Nazareth: Escuela de discipulado

Domingo de la Sagrada Familia

Continuamos a celebrar la Navidad, que para los cristianos, es más que un día, se trata de un tiempo litúrgico, un tiempo de culto divino, un período en el cual contemplamos en adoración el gran misterio de Dios que se ha encarnado, Dios se ha hecho hombre en Jesús nacido en Belén, es más, en Jesús contemplamos como Dios ha querido entrar en la historia de la humanidad, lo ha hecho a través de un pueblo en particular, a través de una cultura concreta y a través de una familia determinada.  En medio de los grandes signos y progidios que rodean el nacimiento del Salvador del mundo, la vida doméstica y común de la Sagrada Familia de Nazaret se nos propone como tema a meditar en este día, pues en ella la familia cristiana encuentra una verdadera escuela de discipulado, en ella nuestras familias descubren la grandeza de su misión, ser escuelas del amor. Podríamos decir que en la escuela de Nazareth se nos enseñan cinco lecciones discipulado:

Primera lección: la obediencia. Vemos como “Jesús compartió, durante la mayor parte de su vida, la condición de la inmensa mayoría de los hombres: una vida cotidiana sin aparente importancia, vida de trabajo manual, vida religiosa judía sometida a la ley de Dios (cf. Ga 4, 4), vida en la comunidad. De todo este período se nos dice que Jesús estaba «sometido» a sus padres y que «progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres» (Lc 2, 51 – 52). Con la sumisión a su madre, y a su padre legal, Jesús cumple con perfección el cuarto mandamiento. Es la imagen temporal de su obediencia filial a su Padre celestial.” (CEC 531-532) En la obediencia a san José y a santa María, Jesús vive la obediencia al Padre eterno. Lo mismo aprendemos nosotros en la obediencia a nuestros padres, ya que ellos son nuestra primera imagen del amor de Dios en nuestras vidas.

Segunda lección: el silencio. Por una parte, podemos ver como ningún evangelista pone palabras en boca de san José, pero recalcan siempre su justicia y la prontitud de su obediencia, por otra parte tenemos a María santísima que contemplaba todo guardándolo en su corazón, enseñándonos como el espíritu de recogimiento interior es necesario para reconocer el paso de Dios en nuestras vidas. Incluso Nuestro Señor Jesucristo se nos presenta siempre en silencio, con una excepción que irrumpe como manifestación gloriosa de su misión: ha venido a ocuparse de las cosas de su Padre, ha venido a hacer su voluntad, ha venido a enseñarnos el camino del retorno hacia Él. También nosotros en el silencio orante de nuestro día a día, aprendemos a reconocer la voluntad de Dios para nosotros, sólo quien calla puede escuchar.

Tercera lección: el trabajo. San Pablo VI, nos dice que Nazareth nos enseña a comprender y a celebrar “la ley severa y redentora de la fatiga humana, la conciencia y dignidad del trabajo” porque el “hijo del carpintero” nos recuerda que el trabajo aunque no es un fin en sí mismo, sí es un medio de santificación en el que desarrollamos aquellas cualidades que nos fueron dadas por Dios, en el que fructifican esos talentos, y en el que educamos también nuestra vida, puesto que en el esfuerzo cotidiano los vicios de la pereza y mediocridad se van extirpando. A través de la realidad cotidiana del trabajo vivido en santidad, la gloria de Dios resplandece en este mundo.

Cuarta lección: la comunión. Esta es la pedagogía de la vida doméstica de la familia de Nazareth, sólo ahí se descifra qué es la familia, su “carácter sagrado e inviolable” sólo ahí se puede aprender la dulzura y la ternura del encuentro con la Misericordia de Dios, ahí el hombre descubre en sus padres la primera imagen de Dios para su vida, y ahí los padres descubren el gran don Dios que han recibido en sus hijos.

Quinta lección: Eclesialidad. Dijo el Señor “El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt 12, 50). El vivir según la voluntad de Dios, nos incorpora a la familia de Jesús, María y José; a través de ella entramos en una nueva dinámica relacional, los bautizados formamos en la Iglesia parte de esta gran familia de hijos de Dios, por lo cual nadie es ajeno a las dificultades de los demás. Somos parte de una gran familia que está compuesta por los que peregrinamos aún en este mundo, por los que están atravesando la última purificación antes de llegar al cielo y por aquellos que ya del todo purificados están gozando de la presencia de Dios e interceden por nosotros. Nazareth nos enseña que estamos unidos por un vínculo que es más fuerte que la muerte, estamos unidos en el amor de Dios.

Así la Sagrada Familia de Nazareth nos enseña cinco lecciones de discipulado: obediencia, silencio, trabajo, comunión y eclesialidad; son cinco lecciones que nos enseñan a vivir el amor tal como Cristo nos lo enseñó a lo largo de toda su vida, y que se comienzan a aprender en el seno de la familia en la que Dios, desde la eternidad, pensó en ponernos a cada uno.

Que el Señor nos conceda la gracia que la luz que resplandece en la Sagrada Familia de Nazareth ilumine nuestras familias para que sean también ellas verdaderas escuelas de discipulado, escuelas donde aprendamos a amar con Jesús lo hizo. Así sea.

Img: «Sagrada Familia» de Rafael Sanzio