Atentos y pacientes

Martes – VI semana del Tiempo Ordinario – Año par

St 1, 12-18; Sal 93; +Mc 8, 14-21

La carta de Santiago nos pone en alerta sobre las actitudes que hemos de guardar frente a la adversidad, es en estos momentos donde sale a la luz lo que el hombre lleva en el interior de su corazón, sean virtudes como la paciencia, esperanza, fortaleza, prudencia, etc. o vicios como la soberbia, tristeza, pusilanimidad, etc. las situaciones contrarias nos revelan esta dimensión de nuestro ser. El apóstol ciertamente nos invita a optar por la vía virtuosa, invitándonos particularmente a la paciencia, que no es sino una manifestación de la fortaleza, el P. Royo Marín, la define como «la virtud que inclina a soportar sin tristeza de espíritu ni abatimiento de corazón los padecimientos físicos y morales».

Esto da ocasión, para reflexionar el origen de las pruebas que padece el hombre en su vida, a Santiago le interesa dejar claro que Dios nunca nos pone en ocasión del mal, sino que a este somos seducidos por nuestra propia naturaleza herida a causa del pecado original de la cual se sirve el enemigo para hacernos tropezar. De Dios únicamente procede el bien, e incluso, nos concede su gracia para que rechazando esas situaciones que nos podrían llevar al pecado ganemos mérito y le demos gloria, es decir hace de la tentación ocasión para suscitar la virtud en nosotros. Esto no quita que en ocasiones el Señor nos vaya perfeccionando en la vida espiritual a través de situaciones que nos causan sufrimiento por la purificación que obra en nosotros, así el sufrimiento no lo causa Dios sino que se produce por el desapego hacia los modos errados o menos perfectos que teníamos de obrar, así vemos como en estas situaciones Dios no nos inclina al mal, al contrario nos está llevando al bien o incluso a un bien mejor del cual ya gozamos.  ¡Qué grande es nuestro Señor, y que infinita su misericordia!

Con lo anterior nos quedará claro, los cinco grados que el autor anteriormente mencionado elenca para describir la virtud de la paciencia, ordenándolos del menos al más perfecto.

La resignación sin quejas ni impaciencia ante las cruces que el Señor nos envía o permite que vengan sobre nosotros

La paz y serenidad ante esas mismas penas, sin ese tinte de tristeza o melancolía que parece inseparable de la mera resignación.

La dulce aceptación, en la que empieza a manifestarse la alegría interior ante las cruces que Dios envía para nuestro mayor bien.

El gozo completo que lleva a darle gracia a Dios, porque se digna de asociarnos al misterio redentor de la cruz

La locura de la cruz, que prefiere el dolor al placer y pone todas sus delicias en el sufrimiento exterior en interior, que nos configura con Jesucristo «Cuanto a mí, no quiera Dios que me gloríe sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, porque el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo» (San Pablo) «O padecer o morir» (Santa Teresa) «Padecer Señor, y ser despreciado por Vos» (San Juan de la Cruz) «He llegado a no poder sufrir, pues mes dulce todo padecimiento» (Santa Teresita)

Antonio Royo Marín, Teología de la perfección cristiana, n.437

En el Evangelio vemos como Jesús reprocha a sus apóstoles, suenan un poco duras esas palabras, les cuestiona incluso con las mismas palabras con que recrimina a los fariseos y publicanos en alguna ocasión porque «viendo no ven y oyendo no oyen». El Señor les estaba exhortando a guardarse de no dejarse llenar de la levadura de los fariseos, es decir de su doctrina errada, y mientras Él hablaba, los apóstoles estaban a discutir y preocuparse por la falta de pan, esto deja ver fácilmente dos cosas: primero, no estaban poniendo atención a lo que hablaba Jesús; segundo, se había olvidado de quien era Aquél que estaba con ellos y la grandeza de su poder ¿acaso no había apenas multiplicado unos pocos panes para un gran gentío?

En pocas palabras, por las preocupaciones de este mundo, como lo es el estar pensando que se va a comer, descuidan algo que es mucho más valioso, el pan de la palabra que sale de la boca de Cristo. Por afanes naturales, pierden de vista lo sobrenatural. Por una mirada muy terrena, pierden de vista la eternidad.

Ciertamente es una lección para todos nosotros la que se manifiesta aquí, no nos olvidemos de quien camina a nuestro lado, no olvidemos a Jesús, y las maravillas que ha obrada en nuestra vida. Es bueno, de cuando en cuando, hacer este ejercicio de recordar hasta donde podamos las bendiciones que el Señor ha derramado sobre nosotros, y digo «hasta donde podamos» porque muy probablemente no lograremos elencarlas todas. Hacer memoria de las misericordias del Señor alienta nuestra esperanza para el futuro.

Asimismo hemos de procurar siempre estar atentos a la Palabra del Señor, no sea que los afanes de este mundo se conviertan en ruido que nos ensordezca y perdamos noción del camino que estamos recorriendo, Cristo continúa a pasar por nuestras vidas, y nos habla de muchas maneras. Y nos pasa recordando de modo especial que hemos sido creados para la vida eterna como hijos de Dios en Él, y que esta vida se vive desde ya en este mundo através de la práctica del mandamiento del amor.

Roguemos al Señor nos conceda la gracia de tener siempre nuestro horizonte claro y oído atento a su Palabra de vida, para que fortalecidos con el Amor que brota de su divino Corazón, podamos perseverar pacientemente ante toda adversidad confiando su Bondad infinita.

Imagen: Virtud de la Paciencia, mostrada como una mujer encadenada que lleva sobre sí el yugo símbolo de la pasión de Cristo, obra de Giorgio Vassari  (1552)