica y característica una aplicación razonada, discursiva, a modo de raciocinio. De tal manera es esencial este elemento, que, si falta, ha desaparecido la meditación en cuanto tal. Cuando el discurso desaparece, el alma ha dado en la distracción o en la oración afectiva o en la contemplación; y en cualquiera de los tres casos, la meditación ya no existe.
Claro que el discurso de la razón está muy lejos de ser el fin de la meditación como oración cristiana ¿En qué se distinguiría entonces del simple estudio o especulación sobre la verdad revelada? Como veremos en seguida, ese discurso se encamina a una finalidad afectiva y práctica, sin la cual dejaría de ser oración. Pero como elemento previo o preparatorio es tan indispensable, que sin él no hay meditación propiamente dicha. Toda meditación implica discurso, aunque no sea éste el elemento más importante de la misma.
A una verdad sobrenatural- Es evidente desde el momento en que nos encontramos ante una oración, no ante un estudio científico de una rama cualquiera del ser humano. Esa verdad sobrenatural puede ser muy varia: un texto de la Sagrada Escritura, un pasaje de la vida de Cristo o de un santo cualquiera, un principio teológico, una fórmula litúrgica, etc. Etc…
Para convencernos de ella.- La meditación como oración cristiana tiene dos finalidades: una intelectiva, y otra afectiva. La intelectiva tiene por objeto llegar a convicciones firmes y enérgicas que resistan el embate de las influencias contrarias que pueden sobrevenir por parte de los enemigos del alma. Sin estas convicciones firmes, el alma sucumbiría fácilmente ante tales acometidas. Lo puramente sentimental y sensiblero puede producir un efecto momentáneo de felicidad y de paz, pero no teniendo su apoyo y fundamento en la convicción intelectiva, se hundirá sin resistencia al menor soplo de pasión. No se puede construir una cosa sólida sobre la arena movediza del sentimiento; es preciso el fundamento pétreo e inconmovible de las convicciones hondamente arraigadas en la inteligencia. A lograrles se endereza la primera finalidad de la meditación.
Pero esta sola no basta. Ni siquiera es la principal en cuanto oración. Esas firmes convicciones pueden también adquirirse con el simple estudio de la verdad sagrada sin intención alguna de oración…
Y movernos a amarla.- He aquí el elemento más importante de la meditación en cuanto oración cristiana. Es menester que la voluntad se lance al amor de la verdad que el entendimiento le presenta elaborada por su discurso. Si transcurriera todo el tiempo dedicado a la meditación en los procedimientos discursivos preliminares, en realidad no habría oración. Sería un estudio más o menos orientado a la piedad, pero en modo alguno ejercicio de oración. Esta comienza propiamente cuando el alma, enardecida por la verdad sobrenatural que el entendimiento convencido le presenta prorrumpe en afectos y actos de amor a Dios, con quien establece un contacto íntimo y profundo que da a la meditación anterior toda su razón de ser en cuanto oración cristiana. Claro es preciso que este amor y entusiasmo afectivo no quede en las puras regiones del corazón o de la fantasía. Es menester que se traduzca en enérgicas resoluciones prácticas. Y a ello responde el nuevo elemento de la definición …
Y practicarla con ayuda de la gracia.- Toda meditación bien hecha ha de terminar en un propósito y una plegaria. Un propósito enérgico de llevar a la práctica las consecuencias que se desprende de aquella verdad o misterio que hemos considerado y amado y una plegaria a Dios pidiéndole su gracia y bendición para poderlo cumplir de hecho ya que nada absolutamente podemos hacer sin Él.
Nunca se insistirá bastante en estos dos elementos de la definición: amor de Dios y el propósito práctico, enérgico y decidido. Son legión incontable las almas piadosas que se ejercitan diariamente en la meditación y que sin embargo, a penas sacan de ella ningún provecho práctico.
La explicación hay que buscarla en el modo defectuoso de hacerla. Insisten demasiado en lo que no es sino mera preparación para la oración propiamente dicha. Se pasan el tiempo leyendo, discurriendo o en perpetua distracción semi-involuntaria. El resultado es que cuando termina el tiempo destinado a la oración no han permanecido en ella, en realidad, un solo instante. De su alma no ha brotado un solo acto de amor, una aspiración a Dios, un propósito práctico, concreto y enérgico. “Son almas tullidas-decía santa Teresa de Jesús (Moradas primera I, 8)- que si no viene el mismo Señor a mandarlas que se levanten, como al que hacía treinta año que estaba en la piscina tienen harta mala ventura y gran peligro.
Esta oración es convenientísima para salvarse, la inmensa mayoría de los que viven habitualmente en pecado es sencillamente porque no reflexionan. Ya lo dijo hace muchos siglos el profeta Jeremías “Toda la tierra es desolación por no haber quien recapacite en su corazón” (Jr 12, 11)
Es absolutamente imprescindible para el alma que aspire a santificarse.- El conocimiento de sí mismo, la humildad profunda, el recogimiento y soledad, la mortificación de los sentidos y otras muchas cosas absolutamente necesarias para llegar a la perfección a penas se conciben ni son posibles moralmente sin una vida seria de meditación bien preparada y asimilada. El alma que aspire a santificarse entregándose de lleno a la vida apostólica con mengua y menoscabo de su vida de oración, ya puede despedirse de la santidad. La experiencia confirma con toda certeza y evidencia que anda absolutamente puede suplir la vida de oración, ni siquiera la recepción diaria de los santos sacramentos. Son legión las almas que comulgan y los sacerdotes que celebran la santa misa diariamente y que llevan, sin embargo, una vida espiritual mediocre y enfermiza. La explicación no es otra que la falta de oración mental ya sea porque la omiten totalmente o porque la hacen de manera imperfecta y rutinaria, que casi equivale a su omisión. Repetimos lo que dijimos más arriba: sin oración, sin mucha oración, es imposible llegar a la perfección cristiana, cualquiera que sea nuestro estado de vida o las ocupaciones a que nos dediquemos. Ninguna de ellas, por santa que en sí sea, puede suplir a la oración. El director espiritual debe insistir sin descanso en este punto. Lo primero que ha de hacer cuando un alma se confíe a su dirección es llevarla a la vida de oración. No ceda en este punto. Pídale cuenta de cómo le va, qué dificultades encuentra, indíquele los medios de superarlas, las materias que ha de meditar con preferencia, etc. No logrará centrar un alma hasta que consiga que se entregue a la oración de una manera asidua y perseverante, con preferencia a todos los demás ejercicios de piedad.
Existen muchos métodos, cada cual va descubriendo aquel que va más acorde a su personalidad, sin embargo, todos reúnen las características que hemos mencionado. El método sirve como una guía, como una andadera, es para comenzar el caminar, pero eventualmente se deja una vez se descubre cómo el Espíritu Santo, quien es el que anima nuestra oración, nos va guiando a cada uno.
«Preparación:
Remota: una vida de recogimiento y de sólida piedad (vida de gracia)
Próxima: escoger el punto la víspera por la noche: para ver las principales consideraciones y propósitos que habremos de formar; dormirse pensando en la materia de la meditación, al levantarse aprovechar el primer tiempo libre para hacer la meditación.
Inmediata: ponerse en la presencia de Dios (especialmente en nuestro corazón), humillarnos profundamente: acto de contrición; invocar al Espíritu Santo.
Cuerpo de la oración:
Adoración, Jesús ante nosotros: Considerar en Dios, en Jesucristo o en algún santo sus afectos, palabras y acciones en torno a los que hemos de meditar; rendirle homenaje de adoración, admiración, alabanza, acción de gracias, amor, gozo o compasión.
Comunión, Jesús en nuestro corazón: Convencernos de la necesidad de practicar aquella virtud, afectos de contrición por el pasado, de confusión por el presente y de deseo para el futuro; pedir a Dios esa virtud (participando así de las virtudes de Cristo) y por todas nuestras necesidades y las de la Iglesia.
Cooperación, Jesús en nuestras manos: Formar un propósito particular, concreto, eficaz, humilde; renovar el propósito de nuestro examen particular.
Conclusión
Dar gracias a Dios por las luces y beneficios recibidos en la oración, pedirle perdón por las faltas cometidas en ella, pedirle que bendiga nuestros propósitos y toda nuestra vida, formar un “ramillete espiritual” para tenerlo presente todo el día, ponerlo en manos de Nuestra Buena Madre»[1]
Oración afectiva
“es aquella en la que predominan los afectos de la voluntad sobre el discurso del entendimiento. Es como una meditación simplificada que cada vez va tomando mayor preponderancia el corazón por encima del previo trabajo discurso. Creemos, por lo mismo que no hay diferencia específica entre ella y la meditación, como la hay entre esta y la contemplación. Se trata, repetimos, de una meditación simplificada y orientada al corazón; nada más. Esto explica que el tránsito de la una a la otra se haga de una manera gradual e insensible, aunque con más o menos rapidez o facilidad, según el temperamento del que la ejercita, el esfuerzo que ponga, la educación recibida, el método empleado y otros factores semejantes.
Hay espíritus -advierte con razón el P. Crisógono- que por su natural entrañable y afectuoso llegan pronto a poder prescindir casi completamente del discurso porque un ligera reflexión excita suficientemente los afectos. Otros en cambio, de carácter frío y enérgico, necesitan que vaya siempre por delante el discurso reflexivo, y aun así, no son lo afectos numerosos; con frecuencia cada afecto exige un nuevo discurso. Estas almas necesitarán evidentemente más tiempo y más ejercicio que las anteriores para llegar a la oración afectiva. Finalmente, hasta el método seguido en la meditación influye en esto. Así, por ejemplo, el método de san Ignacio, que da tanta importancia a la parte intelectual, no favorece el tránsito a la oración afectiva como el método franciscano, que ya desde sus principio resta importancia al entendimiento para dársela al corazón.
¿Cuándo debe darse el tránsito? Hay que evitar dos escollos: demasiado pronto o demasiado tarde. Creemos, sin embargo, que en la práctica puede evitarse fácilmente, si se tiene cuidando en ir simplificando la meditación de una manera lenta, insensible, sin esfuerzo ni violencia alguna. No se empeñe el alma en provocar violentamente afectos hacia los que no se siente impulsada ni con fuerzas para ello; pero entréguese a ellos dócilmente si siente el atractivo de la gracia, sin preocuparse poco ni mucho de recorrer los puntos o momentos de acostumbrada oración discursiva. De este modo, con suavidad y sin esfuerzo, evitando toda violencia, se hará el tránsito de la meditación a la oración afectiva, que acabará por reducir a su mínima expresión, cuando no a suprimirlo del todo, el previo trabajo del entendimiento discursivo.
Lo que nunca puede darse es una oración pura y exclusivamente afectiva sin ningún conocimiento previo. La voluntad es potencia ciega, y sólo puede lanzarse a amar el bien que el entendimiento le presenta. Pero acostumbrado el entendimiento por las meditaciones anteriores a encontrar fácilmente ese bien, se lo presentará cada vez con mayor prontitud a la voluntad proporcionándole la materia de la oración afectiva” (Teología de la Perfección Cristiana p. 674-675)
Hay que procurar observar los siguientes consejos al respecto
“No suspender el discurso antes que haya brotado el afecto. Sería perder el tiempo en una necia ociosidad y fomentar. Una ilusión peligrosísima.
No forzar los afectos. Cuando no broten espontáneos o se hayan extinguido, volver a excitarlos suavemente por el discurso, pero nunca querer mantenerse en uno más de lo que Él dé de sí.
No tener prisa por pasar de unos afectos a otros. Es el extremo contrario al anterior se expondría el alma a perder el fruto del primero y a no conseguir luego el segundo, como el que deja una presa segura por otra incierta.
Procurar ir reduciendo y simplificando progresivamente los afectos. Al principio no importa que sean muchos, para que la falta de intensidad sea suplida por el número; pero a medida que el alma va adelantando, conviene irlos reduciendo hasta llegar, si es posible a la unidad. Así la intensidad será mayor.” (Teología de la Perfección Cristiana p. 676)
Hay que buscar evitar:
-El esfuerzo violento de producir los afectos
-Creerse más adelantado en la vida espiritual de lo que en verdad está
-La gula espiritual
-la dejadez y pereza del alma.
El fruto de la oración afectiva no puede medirse por la intensidad de los consuelos sensibles en ella experimentados, sino por la mejor y perfeccionamiento manifiesto del conjunto de la vida. La práctica cada vez más intensa de las virtudes cristianas, la pureza de intención, la abnegación y desprecio de sí mismo, el espíritu de caridad, el cumplimiento exacto de los deberes del propio estado y otras cosas semejantes darán el índice la legitimidad de nuestra oración.
Oración de simplicidad
Santa Teresa la llama “oración de recogimiento activo”, es el primer grado de oración mística propiamente hablando “la oración de simplicidad fue definida por Bossuet como una simple visión, mirada o atención amorosa hacia algún objeto divino, ya sea Dios en sí mismo o alguna de sus perfecciones, ya sea Nuestro Señor Jesucristo o alguno de sus misterios, ya otras verdades cristianas” (Teología de la Perfección Cristiana p. 678-679). Es una etapa de paso entre oración ascética y mística “El discurso se ha transformado en simple mirada intelectual; los afectos variados, en una sencilla atención amorosa. La oración continúa siendo ascética-el alma puede ponerse en ella cuando le plazca después de haber adquirido el hábito de la misma-, pero ya empieza a sentir las primeras influencias de la oración infusa, para la que la oración de simplicidad es excelente disposición. Lo dice expresamente Bossuet… ‘El alma deja entonces el discurso y se vale de una dulce contemplación que la mantiene en dulce sosiego y atención y la hace susceptible de las operaciones e impresiones divinas que el Espíritu Santo le quiere comunicar; trabaja poco y recibe mucho; su trabajo es grato y no por eso dejar de ser fructuoso; y como cada vez se llega más cerca a la fuente de donde manan la luz, la gracia y las virtudes, recibe más y más de ella’…Precisamente por su misma simplicidad, no cabe en esta oración un método propiamente dicho. Todo se reduce a mirar y a amar” (Teología de la Perfección Cristiana p. 679)
Recogimiento infuso
También conocida como oración de recogimiento pasivo. Puede definirse como una simple intuición de la verdad divina procedente de la fe iluminada por medio de los dones del intelecto, consejo y ciencia.
Escuchemos a santa Teresa:
“La primera oración que sentí a mi parecer sobrenatural, que llamo yo lo que con industria ni diligencia no se puede adquirir aunque mucho se procure, aunque disponerse para ello sí y debe de hacer mucho al caso, es un recogimiento interior que se siente en el alma, que parece ella tiene allá otros sentidos, como acá los exteriores, que ella en sí parece se quiere apartar de los bullicios exteriores; y así, algunas veces los lleva tras sí, que le da gana de cerrar los ojos y no oír, ni ver, ni entender sino aquello en que el alma entonces se ocupa, que es poder tratar con Dios a solas. Aquí no se pierde ningún sentido ni potencia, que todo está entero, mas estálo para emplearse en Dios” (Relación primera al P. Rodrigo Álvarez n.3)
“Y no penséis que es por el entendimiento adquirido, procurando pensar dentro de sí a Dios, ni por la imaginación, imaginándoles en sí. Bueno es esto y excelente manera de meditación, porque se funda sobre verdad, que loe que es estar Dios dentro de nosotros mismos; mas no es esto, que esto cada uno lo puede hacer (con el favor del Señor, se entiende todo). Mas lo que digo es en diferente manera; y que algunas veces, antes que se comience a pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé por dónde ni cómo oyó el silbo de su pastor. Que no fue por los oídos, que no se oye nada; mas siéntese notablemente un recogimiento suave al interior, como verá quien pasa por ello, que yo no lo sé aclarar mejor. Paréceme que he leído que como un erizo o tortuga cuando se retiran hacia sí; y debíalo de entender bien quien lo escribió. Mas éstos, ellos se entran cuando quieren; acá no está en nuestro querer sino cuando Dios nos quiere hacer esta merced. Tengo para mi que cuando Su Majestad la hace, es a personas que van ya dando de mano a las cosas del mundo” (Moradas cuartas 3, 3)
“La oración de recogimiento infuso se caracteriza, ante todo, por la unión del entendimiento con Dios, ‘el cual-escribe el P. Arintero- con su hermosura y claridad infinita, lo atrae y embelesa por de fuera, o sea objetivamente; mientras por dentro, con su omnipotente virtud, lo posee, cautiva y conforta, enriqueciéndole con los preciosos dones de ciencia, consejo e inteligencia, mediante los cuales le hace penetrar como de un golpe en ese mundo superior donde resplandecen sus inefables maravillas” (Teología de la Perfección Cristiana p.715)
Los fenómenos que la acompañan son:
-Una viva presencia de Dios, que precede ordinariamente el recogimiento en cuanto tal.
-Una admiración agradable que dilata el alma y la llena de gozo al descubrir en Dios tantas maravillas de amor, bondad y belleza.
-Un profundo silencio espiritual en la que el alma permanece como absorta y abismada y como anonadada frente a tanta grandeza.
-Luces vivas sobre Dios y sus misterios más de lo que podría haber obtenido en largos años de estudio
En esta primera fase de la oración de quietud es necesario que el alma observe algunos consejos:
-No suspenda el discurso hasta que no sienta claramente la invitación del Señor
-Suspenda el discurso cuando sienta la atracción de la gracia que le mueve a hacerlo, y tendrá no poca dificultad en suspender las recitaciones vocales o los ejercicios discursivos, porque le parecerá perder el tiempo, cuando en verdad esto la enriquece y la santifica mayormente porque son toques del Espíritu Santo.
-Se dé a la vida interior y a la práctica de la virtud, en particular cultive una humildad profunda y un ardiente amor por Dios; Él llegará a su ora, mientras tanto el alma de obrar con suavidad y sin agitación, todo cuanto pueda con la ayuda de la gracia.
Oración de quietud
Consiste en un “sentimiento íntimo de la presencia de Dios que cautiva la voluntad y llena al alma y al cuerpo de una suavidad y deleite verdaderamente inefables…La diferencia fundamental entre esta oración de quietud y la de recogimiento infuso que la precedió -aparte, naturalmente, de la mayor intensidad de luz contemplativa y de los deleites mucho más intensos- es que el recogimiento infuso era como una invitación de Dios a reconcentrarse en el interior del alma donde quiere El comunicarse. La quietud va más lejos: comienza a darle al alma la posesión, el goce fruitivo del soberano Bien. El recogimiento afecta principalmente al entendimiento (que recoge o atrae hacia sí a todas las demás potencias), mientras que la quietud afecta, ante todo a la voluntad. El entendimiento y la memoria, aunque sosegados y tranquilos, están libres para pensar en lo que está ocurriendo, pero la voluntad está plenamente cautiva y absorta en Dios…la quietud, pues- como su nombre lo indica- tiende de suyo al silencio y reposo contemplativo. Sin embargo como el entendimiento y las potencias orgánicas están libres, pueden ocuparse en las obras de la vida activa, y lo hacen frecuentemente con mucha intensidad” (Teología de la Perfección Cristiana p. 717-718).
“De este recogimiento viene algunas veces una quietud y paz interior muy regalada, que está el alma que no le parece le falta nada, que aun el hablar le cansa, digo el rezar y el meditar; no querría sino amar. Dura rato y aún ratos” (Santa Teresa, Relación primera al P. Rodrigo Álvarez)
Efectos: una gran libertad de espíritu que le lleva a una mayor generosidad
-Un temor filial a Dios (temor de ofenderlo) a la vez que se produce una gran confianza en el Él, porque alimenta la firma esperanza de ir un día a gozar de su presencia en el Paraíso.
-Amor a la mortificación y al trabajo
-Profunda humildad
-Desprecio de los placeres terrenos.
Conducta práctica del alma
“La disposición general que conviene al alma en todos los estados de oración contemplativa es secundar dócilmente la divina acción, si adelantarse ni retirarse un punto y hundirse cada vez más y más en el abismo de su nada mediante una profundísima humildad.” (Teología de la Perfección Cristiana p.721)
-“No realizar jamás el menor esfuerzo para “ponerse” en oración de quietud.”
-Secundar inmediatamente la acción de Dios apenas comience a sentirla
-No turbar la quietud de la voluntad inquietándose por el alboroto de las otras potencias. En particular la memoria, junto con la imaginación es “para alabar a Dios la guerra que da” como dice santa Teresa. Pero la misma santa advierte a continuación “que no se haga caso de ella más que de un loco, sino dejarla con su tema, que sólo Dios se la puede quitar” (Vida 17,7). Continúe el alma tranquilamente en su dulce paz y deje a la “loca de la casa” divagar por donde le plazca, que no tiene fuerza suficiente para desembeber al alma: “porque, en fin, no puede, por mucho que haga, traer a sí las otras potencias, antes ellas, sin ningún trabajo la hacen venir muchas veces a sí. Algunas es Dios servido de haber lástima de verla tan perdida y desasosegada, con deseo de estar con las otras, y consiéntela Su Majestad se queme en el fuego de aquella vela divina donde las otras están ya hechas polvo, perdido su ser natural casi, estando sobrenatural gozando tan grandes bienes” (Ibid)
-Huir con grandísimo cuidado de las ocasiones de ofender a Dios
-No dejar jamás la oración a pesar de todas las dificultades y tropiezos
En su grado máximo la quietud llega a provocar el llamado “sueño de las potencias” ya que ellas “ni del todo se pierden ni entienden cómo obran. El gusto y suavidad y deleite es más sin comparación que lo pasado…no me parece que es otra cosa sino un morir casi del todo a todas las cosas del mundo y estar gozando de Dios. Yo no sé otros términos cómo decirlo, ni cómo declararlo, ni entonces sabe el alma qué hacer; porque ni sabe si hable, ni si calle, ni si ría, ni si llore. Es un glorioso desatino, una celestial locura, a donde se aprende la verdadera sabiduría, y es deleitosísima manera de gozar el alma” (Vida 16, 1)
“Se distingue de la simple quietud en que se produce la unión no sólo de la voluntad, sino también del entendimiento; y se distingue de la unión plena en que no se afecta todavía a la memoria y a la imaginación…Los deleites intensísimos del sueño de las potencias llegan a veces a producir una especie de divina embriaguez, que se manifiesta al exterior en forma de verdaderas locuras de amor, que mueven al alma a dar gritos y saltos de alegría, a entonar cánticos de alabanza o expresar en inspirados versos el estado interior de su espíritu…Es sencillamente la contemplación infusa en un grado muy notable de intensidad, que está, sin embargo, lejos todavía de sus manifestaciones supremas. Hasta la unión transformativa le queda mucho trecho que andar, pero con sus fuerzas y luces actuales le parece que ya no queda más que desear” (Teología de la Perfección Cristiana p. 720-721)
En todo caso las advertencias para estos casos es no dejarse embeber demasiado para no caer en una especie de atontamiento que se prolonga desequilibradamente, estos fenómenos cuando son de Dios duran según santa Teresa “Muy poco espacio” y “no llega a tanto que derroque el cuerpo” (Moradas Cuartas, 3). No hay que confundirse entre la alegría espiritual de esta etapa con simple actos grandes de fervor que es propio de espíritus impresionables o entusiastas, el director habrá de insistir en el ejercicio de las virtudes y concederá poca importancia a todas estas cosas para evitar secundar la vanidad, dicho sea de paso, cuando vienen estas cosas de Dios, las almas no las comunican fácilmente puesto que quedan sumidas en una profunda humildad.
La oración de unión simple
“es aquel grado de contemplación infusa en el que todas las potencias interiores están cautivas u ocupadas en Dios” (Teología de la Perfección Cristiana p. 723). En los grados anteriores la voluntad fue cautiva (quietud), luego el entendimiento (sueño de las potencias), ahora pasan a serlo la memoria y la imaginación, y en el siguiente grado de oración (unión extática) los sentidos. Tiene tres características principales: ausencia de distracciones, la certeza absoluta de haber estado unida el alma con Dios y ausencia de cansancio.
“Estando así el alma buscando a Dios, siente, con un deleite grandísimo y suave, casi desfallecer toda con un manera de desmayo que le faltando el huelgo y todas las fuerzas corporales, de manera que, si no es con mucha pena, no puede aun menear las manos; los ojos se le cierran sin quererlos cerrar, o si los tiene abiertos, no ve casi nada; ni si lee acierta a decir letra ni casi atina a conocerla bien; ve que hay letras mas como el entendimiento no ayuda, no la sabe leer aunque quiere; oye, mas no entiende lo que oye. Así que de los sentidos no se aprovecha nada, si no es para no acabarla de dejar a su placer, y así antes la dañan. Hablar es por demás, que no se atina a formar palabra ni hay fuerza, ya que atinase, para poderla pronunciars, porque toda la fuerza exterior se pierde y se aumenta en las del alma para mejor poder gozar de su gloria. El deleite exterior que se siente es grande y muy conocido. Esta oración no hace daño por larga que sea” (Vida 18, 10-11)
Algunos fenómenos concomitantes que podrían aparecer como gracias transitorias (aunque pueden producirse imperfectamente antes o después en grado perfectísimo de intensidad)
- Toques místicos: “son una especie de impresión sobrenatural casi instantánea, que le da al alma la sensación de haber sido tocada por el mismo Dios.” (Teología de la Perfección Cristiana p. 727)
- Ímpetus: “son impulsos fortísimos e inesperados de amor de Dios que dejan al alma con un hambre y sed de amor tan devoradoras, que le parece que no podría saciarla aunque pudiera abrasar la creación entera en las llamas del amor divino. A veces, el simple oír el nombre de Dios o un catarcillo espiritual, o cualquiera otra cosa por el estilo, levanta súbitamente en su corazón un ímpetu tan grande de amor, que con frecuencia el pobre cuerpo no puede resistir y sobreviene el éxtasis” (Teología de la Perfección Cristiana p. 727)
- Heridas de amor: según san Juan de la Cruz, “son unos escondidos toques de amor que, a manera de saeta de fuego, hieren y traspasan el alma y la dejan toda cauterizada con fuego de amor” (Cantico, canción I)
- Llagas de amor: son similares a lo anterior, aunque varía en su hondura y duración “La llaga…hace más asiento en el alma que la herida y por eso dura más, porque es como herida ya vuelta en llaga, con lo cual se siente el alma verdaderamente andar llagada de amor” (Cántico Canción 7). “La herida la recibe de las criaturas que son las obras más bajas de Dios; la llaga se la causan las noticias de las obras de la encarnación del Verbo y misterio de la fe que son mayores obras de Dios que las naturales” (Teología de la Perfección Cristiana p.729).
Unión extática o desposorio espiritual
“Añade sobre el anterior…la suspensión de los sentidos corporales externos. La intensidad de la unión mística es tan grande, que el pobre cuerpo no lo puede resistir, y sobreviene el éxtasis. Este, en lo que tiene de exterior y espectacular, no es, en último análisis, mas que una flaqueza corporal, que desaparece en las altas cumbres de la unión transformativa, cuando el alma está ya acostumbrada a recibir estas fuertes comunicaciones divinas sin que el cuerpo caiga en el desfallecimiento extáticos” (Teología de la Perfección Cristiana p. 730).
Las actitudes de la persona durante estos fenómenos por variadas que puedan ser siempre son decorosas, continúan en la actitud en que se encuentran, a veces rodillas o sentados, de santa Catalina de Ricci se dice que ocultaba su rostro en sus manos o santo Tomás Villanueva se quedaba de pie y miraba hacia el cielo. De ordinario en quienes se presenta es un fenómeno que dura más de media hora aunque hay excepciones y no son muy frecuentes, aunque hay excepciones claro está. Entre los efectos principales de esta unión están que el cuerpo sigue el impulso del alma hacia lo alto, se recibe una energía sobrenatural que llega al heroísmo en el ejercicio de todas las virtudes cristianas “es un hecho constante que el éxtasis verdadero procede del amor y, a su vez, enciende en el alma un amor más ardiente e insaciable todavía; y el amor llegado a este punto sublime está pronto a sufrirlo y suportarlo todo por el Objeto amado; y esto es el heroísmo. Es el éxtasis de las obras que acompaña siempre y la señal más clara del éxtasis de amor” (Teología de la Perfección Cristiana p. 736) y sucede el desposorio espiritual es decir que el alma vive la experiencia de la promesa de Dios de llevarla hasta la unión transformativa o matrimonio espiritual
Unión transformativa o matrimonio espiritual
San Juan de la Cruz lo define como “una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas partes por total posesión de la una a la otra, con cierta consumación de unión de amor en que está el alma hecha divina y Dios por participación cuanto se puede en esta vida” (Cántico 22, n.3 en Teología de la Perfección Cristiana p. 741). También se le conoce como unión consumada o deificación. Es la transformación no en clave ontológica (que rayaría en el panteísmo) sino de nuestras facultades superiores en cuanto su modo de obrar.
“El alma tiene conciencia de que, en sus actos sobrenaturales de inteligencia, de amor, de voluntad, participa de la vida divina de los actos análogos que están en Dios. Esto es lo esencial del matrimonio espiritual…El bautismo y la gracia santificante nos dan ya esta participación de la naturaleza divina, pero en estado inconsciente. Otra cosa sucede en el matrimonio espiritual. Se tiene conciencia de la comunicación de la vida divina. Dios ya no es solamente-como en los grados precedentes- el objeto de nuestras operaciones sobrenaturales de inteligencia y voluntad, sino que muestra como coprincipio de nuestras operaciones, la ayuda de que nos servimos para producirlas. Nuestros actos nos parecen, en cierto modo divinos; nuestras facultades son ramas en las que sentimos circulas la savia divina. Se cree sentir en sí mismo a Dios viviendo por los dos. Se vive en Él, de Él, por Él. Ninguna criatura puede manifestarse a nosotros de esa manera…” (Auguste Poulain, Des graces d’orasion c.19 en Teología de la Perfección Cristiana p. 742)
Como efectos tiene el morir al propio egoísmo, se preocupa sólo de la Gloria de Dios y tiene un gran deseo de padecer, pero sosegado y tranquilo enteramente subordinado a la voluntad adorable de Dios, experimenta el gozo en medio de la persecución, tiene un gran celo por la salvación de las almas, vive en una paz y quietud imperturbable.
Mi alma se ha empleado
y todo mi caudal en su servicio
Ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio
que ya sólo en amar es mi ejercicio.
(Cántico espiritual – San Juan de la Cruz)
Descripción de la muerte de los santos según san Juan de la Cruz:
“De donde es de saber que el morir natural de las almas que llegan a este estado, aunque la condición de su muerte, cuanto al natural, es semejante a las demás, pero en las causa y el modo de la muerte hay mucha diferencia. Porque si las otras mueren muerte causada por enfermedad o por longura de días, éstas, aunque en enfermedad mueran o en cumplimiento de edad, no las arranca el alma sino algún ímpetu y encuentro de amor mucho más subido que los pasados y más poderoso y valeroso, pues pudo romper la tela y llevarse la joya del alma.
Y así, la muerte de semejantes almas es muy suave y muy dulce, más que les fue la vida espiritual toda su vida; pues que mueren con más subidos ímpetus y encuentros sabroso de amor, siendo ellas como el cisne, que canta más suavemente cuando se muere. Que por eso dijo David que era preciosa la muerte de los santos en el catamiento de Dios (Sal 115, 15) porque aquí vienen en uno a juntarse todas las riquezas del alma y van allí a entrar los ríos del amor del alma en la mar, los cuales ya tan anchos y represados, que parecen ya mares” (Llama de amor viva I, 30)
Todos podríamos llegar a estas alturas.
Santa Teresa: “Mirad que convida el Señor a todos; pues es la misma verdad, no hay que dudar. Si no fuera general este convite, no nos llamara el Señor a todos, y aunque los llamara, no dijera ‘yo os daré de beber’ (Jn 7, 37) Pudiera decir: Venid todos, que, en fin, no perderéis nada; y los que a mí me pareciere, yo los daré de beber. Mas como dijo, sin esta condición, a todos, tengo por cierto que a todos lo que no se quedare en el camino no les faltará esta agua viva” (Camino de perfección 19, 15) “Mirad que es así cierto que se da Dios a sí a los que todo lo dejan por Él. No es aceptador de personas, a todas ama; no tiene nade excusa, por ruin que sea…” (Vida 27, 12)
San Juan de la Cruz lo dirá a su modo:
“¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas! ¿Qué hacéis? ¿En que os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones, miseria. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y gloria, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos” (Cántico c. 39, n.6 y 7)
[1] Esquema del Método de san Sulpicio según lo presenta A. Royo Marín, Teología de la Perfección cristiana n.500