Viernes – II semana de Cuaresma
Gn 37, 3-4.12-13a.17b-28; Sal 104; +Mt 21, 33-43.45-46
Días como hoy cuando participamos de la Santa Misa, al escuchar la Liturgia de la Palabra podríamos quedar un poco perplejos, tanto la primera lectura tomada del Génesis en el cual contemplamos el destino trágico de José, como el Santo Evangelio en el cual se nos presenta la parábola de los viñadores homicidas, parecen desentonar con lo que aclamamos en el Salmo, cuando de hecho decimos: Mementóte mirabílium quae fecit Dóminus (Recordad las maravillas que hizo el Señor). ¿Cómo explicar esto?
Hemos de tener presente siempre, en primer lugar, el tiempo litúrgico en el que estamos, la Cuaresma, seguimos caminando en este itinerario de preparación hacia la Pascua del Señor, es decir a la contemplación y celebración de su Pasión, Muerte y Resurrección. En esa línea las lecturas nos disponen para este gran evento de la Historia de la Salvación. La historia de José así como la parábola pronunciada por el dulce Jesús, nos hablan del sufrimiento de un inocente, del sufrimiento de un hijo predilecto, del sufrimiento a manos de unos hombres envidiosos y cercanos al inocente. Y ¿quién es el que cumple todas estas características? Jesucristo.
Así la vida de José es un anuncio de lo que pasaría con nuestro Divino Maestro, el cual es maltratado por su hermanos hasta llevar a los extremos del sufrimiento, no sólo físico sino también psicológico, pensemos en lo que debe haber sufrido el pobre muchacho al ser despojado de lo suyo cuando le arrancaron la túnica, al ser arrojado en un pozo mientras sus hermanos comían tranquilamente afuera, ¿qué era un pobre muchacho contra 10 hombres adultos? y para colmo de males es vendido como esclavo. Luego consideremos las penas que Jesús padeció desde que estaba en el vientre de su madre, las incompresiones que habrá sufrido María, la huída junto a ella y san José a Egipto cuando a penas era un recién nacido, las calumnias cuando comenzó su ministerio público en fin ¿Nuestro Señor no fue acaso traicionado por los que eran de su misma nación?
En el santísimo Redentor se cumple plenamente la parábola que pronuncia, y el hecho que algunos fariseos se sintiésen aludidos significa que el mensaje era claro hasta cierto punto, pero no supieron ver lo más importante, se lograron identificar con los viñadores homicidas, pero no recapacitaron en que Jesús era el Hijo del dueño de la viña, de haberlo visto se hubieran convertido, sin embargo el egoísmo y la envidia junto con el hecho de ver su autoridad cuestionada les cegaba.
A la hora de contemplar las parábolas y toda la Sagrada Escritura hemos de estar atentos ciertamente a ver que sentimientos y pensamientos nos vienen cuando nos topamos con ella, a veces compasión, otras alegría, otras contrición, otras esperanza, etc., pero más atentos hemos de estar a meditar a la luz del Espíritu Santo en ver ¿por qué tenemos esas percepciones? el Señor continúa a hablarnos ahí sea para inspirarnos alguna acción buena, para convertirnos de alguna acción mala, para animarnos a perseverar en alguna cuestión, etc. Pero hay algo más importante aún, y muchísimo más relevante para nuestra vida, se trata de ver a Jesús presente y que nos habla en esa Palabra, y se nos muestra de un modo particular, porque se nos revela como el Dios y Hombre verdadero que ha venido para salvarnos con gloria desde la Cruz, sino estamos atentos a ver Jesús tampoco nos veremos bien a nosotros mismos, puesto que la mirada con la cual hemos de entrar en nuestro interior es la mirada del amor de Cristo, que no quiere la muerte del pecador sino que quiere que cambie de conducta y viva. Sólo así pasaremos del campo de la introspección, al campo de la meditación para asumir compromisos concretos de conversión.
Ahora, volviendo a nuestro punto de partida, luego de haber visto lo anterior, al contemplar el salmo y su respuesta, descubrimos que el sufrimiento de José fue ocasión para sacar un bien grande para el Pueblo de Israel, puesto que gracias a ello pudo llegar a Egipto, granjearse el favor del Faraón y ayudar a sus hermanos cuando pasaban necesidad. José perdona y por medio de José, el Señor salva a su Pueblo del hambre. También al final de la parábola de los viñadores asesinos, al final Jesús cita el salmo 117 y dice «La piedra que desecharon los constructores se convirtió en la piedra angular» es decir, de aquello que fue despreciado el Señor se sirve para hacer una pieza clave.
Así podemos ver que los sufrimientos padecidos por Jesús en su camino hacia la muerte en Cruz, fueron ocasión de salvación para todos nosotros, pues si un momento también pudimos ser contados entre los malhechores cuando con nuestros pecados le hemos hecho sufrir, por su misericordia infinita y su perdón, Él en el madero de la Cruz nos perdonó y nos libró de esas ataduras y nos dió la gracia de la salvación.
¡Cuánta bondad la del Señor con nosotros, cuánta misericordia, cuánta gracia! Demos gracias al Señor por todo lo que ha hecho en nuestras vidas, y en este tiempo de cuaresma, continuemos caminar junto a Él para que con su gracia y dóciles a su voluntad, podamos transformar nuestras vidas para su mayor gloria.
Nota: La pintura presenta a José siendo vendido por sus hermanos, una obra de Antonio del Castillo (Siglo XVII)